Tercera perplejidad: propiedad intelectual, ciberespacio y globalización

AutorÁngel M. López y López
Cargo del AutorCatedrático de Derecho civil. Universidad de Sevilla
Páginas24-25

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Una tercera perplejidad brota del hecho de que, en sí mismo, el ciberespacio, como creación de la técnica y su aprovechamiento económico, en sí mismo considerado, ese mueve en la «dimensión virtual», lo que es tanto como decir que carece de «dimensión territorial». Es en ésta última donde se mueven la política y el Derecho y, por consiguiente, donde se puede promover el nacimiento y aplicación de reglas jurídicas. La prime-ra consecuencia que se extraería de este planteamiento, no sin aguda perplejidad, volvemos a repetir, es que el mundo del ciberespacio global no puede ser gobernado por aquella reglas, sino solo por las determinaciones de la técnica y de los mercados asociados a ella o generadores de la misma. Si esto es así, los flujos mundiales de la propiedad intelectual a través de la red son insensibles a las prescripciones propias del Derecho. De nada serviría, entonces, hablar de propiedad intelectual, salvo que se entendiera la misma como una posición fáctica de dominio predeterminada por quien detente la hegemonía en el mercado o en la técnica, que habitualmente van asociadas. Ahora bien, este planteamiento envuelve una grosera petición de principio, propiciada de modo nada interesada, en la búsqueda de que la ideología del mercado frente al Estado y al Derecho, no se plantea como tal, sino como una suerte de acontecimiento inevitable. La desregulación pretende plantearse como un corolario natural de la globalización, cuando el mundo global aparece desregulado, porque se le quiere como tal. Se busca un dominio global de la economía, sin referentes jurídicos, apoyado en una revolución tecnológica, la mundialización de la red. Con ella se abre la posibilidad de que, desde lejanos e incontrolables lugares, y puesto que los mercados son mercados abiertos, se favorezcan transacciones no controladas por regulación nacional o internacional alguna, y que estas transacciones no controladas dominen incluso el ámbito doméstico de la economía de los Estados. En suma, como ya ha quedado apuntado, el Estado, y la política asisten impotentes a estas maniobras, pues el mercado parece insensible a las determinaciones de la política del Estado, y en consecuencia del Derecho mismo. Pero la realidad es bien otra, que se oculta tras un aluvión mediático que pre-

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dica la rendición del Estado y del Derecho. No es cierto que la Economía haya dejado de ser, como indicaba con ingeniosa frase Galbraith, una rama de la política, lo...

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