Aplicación de las penas de exilio

AutorJuan Antonio Bueno Delgado
Páginas43-65
II
Aplicación de las penas de exilio
II.1. DIVERSIDAD DE CLASES SOCIALES
Aunque se trate de cuestiones elementales, conviene, en primer lugar, recordar que,
en la sociedad romana, como en otras muchas sociedades de la antigüedad, se establecie-
ron divisiones básicas y antagonismos basados en la desigualdad 33: hombres libres (patri-
cios-plebeyos, clientes-libertos, honestiores-humiliores) y no libres (esclavos-servi).
En relación con la condición de los hombres (De conditione hominum), nos dice
el célebre jurista Gayo en sus Instituciones 34 que
Gai. Inst 1, 9-11.
Ҥ 9.- Et quidem summa divisio de iure personarum haec est, quod omnes ho-
mines aut liberi sunt aut servi. § 10.- Rursus liberorum hominum alii ingenui
sunt, alii libertini. § 11.- Ingenui sunt, qui liberi nati sunt; libertini, qui ex iusta
seruitute manumissi sunt.
Los hombres libres que son ciudadanos romanos (cives), además de la ciuda-
danía, gozan de determinados derechos civiles y políticos que adquieren bien por
nacimiento, por ley o concesión estatal, y por acto de manumisión. Los que no son
ciudadanos romanos son considerados extranjeros (peregrini).
Los esclavos, jurídicamente, son considerados cosas, están sometidos a su do-
minus, que tiene sobre ellos un poder ilimitado. No tienen derechos, ni patrimonio y
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clases sociales de una división jurídica”, Memorias de historia antigua, 1, 1977, pp. 115-118, “… es
claro que toda sociedad mínimamente desarrollada aparece constituida por agrupamientos de indivi-
duos más o menos amplios y antagónicos y que la labor fundamental del historiador ha de consistir en
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te funcionales” (para la cita, p. 115).
34 Gayo, Instituciones, Edición bilingüe, coordinada por F. Hernández-Tejero, Madrid 1985.
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no pueden contraer matrimonio (las uniones entre esclavos se denominan contuber-
nium). Pueden alcanzar la libertad por manumisión y adquieren así la condición de
libertos.
Los libertos gozan de ciertos derechos, pero de forma limitada, y mantienen un
vínculo con su antiguo dueño, al que deben respeto, fidelidad y obediencia.
Por su parte, los clientes eran ciudadanos libres que voluntariamente aceptaban
la protección de otro hombre libre –patrono (generalmente un patricio rico)– con el
que establecían una relación de patronato que conllevaba determinados derechos y
obligaciones entre ellos. Se estima que en el siglo II d. C. había en Roma alrededor
de 150.000 clientes. El contar con un número elevado de clientes suponía un orgullo
para el patricio del que dependían, mayor cuanto mayor fueran las relaciones de pa-
tronato a su cargo.
Las otras dos categorías que restan son los patricios y los plebeyos.
Los plebeyos eran hombres libres que, sin embargo, estaban sujetos a diversas
limitaciones en el orden político, militar y religioso, ya que los principales cargos y
funciones de estos cargos eran reservados a los patricios.
No está muy claro cuáles fueron los motivos que llevaron a esta diferenciación
social, y más concretamente los aspectos que llevaron al origen de la plebe. Se han
apuntado factores de índole variada, como la diversidad étnica, por ejemplo, de modo
que mientras los patricios descenderían de los etruscos o los sabinos, los plebeyos lo
harían de los latinos. También se ha pretendido establecer la contraposición en base
a una relación de subordinación de los plebeyos respecto de los patricios derivada
de la dominación de los pueblos conquistados por éstos. O bien provocada por la
inmigración de individuos de diversa procedencia que llegan a Roma. Otras veces la
distinción giró, como señala TALAMANCA 35, sobre los roles asumidos en la esfera
económica, asociando a la plebe al estrato de la ciudad en determinados oficios, en
tanto que se colocó al patriciado en el campo y en la esfera de la agricultura. Incluso
se ha defendido la existencia de grupos precívicos.
En la población romana se distinguían con nitidez estas dos clases sociales an-
tagónicas: patricios y plebeyos. La primera, minoritaria y privilegiada, constituida
por quiénes se consideraban los descendientes de los primitivos romanos fundadores
de la civitas –aristocracia de sangre / nobleza de raza– Conformaban la élite de la
sociedad romana. La segunda, los plebeyos, mucho más numerosos, formaban la
mayoría de la población de Roma y su procedencia, como acabamos de ver, si no es
clara, sí podemos afirmar que provenía de diversos frentes (inmigración, pueblos so-
metidos, clientes que se desvinculan de sus patronos, etc.). La plebe integraba lo que
de un tiempo acá se ha venido denominando “tercer estado”, cuyo lema era “panem
et circenses”.
35 TALAMANCA. M.; Lineamenti di storia del diritto romano, Milano 1979.

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