Asistencia sanitaria y jurídica

AutorLorenzo Morillas Cueva
Cargo del AutorCatedrático de Derecho Penal. Profesor e investigador del Instituto Interuniversitario Andaluz de Criminología. Sección de Granada.
Páginas167-209

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I Asistencia sanitaria tras el maltrato

Uno de los factores de mayor incidencia en todo el proceso de análisis de los malos tratos sobre mujeres es el relacionado con la atención sanitaria. Y lo es desde varias perspectivas. La primera se sitúa en lo puramente asistencial en la que el personal sanitario la atenderá y asistirá, como sucede con los múltiples enfermos o lesionados sobre los que actúa diariamente. La segunda, tiene un carácter más directo en la apreciación de los parámetros sobre los que nos estamos moviendo. Se cimenta en el contacto que estos profesionales tienen de inicio con la víctima, que generalmente no ha denunciado todavía e, incluso, duda en decir al médico la verdad de sus heridas. Como describe Cerezo Domínguez, aquellos juegan un papel fundamental en la detección del abuso, en la coordinación de los recursos sociales y legales, y en la prevención de los altercados posteriores1. La tercera es consecuencia de las anteriores: la labor de información sobre las posibles ayudas que en ése y otros ámbitos puede recibir la mujer objeto de malos tratos.

En definitiva, desde dos niveles se ha de enfocar esta cuestión: sobre el propio personal sanitario y sobre la víctima. En relación al primero, la importancia de su informe y el conseguir la confianza de la paciente son evidentes, sobre todo si se ha acudido al Servicio de Urgencias, en el que la inmediatez del análisis efectuado propicia un elemento de gran interés para el futuro. Como ponen de manifiesto Lorente Acosta-Lorente Acosta, es el primero en apreciar las lesiones derivadas de cualquiera de estas agresiones, siendo a veces el único en objetivizar lesiones leves y mínimas que podrían pasar desapercibidas, sobre todo si se espera a la intervención judicial y médico forense que siempre se dilata algunos días, por lo cual el único dato objetivo será el informe clínico2. Desde semejante perspectiva la asistencia médica adquiere un especial protagonismo en la cadena de servicios sociales que el Estado pone a disposición de las ciudadanas que pasan por semejante situación, ya que se presenta como un instrumento de alarma en la verificación de nuevos casos de violencia doméstica y porque puede actuar de manera preventiva realizando la detección precoz en la evolución del proceso violento involucrando a otros órganos de atención a las víctimas3.

La situación de éstas es más complicada porque en ocasiones se sienten mediatizadas para que no lo hagan, para que no informen de la verdad de las agresiones, por su propia pare-

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ja-maltratadora; en otras, porque se siente intimidada por la autoridad del médico y por todo lo que significan las diversas exploraciones radiológicas, analíticas, etc., que son fundamentales para el diagnóstico; en no menos, la mujer que ha sido maltratada no está en disposición de hablar, no es proclive a contar lo que le ha pasado. En este último sentido, Segura Abad, desde su experiencia forense, estima que aquélla no desea expresar parte de lo que considera su intimidad o no puede hacerlo, de forma que el médico encontrará una paciente encerrada en sí misma con escasa capacidad de comunicación y tendrá que ser él, el médico o la médico, quien se esfuerce en encontrar los datos objetivos para el diagnóstico de maltrato4. De interés es la reflexión descriptiva que hace NiCarthy a nivel general: «Muchas mujeres son poco claras al explicar a su médico lo que les ha ocurrido. Puede que en realidad quieras contárselo, pero que no te atrevas a soltar: ‘mi marido me ha pegado’. Esperas a que el propio médico o la enfermera logren sonsacártelo y te preguntas por qué ni siquiera te interrogan cuando te ven aparecer una y otra vez con el cuerpo repleto de inexplicables magulladuras. Cuando le cuentas que te salen hematomas con facilidad, en parte estás esperando que te pregunten, pero hay muchos médicos que no quieren saber nada de este asunto. Puede que se sientan incómodos, que tengan miedo que des rienda suelta a tus sentimientos si te hablan de ello, o de tener que aparecer ante un Tribunal. Por tanto, si quieres que el médico lo sepa tendrás que decírselo»5.

