Utopía y realidad: un balance al cabo de dos siglos

AutorTomás Ramón Fernández Rodríguez
Cargo del AutorAcadémico de Número
Páginas63-65

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Es ya momento de poner punto final, aunque quede todavía mucho por decir de nuestra primera Constitución política. Despertó en su época pasiones encontradas en Europa y en América que impidieron durante mucho tiempo valorarla de modo ecuánime. Hoy, en cambio, al cabo de dos siglos, aparece ante nosotros como la expresión de una hermosa y conmovedora utopía: la transformación de un imperio pluricontinental y multirracial en un único Estado - Nación, basado en un sufragio amplio sin condicionamientos económicos y regido por una sola Ley y un solo Gobierno93.

Era, sin duda, demasiado para lo que la realidad del momento podía admitir. Es posible, incluso, que la distancia existente entre la utopía soñada y la realidad con la que hubo de enfrentarse o, como dice ELLIOT94, el abismo entre las intenciones filantrópicas de las Cortes de Cádiz y los resultados prácticos de sus deliberaciones sirvieran tan sólo para intensificar la disolución de las poblaciones

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americanas y pudiera serlo también que hubiera contribuido en última instancia, como apunta STOETZER95, a la emancipación del imperio español en América.

Lo que es seguro en cualquier caso es que, "a pesar de las deficiencias de las Cortes y los intentos de los oficiales locales por obstruir y retrasar la puesta en práctica de las reformas, la Constitución de 1812, proclamada y aceptada por toda América, abrió el camino a cambios políticos y constitucionales fundamentales, logrados de forma pacífica", como también ha subrayado el ilustre hispanista británico96.

Así lo reconocen hoy unánimemente los historiadores y juristas iberoamericanos97, incluso los de aquellos países, como Argentina y Venezuela, que rechazaron en su día las Cortes Generales y Extraordinarias y en los que la Constitución de 1812, aunque jurada, no llegó a tener una vigencia efectiva98. En todos ellos se resaltan con orgullo, como nosotros no sabemos hacerlo, las raíces hispánicas del constitucionalismo99.

Tenemos, pues, muchos y buenos motivos para celebrar el bicentenario de la Constitución de Cádiz. Como dije hace ya siete años al anunciar una efemérides que entonces parecía demasiado

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lejana todavía100, "con ella entramos en la modernidad política. Con ella aprendimos los conceptos clave de todo régimen democrático (voluntad general, división de poderes, representación, elecciones, etcétera) y también su praxis cotidiana. Con ella descubrimos un nuevo lenguaje, el sentido nuevo de palabras...

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