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JOHN M. FORD SE CRIO EN EL BRONX. "FUE un chico de la calle", relata el profesor Robert Tornabell en El día después de la crisis. John simultaneó la educación elemental en una escuela católica con todo tipo de empleos precarios y a los 27 años se trasladó "a Boston, junto al mar, en pos de mejores oportunidades". Quería dedicarse al tuneado de coches. "Los reformaba y añadía accesorios luminosos y alerones aerodinámicos". También sabía trucar un viejo Chevy para darle 50 caballos más de potencia. Pero su principal fuente de ingresos era limpiar parabrisas en los semáforos.En 2005, "harto de las peleas de barrio y de sus vecinos", decidió mudarse a las afueras. Todo su patrimonio era "un Impala de quién sabe cuántas manos", que no tenía ya ni precio de reventa, pero John se encontró con que no solo no lo echaban de la agencia inmobiliaria, sino que le ofrecían con absoluta seriedad un chalet de 150.000 dólares a orillas del río Charles. A él le parecía una locura, pero el empleado le explicó la última moda en hipotecas: los primeros años se pagaban únicamente los intereses.—¿Y cuándo devolvería el principal? —preguntó.—Mira, hijo —le dijo el empleado—, tú paga los intereses y lo demás Dios dirá. Además, lo tranquilizaron, con la subida continuada de la vivienda (el 10% anual), a los dos años podría renegociar probablemente otro crédito, o revender la casa y quedarse con la diferencia. Incluso en el supuesto de que todo saliera mal, podía recurrir a la dación: en el estado de Nueva Inglaterra, la entrega de las llaves cancelaba automáticamente la deuda pendiente. "Comida no me faltará", razonó John, "la comunidad religiosa siempre ayuda". En la iglesia también le proporcionarían ropa. Todo lo que tenía que reunir eran unos cientos de dólares al mes. "En fin", concluyó, "una operación redonda".ESTRÉS DE TEST. "Nuestros hijos nos van a odiar", me dice Annamaria Lusardi. Esta catedrática de Economía de la Escuela de Negocios de la Universidad George Washington lleva años concienciando a los políticos de la importancia de impartir educación financiera. "Afrontamos un grave problema demográfico", explica. "Ni el Estado ni las empresas están en condiciones de garantizar las generosas jubilaciones del pasado". La esperanza de vida aumenta, la fecundidad baja y la población ocupada debe mantener a una proporción creciente de ancianos. "Hacen falta sistemas de pensiones diferentes y los planes privados van a formar parte necesariamente de la...

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