Tres momentos de la Legislación Hiotecaria española.

AutorJosé María Chico y Ortiz
CargoRegistrador de la Propiedad
Páginas91-133

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Excmos. e Ilmos, señores y señoras, compañeros y amigos todos:

Entiendo que una de las primeras palabras que un español debe pronunciar al llegar a Argentina es la de gracias. Gracias, Dios mío, por haberme proporcionado la dicha de llegar a otro continente en el que hay tantas cosas comunes, afines, y tantos vínculos que nos unen a pesar de la distancia. Gracias por haberme dejado acercar a gentes que piensan, rezan, hablan y trabajan de la misma forma, a nuestro estilo, a nuestra manera. Gracias por haberme permitido comprobar que los que vamos en la misma carreta somos de la misma opinión.

En este caso particular, las gracias han de ser dobles (aunque apurando argumentos pudieran ser tres, como las de Rubens), ya que particularmente tengo que agradecer a la Revista Notarial de la provincia de Buenos Aires y a sus cabezas visibles, así como al Jurado que concedió el galardón, la gran gentileza de haberme distinguido entre los colaboradores extranjeros con esta Medalla de Oro instituida para este fin. Pensé siempre que deportivamente a esa gentileza había que corresponder con la cortesía de la recepción del premio. A tal honor, tal señor. Si dar es señorío y recibir servidumbre, aquí ofrezco la mía para que veáis hasta qué punto el agradecimiento se prolonga en mi persona. Desde que recibí la noticia decidí agarrar los mandos de la carretilla para transportar los ladrillos que llevaba encima, aunque éstos, como en este caso, sean de oro.

Cuando a la vuelta de otro viaje que hicimos por tierras americanas recibí la noticia de la concesión de una cruz y mis amigos y compañeros decidieron ofrecerme los distintivos en una cena entrañable, hubo uno que aquí está presente, que recordó aquella famosa anécdota que se cuenta de don Miguel de Unamuno, que fue recibido por don Alfonso XIII para Page 92 agradecerle una distinción recibida. Don Miguel de Unamuno le dijo a Su Majestad que le agradecía mucho la distinción que «merecidamente» le había concedido. Su Majestad le replicó que era el primero que había dicho eso, pues todos decían que las distinciones eran inmerecidas. Y don Miguel le contestó: y tienen razón.

Esto, que se me aplicaba a mí, necesita de una explicación. No sé si merezco o no la distinción. Es un problema de criterio de Jurado. Pero lo que sí me vais a permitir es que me ilusione con pensar que la merezco al veros a todos agrupados en este acto para ofrecerla. El alma se sublima hasta aspectos difíciles de encerrar en frases comprensibles, pero a su vez el cuerpo rastrea contactos humanos. De ahí que si el alma supera este oropel que la vida humana le ofrece, el cuerpo no oponga ninguna resistencia a sentirse inclinado a la vanidad de recibir algo que merecida o inmerecidamente se le ofrece.

Pienso y os digo que lograr un prestigio debe ser difícil y quizá importante, pero mantenerlo es ya una labor llena de obstáculos que hay que ir salvando. Pues bien, esta distinción vuestra no es más que un aliciente para poder de ahora en adelante sostener ese prestigio. Gracias por ello.

Los compañeros que han tenido la cortesía de darme escolta, para ser testigos de excepción de este acto y que al abrir el coloquio podréis juzgar de su condición de juristas, son, por riguroso orden de escalafón, éstos: José Antonio García García, Registrador de Santander, lleno de experiencias regístrales y que hace efectivo en su puntualidad asistencial el principio prior tempore potior iure. Ramón de la Rica y Maritorena, Registrador de Torrejón de Ardoz, colaborador asiduo de la Revista Crítica de Derecho Inmobiliario e hijo del que fue figura excepcional del Derecho hipotecario. Rafael Martínez Pasalodos, Registrador de Villanueva y la Geltrú, en Cataluña, une a su ya larga experiencia los conocimientos doctrinales que le permiten resolver el conjunto de problemas que diariamente se le ofrecen. Pisa por segunda vez tierra argentina. Manuel Villares Valdés, es también alto y Registrador de Ordenes, en Galicia. Quien haya leído la famosa novela La casa de la Troya me permitirá el símil que allí se emplea: Registrador de Ordenes y a las de usted. Le llevo dos cabezas, no de altura, sino de escalafón, pero él me aventaja en ser el número uno de la siguiente. Es rápido, profundo y ha ejercido de Delegado regional durante muchos años. Es segunda generación registral, pues todos recordaréis a su padre, gran hipotecarista, Manuel Villares Pico. Catalino Ramírez Ramírez, Registrador de Manresa, en Cataluña. Es colaborador en la Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, dirigió la Academia de Preparación a Notarías y a Registros y figura en diversas publicaciones como coatutor mío. Pisa América por segunda vez. Abelardo Gil Marqués, Registrador de San Feliu de Llobregat, Cataluña. Concu-Page 93rren en él tres grandes cualidades: la de ser un gran compañero, que compatibiliza con la amistad; la de ser un gran preparador de oposiciones, y la de ser un pensador que aporta a la ciencia jurídica hipotecaria trabajos, publicaciones y sugerencias. Hipólito Rodríguez Ayuso, Registrador de Bilbao, que a última hora se une al grupo y que es el benjamín del mismo. Es hombre estudioso, preocupado por la función que ejerce y lleno de golpes certeros. No debéis olvidar que es cinturón negro del karate. Dadas las gracias, presentadas las personas que forman el grupo deportivo que viene a rendir culto a una gentileza, sólo queda abrir ante vosotros el tema y el contenido de la conferencia, charla, disertación o como queráis llamar a mis palabras. No obstante, quiero hacer dos advertencias:

