Cachón Cadenas, Manuel, José María Álvarez Martín y Taladriz. Un magistrado contra el horror de la retaguardia en la guerra civil

AutorCarlos Petit
CargoUniversidad de Huelva. España
Páginas861-862
Bibliografía 861
AHDE, tomo XC, 2021
CACHÓN CADENAS, Manuel: José María Álvarez Martín y Taladriz. Un magis-
trado contra el horror de la retaguardia en la guerra civil, Barcelona, Atelier
– Libros jurídicos, 2021. ISBN 978-84-18244-30-8, 263 pp.
«Un Castán republicano» sería un buen título para el estudio que nos regala Manuel
Cachón. El hallazgo casual de importantes documentos de José María Álvarez (1883-1940),
magistrado y presidente de sala (¡de Justicia Militar!) en el Supremo durante la Repúbli-
ca, exiliado en Francia para fallecer poco después, ha llevado a nuestro colega, catedrá-
tico de Derecho Procesal en la Universidad Autónoma de Barcelona, a publicar varios
inéditos y ofrecernos un minucioso estudio biográfico del personaje arriba citado. El
resultado es un modélico trabajo que enriquece la biblioteca, por fortuna creciente, de
recuerdos y memorias de jueces y juristas (Balbontín, Barriobero, Samblancant… más
los estudios históricos pertinentes) que sufrieron en sus carnes la terrible guerra civil
(que algunos ahora niegan).
Acercar Álvarez Martín Taladriz (o Álvarez Taladriz, según cita oscilante de sus
apellidos: cf. p. 23) a la figura de Castán es cosa del autor de estas líneas, aunque se
apoya en las actuaciones profesionales que aproximaron a ambos magistrados en sus
actuaciones cuando el Supremo republicano se encontraba en Barcelona (vid. pp.178 y ss.
sobre el caso de Justo García Martín, 1938). Se apoya también esta opinión en el pensa-
miento profundamente católico y conservador de Álvarez, exhibido desde su notable
tesis de doctorado (Socialismo y derecho hereditario, 1907), objeto de atinado análisis
en las páginas de Cachón (pp. 34 y ss.). Los separó, sin embargo, la sincera convicción
republicana de un (brillante) juez de derechas 1, incorporado al Tribunal Supremo
(en 1931) por el decurso natural de la profesión; Castán llegó a la cúspide judicial desde
la cátedra de Derecho Civil, siendo –al menos, por origen– uno de los «magistrados
políticos» de los que Álvarez quiso distanciarse desde la independencia derivada de su
carrera estrictamente profesional. En realidad, la cuestión no parece relevante, pues los
gobiernos del primer bienio (los ministros Fernando de los Ríos o Álvaro de Albornoz,
titulares de Justicia), siguieron criterios de competencia técnica para promocionar a
juristas conservadores en la renovación del Tribunal Supremo, con personajes tan
opuestos a la República como el administrativista Jesús Arias de Velasco, catedrático de
Oviedo; en el caso de Álvarez, su proclamada «consagración» a la Justicia constituye el
argumento principal de las breves «Notas para mis memorias. 1936-1939», que Cachón
rescata en las páginas 143-148.
La vida del desgraciado magistrado se reconstruye con toda especie de fuentes ofi-
ciales y familiares. Sus estudios brillantes de bachillerato, licenciatura y doctorado
(pp. 30-39). Su vocación universitaria, frustrada a pesar del buen papel que hizo en las
oposiciones a una cátedra de Derecho Natural (pp. 39 y ss., pp.43-50). Su labor como
publicista con amplio rango de intereses, lo que explica su asidua colaboración en la
Enciclopedia Jurídica de Seix (pp. 34-39, pp. 51-53). Sobre todo, su meritorio ingreso
en la judicatura (pp. 40-42) y el paso por varios juzgados y audiencias (las provinciales
de Bilbao, 1924, y de Vitoria, 1925; la territorial de Barcelona, 1928), hasta la promo-
ción al Tribunal Supremo (pp. 68 y ss.) cuando las reformas republicanas crearon una
sala de Justicia Militar en sustitución del extinguido Consejo Supremo de Guerra y
1 Mucho más moderado que su padre Ángel María o que algún hermano (pp. 26 y ss.), o que
el hijo José Luis, profesor en la Escuela Superior de Lenguas Extranjeras de Osaka desde 1935,
experto conocedor de las fuentes históricas japonesas y fugaz encargado de negocios de la Repú-
blica cuando los diplomáticos españoles en Japón abrazaron la causa dicha «nacional» (pp. 53 y ss.).

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