Reseña del libro Jack el destripador. El diablo de Whitechapel, de Sergi Rodríguez Ibarra

AutorCarlos García Valdés
CargoCatedrático Emérito de Derecho Penal Universidad de Alcalá
Páginas1007-1008
ADPCP, VOL. LXXV, 2022
Bibliografía 1007
R I, Sergi: Jack el Destripador. El diablo en Whitechapel.
Emse Edapp. Barcelona, 2021, 125 páginas.
Existen multitud de libros referidos a esta figura histórica, probable-
mente entre los más conocidos criminales del siglo , que sembró de terror,
en los meses centrales de 1888, en el miserable suburbio londinense del sub-
título y cuya triste fama trascendió no solo a la capital inglesa sino contem-
poráneamente y durante décadas a otros países. Todo cuanto rodeó a sus
asesinatos fue misterioso. El porqué de los lugares de comisión, los instru-
mentos de ejecución y, lo más trascendente, el autor de tales delitos, se anali-
zan en esta obra medida y francamente interesante.
Su autor, el escritor Rodríguez Ibarra, ha estudiado los hechos delictivos
del gran depredador, siempre asesinatos consumados, y en cinco capítulos,
claramente ordenados, nos muestra las andanzas del tétrico personaje. El per-
fil psicológico que cierra el libro (pp. 117 ss.), se debe a la especializada
pluma del catedrático de la Universidad de Valencia, Vidente Garrido Geno-
vés, lleno de datos pertinentes, autoridad y conocimientos.
Cinco fueron las víctimas reconocidas oficialmente por el Destripador,
quedando dudas acerca de una sexta. Las restantes mujeres que aparecieron
muertas hacia la misma época o en la inmediata posterior a él no se le atribu-
yen (pp. 98 ss.). Apareció entre la niebla y la miseria del distrito como desa-
pareció, donde nunca, entonces ni después, fue identificado. Los arrestos que
de diferentes personas se efectuaron fueron todos infructuosos. No obstante,
dejó pistas. Las cartas escritas a las autoridades policiales y algunas notas
remitidas a la prensa encabezándolas con un «Querido jefe» (pp. 45 y 65),
hicieron sospechar a los expertos incluso que se trataba de algún agente entre
los investigadores. Otras misivas, donde figuraba «Desde el infierno» (p. 76),
no únicamente venían a significar la consciencia de sí mismo que tenía el
autor, sino lo terrible de las muertes que procuraba a las desgraciadas muje-
res, todas alcohólicas y dedicadas a la más baja prostitución. Era en sus luga-
res de residencia o de ejercicio de su oficio donde las buscaba. La referencia
nominal de las mismas se acompaña por Rodríguez Ibarra de una pequeña
biografía de ellas que las sitúa en el mundo. La película de los hermanos
Hughes, protagonizada por Johnny Depp, que encarna magistralmente al ins-
pector Frederik Abberline, uno de los más inteligentes profesionales ocupa-
dos en los crímenes, precisamente se denomina de aquélla manera: «Desde el
infierno» (2001). Es precisamente este detective quien pensó que el asesino
tenía nombre y apellidos, un inmigrante polaco que después envenenó a tres
de sus amantes y que fue ejecutado en 1903 (pp. 91 y 92). El cambio de
método ejecutivo, impropio de los asesinos en serie, es el que hace dudar de
la autoría a Rodríguez Ibarra (ult. p. cit.).
El mismo nombre por el que ha pasado a la historia el autor de los delitos
se lo atribuyó el mismo: «The Ripper» (p. 46) y así quedó para siempre en la
antología de los asesinos en serie, posiblemente el primero de cuantos así
fueron reconocidos después. El calificativo proviene del modus operandi.
Las víctimas fueron cruelmente evisceradas, destrozadas interiormente,

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