No siempre ocurre de esta manera. Hay facultativos extremadamente cooperativos que no solo atienden, diagnostican e informan sino que también ayudan con prontitud y esmero. En todo caso, parece que en este tema es imprescindible una valoración empírica de la frecuencia con que se acude bajo este maltrato a los Centros médicos, de la información que se dan recíprocamente la víctima y los sanitarios, de la asistencia médica y psicológica6que se ha recibido, para de esta manera situar con mayor exactitud la cuestión. No faltan autoras que engrandecen la magnitud del problema, no sin cierta razón, desde la valoración de que la información disponible está dispersa y la violencia es infradiagnosticada, infradeclarada e infradocumentada, con lo que se puede afirmar que la violencia contra las mujeres es un problema de salud pública7. En este sentido Lorente Acosta-Toquero de la Torre afirman que la respuesta desde la Medicina también ha estado envuelta por esos claroscuros que acompañan. Por una parte se ha actuado básicamente sobre las cuestiones clínicas agudas de los casos con un resultado lesivo de mayor gravedad, pero en otros muchos no se ha sabido identificar el cuadro de malos tratos que había detrás de muchas de las manifestaciones que presentaba la mujer, y si se ha sospechado, no se ha sabido profundizar para aclarar las dudas y los miedos que se gene-raban ante la posibilidad de que se estuviera en un caso de violencia8.

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También a nivel internacional la situación es parecida. Valga, como muestra, la cita de dos trabajos desarrollados en Argentina y México. El primero de ellos se realizó sobre una encuesta a médicos internistas de 12 centros de todo el país en relación al conocimiento y detección de violencia doméstica, concluyéndose que los médicos únicamente preguntaban sobre la posibilidad de maltrato al 0,8% de las pacientes, llegando, sin embargo, al diagnóstico de dicha violencia en el 66% de las preguntadas9. En el segundo, dirigido a los conocimientos y actitudes de médicos de hospital y consultorios, se pone de manifiesto la infradetección, la ausencia de protocolos, las carencias formativas, los prejuicios sobre la mujer y las barreras institucionales -sobrecarga de trabajo, falta de tiempo, y un infrarregistro de los casos detectados-10.

1. Prestación sanitaria y causas aducidas de las lesiones

Como se ha dicho con anterioridad, el contacto con los profesionales sanitarios suele ser, y todavía más ha de ser, una de las vías que utilizan la mujeres maltratadas para mostrar la realidad de su situación: lesiones corporales, dolores de cabeza, de cuerpo, depresiones, etc.11Hay evidencias de que las mujeres que sufren violencia doméstica hacen un uso más intensivo de los servicios sanitarios, incluyendo las consultas de atención sanitaria y los servicios de urgencias, frecuentemente con quejas que enmascaran el problema de fondo12, cuestión esta última a la que atenderemos más adelante13.

VIII.11.1. ¿Ha acudido alguna vez a un centro médico como consecuencia del maltrato físico? (n = 325)

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La primera de las preguntas, la más genérica e introductoria de todas las de este apartado, muestra en sus respuestas una importante frecuencia inicial, otra cosa es la temporal como más adelante se verá, de participación -325- con un porcentaje, en principio, bastante elevado de mujeres que han acudido a un centro médico como consecuencia del maltrato físico -un 63,4% frente a un 36,6%-. Pero estas cifras, que son bastante más altas en su aspecto positivo de asistencia sanitaria con referencia a otros estudios que sobre realidades más genéricas se han realizado14, han de ser, sin embargo y a pesar de ello, detenidamente valoradas porque, en el fondo, muestran las dificultades y los inconvenientes que muchas de estas mujeres encuentran o se crean ellas mismas para acudir a los servicios sanitarios. Piénsese que algo más de un tercio opta por no utilizar dichos servicios, desde la perspectiva que aquí se plantea, a pesar de admitir el maltrato físico concreto. La reflexión inversa y más negativa de la relevantemente mayoritaria de acudir a tales centros, es que de cada tres mujeres encuestadas una de ellas no acudió al centro médico correspondiente. Conclusión empírica discrepante con lo manifestado por Lorente Acosta-Toquero de la Torre al afirmar que «sólo un pequeño porcentaje de las víctimas denuncian su situación, pero todas ellas acuden a un centro médico (...)»15.

VIII.11.2. ¿Informó de que la causa de las lesiones que sufría eran de malos tratos? (n = 209)

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No todas las mujeres maltratadas que admiten haber acudido a un Centro médico tienen el mismo comportamiento una vez en él, cosa que por otra parte parece lógico porque las tipologías son diferentes. Verdad es que algún sector de la doctrina ha querido describir ciertos rasgos en la estructura psicológica de la mujer maltratada -baja afectividad, inestable emocionalmente, dependiente, tímida, tendente a la dramatización, desconfiada, insegura, reservada, introvertida, deprimida, con sentimientos de culpa- pero

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no parece que semejantes valoraciones se puedan realmente generalizar pues las agresiones se realizan sobre mujeres "con muy distintas estructuras de personalidad" y en ocasiones muy...

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