Desde la victimología de mínimos hacia la victimología de máximos

AutorAntonio Beristain, S.J.
CargoCatedrático de Derecho Penal San Sebastián
Páginas255-258

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El Príncipe de Asturias solicitó suprimir algunos festejos (con motivo de su boda) y destinar el gasto a financiar un monumento en homenaje a las víctimas. El Bosque de los Ausentes, 192 olivos y cipreses, recordó a esas macrovíctimas, al paso del recorrido del Cortejo Real. Permítanseme unas líneas para comentar el paradigmático deseo del Príncipe. Este monumento vivo implica —entre otros significados— que el núcleo de nuestra cultura da un paso gigante hacia adelante. Nuestra ciencia y praxis victimológica de mínimos progresa hacia la ciencia y la praxis victimológica de máximos.

Erigimos un homenaje a las víctimas del terrorismo islámico, y de todo terrorismo. Hoy, cualquier acto terrorista es una pieza del puzzle del terrorismo internacional, globalizado. Hoy, todos los terrorismos están más o menos entrelazados y difieren poco. Necesitamos este Bosque de los Ausentes por múltiples motivos. Aquí menciono sólo dos: para mantener viva la memoria de esas personas (Ausentes), para reconocerlas como ellas son, como «víctimas» (lo cual resulta difícil, pues generalmente se las considera meros «objetos pasivos» del delito, cuando en realidad son protagonistas y «sujetos activos» de valores e intereses superiores [Constitución Española, arts. 12.1, 24 y 103]), y para tratarlas como ellas merecen, a la luz de las nuevas e innovadoras investigaciones en este campo.

Nuestro conocimiento científico de lo que se debe entender por víctimas, en general, y por víctimas del terrorismo, en particular (a la luz del Congreso Internacional de 1973, en Münster de Westfalia, y de los once Congresos internacionales siguientes), tropieza con dificultades objetivas y subjetivas. La fenomenología del hecho victimal no ha llegado aún a su mayoría de edad, ni ha entrado en el dintel de nuestra Universidad, donde no encontramos ni un Instituto, ni una Cátedra, de Victimología. Este atraso conlleva lamentables consecuencias públicas y privadas. También

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en lo cultural, jurídico y religioso. Si ojeamos la historia, coincidiremos en una afirmación: nuestra cultura ha ignorado casi total-mente a las víctimas, no ha querido verlas; como el sacerdote que caminaba hacia Jerusalén, delante del buen Samaritano. A veces, hemos evitado la compasión, que es el manantial de la justicia y de la felicidad.

Vamos progresando. Ya vemos a las víctimas. Pero, todavía permanecemos estancados en la cosmovisión de mínimos, sin avanzar a la de máximos. Todavía muchos...

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