    - La primera es que, como decía Alvaro de la Iglesia, perorar es una profesión tan respetable como cualquiera, y no es cosa de permitir que se cuelen intrusos en sus escalafones. Si al que no es arquitecto se le impiden levantar casas, y el que no es cirujano, no puede amputar piernas, ¿con qué derecho pronuncia peroratas el que, como yo, no es perorista (he dicho perorista y no peronista).

    - La segunda es que si esto que os voy a decir os gusta, no aplaudáis mucho, no vaya a ser que con el entusiasmo de los aplausos caiga en la tentación de Rafael Laínez de Alcalá, que al acabar una conferencia en la Universidad de La Laguna dijo ante los aplausos que recibía: «VEO QUE LES HA GUSTADO Y POR MI NO HAY NINGÚN INCONVENIENTE: LA PODEMOS BISAR», y de nuevo comenzó: «Excelentísimos señores y señoras...».

Debo añadir que el Ilustre Colegio Nacional de Registradores de la Propiedad y Mercantiles de España me ha concedido la representación oficial para este acto, y expresamente su Decano me ha encargado reiteradamente que os transmita su saludo y el agradecimiento por haber distinguido a uno de los miembros del Cuerpo con un galardón tan importante. Razones de servicio han impedido su presencia. En su nombre os traigo unos presentes.

De mi emoción vale más no hablar. He visto por la pantalla de televisión cómo a los atletas que consiguen una medalla de oro y ven subir al mástil la bandera de su patria y oyen sonar su himno nacional, se les humedecen los ojos. Posiblemente es lo que me esté pasando a mí en estos momentos por haber aceptado aquella indicación del poema precolombino de los Indios Tahumaras que decía: quien elige el camino del Page 94 corazón no se equivoca nunca. Vuestro Martín Fierro lo decía mejor: en la senda del querer no hay animal que se pierda.

Y ya que me brindáis el oro de una medalla en la ciudad de LA PLATA, yo os tengo que corresponder, aparte de con mi agradecimiento, con un pequeño secreto de mi contabilidad jurídica. Os brindo en este acto mi conferencia número veinticinco. Es decir, he venido a LA PLATA a celebrar con vosotros mis bodas de plata, con esta singular forma de comunicarse entre juristas.

Toda legislación sufre una serie de vicisitudes que perfilan su desarrollo y sitúan históricamente sus diferentes etapas. Caprichosamente he destacado tres momentos que se me antojan importantes, alguno de los cuales aporta una gran actualidad. El primer momento es el más extenso, pues quiero encerrar en él lo que podríamos llamar «hoja de servicios» de una legislación a través de sus ciento y pico de años de vigencia. Por supuesto, que no voy a haceros recorrer las diferentes etapas de sus modificaciones y sí fijarme de una manera general en el conjunto del sistema, en la razón de ser de unos principios que lo rigen, en sus posibles deficiencias y en las posiciones doctrinales más recientes.

En el segundo momento, Argentina desempeña un gran papel, ya que quiero ofreceros lo que podríamos llamar contraste internacional de nuestra legislación. Argentina organiza el Primer Congreso Internacional de Derecho Registral y es aquí donde se inicia el momento segundo, para luego continuarlo en Madrid y en Puerto Rico. No voy a repetiros las diferentes cartas y conclusiones a que se llegan en esos Congresos ni, por supuesto, a enumerar ponencias, estudios y comunicaciones. Mi pretensión es ofreceros el impacto que todo ello tiene en el conjunto de nuestra legislación hipotecaria, y así voy a distinguir el efecto de los Congresos frente a la legislación propia, los posibles criterios de unificación, las soluciones que se recomiendan y los medios que se rechazan.

El tercer momento es casi noticia de actualidad. Al aprobarse una nueva Constitución en España se hace preciso intentar descubrir dentro de la misma las directrices que pueden marcar una orientación en la legislación hipotecaria o si en dicha normativa no existe ninguna referencia a ello. A poco que se piense en una posible enunciación de principios de publicidad, legalidad, ordenación de la propiedad, distinción entre Registros jurídicos y administrativos...

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