Los años ochenta y la crisis de los movimientos ciudadanos (segundo escenario)

AutorTomás Alberich Nistal
Cargo del AutorDoctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid
Páginas163-207
CAPÍTULO 3. LOS AÑOS OCHENTA Y LA CRISIS
DE LOS MOVIMIENTOS CIUDADANOS (SEGUNDO
ESCENARIO)
CAPÍTULO 3. LOS AÑOS OCHENTA Y LA CRISIS DE LOS MOVIMIENTOS CIUDADANOS...
3.1. Aproximación al concepto de “crisis” de asociaciones y movimientos sociales
3.2. Evolución de la participación ciudadana y el asociacionismo en Madrid, en
un contexto político cambiante
3.3. La crisis en Madrid, Coslada y Fuenlabrada (análisis de entrevistas y grupos
de discusión).
3.3.1. Abandono y sectarismo político
3.3.2. La década en las Asociaciones de Coslada
3.3.3. Fuenlabrada
3.4. Conclusiones: causas generales de la crisis de los movimientos ciudadanos
3.1. Aproximación al concepto de “crisis” de asociaciones y movimientos
sociales
Más que de crisis de los movimientos sociales hay que hablar de crisis de los
movimientos ciudadanos, especialmente del más importante de la época: el movi-
miento de las Asociaciones de Vecinos de las grandes y medianas ciudades. Como
hemos ido relatando, los movimientos sociales más importantes de los años setenta
se fueron vertebrando en España en torno a dos: el ciudadano, con las AA.VV.
como protagonista principal, y el obrero con CCOO y los nuevos sindicatos.
Centrándonos en el ciudadano, los analistas están de acuerdo en que esta
crisis comienza hacia el año 79, con las primeras elecciones municipales demo-
cráticas posfranquistas, y está generalizada en el 82, perdurando durante toda la
década. Según nuestro análisis, y al menos en la región de Madrid, hacia los años
1987/88, el movimiento ciudadano y otros movimientos sociales comienzan una
nueva etapa, van iniciando una “reconversión” para salir de la crisis o, al menos,
comienza su reestructuración, en cuanto a cambio de algunos de sus objetivos y
formas de actuación y adaptación a las nuevas circunstancias, internas y externas.
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Los nuevos horizontes, que vemos de forma más clara en los años noventa y que
describiremos en el siguiente capítulo, comienzan a finales de la década anterior.
Estas fases prácticamente coinciden a nivel político con:
1. Primeras elecciones municipales democráticas y victoria de la izquierda
política en la mayoría de los ayuntamientos (1979, comienzo de la crisis).
2. Victoria del PSOE en las elecciones generales (1982), generalización del
modelo socialdemócrata de partido como hegemónico y con mayorías
absolutas, también en los ayuntamientos a partir de las elecciones de 1983,
en las Diputaciones Provinciales y en la mayoría de las Comunidades
Autónomas (mayorías absolutas del PSOE en solitario).
3. Desaparición de los partidos “izquierdistas” (ORT, PT...) y crisis de los
comunistas del PCE o agudización de la crisis en la que estaban.
4. Nueva legislación de régimen local, marginación del asociacionismo y
nuevos reglamentos de participación ciudadana que animan la reconver-
sión de las asociaciones. Referéndum sobre la pertenencia de España a la
OTAN (1986), pérdida de las mayorías absolutas del PSOE en muchos
municipios en las elecciones de 1987.
Hay que acotar el término crisis, se da en cuanto a:
1. Pérdida paulatina de las pequeñas parcelas de poder que el Movimiento
Ciudadano había ido ocupando. Por ejemplo, en cuanto a que algunas
esferas de la Administración lo tenían en cuenta para sus actuaciones: le
consultaban y, excepcionalmente, participaban en la gestión pública, me-
diante fórmulas de cogestión o gestión colegiada, ejemplo del Ministerio
de la Vivienda como hemos visto en la remodelación de barrios, o con las
concejalías sociales y culturales de algunas ciudades.
2. Pérdida de parte de la af‌i liación a asociaciones. No hay datos exactos, pero
las entrevistas realizadas a asociaciones indican un descenso constante
hasta llegar a quedarse, al f‌i nal de la década o en la siguiente (1990), en
torno a un 10-15% de la af‌i liación que tenían antes, tanto de los sectores
activos como de la base af‌i liada.
3. Como consecuencia de los dos anteriores: pérdida de la capacidad de
organización y movilización ciudadana. Incrementada por la disminución
de la presencia en los medios de comunicación, que se dedican más al
seguimiento de las actuaciones locales de los nuevos Ayuntamientos, de
los partidos políticos y, después, de los gobiernos de las Comunidades
Autónomas. Los efectos de la crisis y sus causas se entremezclan en una
espiral interrelacionada de causa-efecto nuevas causas-nuevos efectos.
Más adelante veremos un listado completo de las causas y sus relaciones.
CAPÍTULO 3. LOS AÑOS OCHENTA Y LA CRISIS DE LOS MOVIMIENTOS CIUDADANOS... 165
No se da crisis en cuanto al número de asociaciones que, al contrario, crece
constantemente y apenas existen datos sobre asociaciones que cierren o se disuel-
van.
Análisis de la crisis según diversos autores
Es llamativo que ya en mayo de 1977, CIDUR (Centro de Investigación y
Documentación Urbana y Rural), en la obra con el significativo título de “Las Aso-
ciaciones de Vecinos en la encrucijada”, se hace eco de analistas que vaticinaban
una crisis futura e irremediable del movimiento ciudadano:
“Si 1976 ha sido el año boom del movimiento asociativo, para algunos,
1977 está siendo el año de la crisis de los movimientos vecinales. Incluso
hay quienes af‌i rman que 1976 ha podido ser el último año fuerte de las
Asociaciones de Vecinos. Sobre todo porque la nueva situación política
que se genere puede afectar al movimiento ciudadano por dos f‌l ancos: por
los partidos políticos y por la presumible existencia futura de unos Ayunta-
mientos más democráticos” (pág. 12).
Desde la introducción de la obra a las conclusiones, se realiza un análisis crí-
tico y autocrítico del movimiento y se auguran o avanzan algunos de los posibles
errores que se deberían evitar (y que no se evitaron), que dependen
“de la importancia que se dé a la autoorganización de los barrios, a las
organizaciones de masas, a su unidad; de las posiciones que adopten los
partidos políticos tanto respecto al signif‌i cado y contenido de su presencia
en las organizaciones de los barrios como respecto a su posición sobre su
inserción en el aparato institucional” (pág. 13).
“De cara al futuro, existen algunos riesgos, cuyo análisis debe facilitar su
superación. 1) Que se produzca una clara división entre lo reivindicativo y
lo político... 2) Desde el poder se intentará llevar a cabo un reparto de com-
petencias que consista en asignar a los partidos políticos lo político y a las
Asociaciones lo reivindicativo (...) 3)... Si necesarias han sido las A. de V.
ante unos Ayuntamientos no democráticos, van a ser mucho más necesarias
aún la existencia de fuertes organizaciones populares ante los Ayuntamientos
del futuro... 4) La crítica y la autocrítica en y sobre el movimiento ciuda-
dano debe servir para impedir el conformarse con los logros conseguidos y
más aún para cortar el paso a posibles triunfalismos (...) No se está, como
algunos agoreros profetizan, en el principio del f‌i n de las Asociaciones de
Vecinos” (págs. 328 a 331).

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