Bioética y religión: una relación ambivalente

AutorJuan Masiá Clavel
Cargo del AutorEx director de la Cátedra de Bioética. Universidad pontificia de Comillas
Páginas13-28

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En la encrucijada de los debates bioéticos, las religiones se encuentran frecuentemente perplejas ante la complejidad de unos problemas que afectan a preocupaciones tan propias de ellas como la vida, muerte, salud o enfermedad de las personas, pero que desbordan la capacidad del mundo religioso para enfrentarse con los retos provenientes del mundo científico y tecnológico. Se producen como consecuencia fenómenos de atasco, como en el tráfico; tan peligroso es pararse en mitad de una rotonda o encrucijada, como acelerar sin medir las consecuencias de no tener libre el paso. En la actualidad se detecta por parte de las religiones un interés por los temas bioéticos, que no va siempre acompañado por el rigor metodológico requerido, sino condicionado por intereses internos de una determinada confesionalidad. Ante algunas declaraciones de instancias religiosas, uno se pregunta si lo que les preocupa es la defensa de la vida o la protección de la ortodoxia. El desconcierto que producen tales tomas de posición provoca, como reacción pendular, en el mundo de la bioética una actitud de ponerse en guardia frente a las intervenciones de cualquier religión.

No fue así en los comienzos de la bioética. Por citar solamente un par de ejemplos, personas como un J. Gustafson,Page 14en la teología protestante, y un R. McCormick, en la teólogía católica, daban muestras, en las décados de los 60 y los 70 del siglo pasado, de una capacidad notable para asumir los retos de la bioética a las religiones, a la vez que planteaban también los correspondientes retos a la bioética desde perspectivas religiosas, propuestas sin imponerse.1La situación ha ido cambiando sensiblemente, sobre todo en las últimas dos décadas, por lo que se refiere al caso de los pronunciamientos oficiales católicos sobre temas de bioética. Por eso, cuando traté por primera vez este tema, lo hice planteando retóricamente la pregunta acerca del estorbo o ayuda que representa la teología en los debates bioéticos.2 La respuesta apuntaba a lo que he elegido esta vez como título de la presente ponencia: "Bioética y religión: una relación ambivalente". Según cómo se conciba la función de la religión y según cómo se articule la metodología de la bioética, la relación entre ambas podrá ser de contribución y transformación mutua, si se asume el doble reto por ambas partes o, en el peor de los casos, de exclusión mutua por incompatibilidad. De hecho, lo que encontramos a menudo no es ninguno de estos dos extremos, sino las ambigüedades de una relación de ambivalencia, mayor o menor según los problemas concretos que se confronten en torno a la salud y la enfermedad, el comienzo o el final de la vida, el cuidado del conjunto de los ecosistemas o la justicia global en la distribución de recursos biotecnológicos y sanitarios.

En nuestro contexto socio-político

Lo dicho hasta aquí, a modo de prólogo, es obviamente demasiado abstracto. Descendiendo al contexto concreto de Page 15nuestro entorno actual, percibo las ambivalencias de la relación entre bioética y religión aumentadas por la diversidad de enfoques, tanto de la bioética como de la perspectiva religiosa. Estoy pensando, al expresar esta dificultad, en recientes declaraciones de instancias eclesiásticas que, aunque hayan sido hechas presumiblemente con buenas intenciones y buena voluntad de mantenerse en primera línea en defensa de la vida, han sido contraproducentes y han provocado resultados indeseables.

En el marco de más de una década de actividad de la Academia Vaticana de la Vida y fomentada por las orientaciones de la encíclica de Juan Pablo II Evangelium vitae (1995), se ha visto aumentar notablemente la promoción de centros y congresos de bioética de una determinada orientación neo-ortodoxa muy significativa que, por su exageración extremadamente beligerante de la "identidad confesional", están haciendo un flaco favor a la vida que desean proteger, quizás con buena intención, pero con metodología inapropiada. Por poner solamente un ejemplo, el documento La vida, don precioso de Dios, publicado por la Subcomisión Episcopal para la Familia, de la Conferencia Episcopal Española (4-IV-2005) confronta con esta ambigüedad a quienes, a pesar de coincidir con sus criterios, no pueden estar de acuerdo con su estilo, método de argumentar y conclusiones. En efecto, en dicho texto encontramos el siguiente contraste: por una parte, unos criterios muy respetables como el valor y dignidad de la vida humana, su carácter de don, la misión de la ciencia al servicio de la vida y la persona o la importancia de la acogida en amor de la vida naciente en el seno de la familia; por otra parte, unas expresiones que originarán inevitablemente malentendidos y alejarán a la mentalidad científica, acentuando la distancia entre bioética y religión. El ejemplo más típico es el tan conocido y citado lema de la campaña pro-vida: "todos fuimos embriones". Una filosofía que tome en serio la biología reaccionará diciendo: "Yo vengo de ese embrión; pero ese embrión todavía no era yo. El todo biológico es más que la suma de sus partes". Desde la Page 16moral teológica habría que añadir "Las cuestiones éticas no se resuelven solamente con la biología, pero tampoco sin ella". Mayor tropiezo, como piedra de escándalo, produjo la Nota del Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal, el 2 de febrero del 2006, en la que se recomendaba a los parlamentarios católicos votar en contra de la nueva ley de reproducción asistida. También sobre este documento habría que hacer el mismo comentario: buenos principios, pero malas conclusiones; valores estimables, pero mal aplicados; criterios importantes, pero mal utilizados. Cuando en un silogismo falla la premisa menor, la conclusión es mala, por muy laudable que sea la premisa mayor. Fallan las mediaciones, por no tomar en serio los datos científicos y por dejarse llevar de prejuicios ideológicos. Aunque se esté de acuerdo con los criterios y valores de las premisas de dicha Nota, habrá que disentir de algunas conclusiones. Por ejemplo, no se pueden descartar las técnicas de fecundación in vitro diciendo que "suplantan la relación personal de los padres en la procreación". Tampoco se puede llamar "hermanos seleccionados para la muerte" a los pre-embriones que no se implantan en el proceso de un diagnóstico pre-implantatorio. No es correcto usar la terminología demagógica de "selección eugenésica" o "bebé-medicamento" para referirse a la aplicación de los procedimientos de diagnóstico pre-implantatorio y selección embrionaria, sin distinguir si se llevan a cabo responsable o irresponsablemente. No se puede tratar como cuestión religiosa lo que es cuestión científica y ética. Igualmente, es inadmisible que, en cuestiones científica y...

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