Los presupuestos esenciales de un nuevo sistema de protección social

AutorMaría Luisa Molero Marañón
Páginas11-44
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CAPÍTULO I
LOS PRESUPUESTOS ESENCIALES DE UN NUEVO SISTEMA
DE PROTECCIÓN SOCIAL
1. EL NACIMIENTO DE UN NUEVO SISTEMA DE PROTECCIÓN SOCIAL
PARA UNA NUEVA NECESIDAD O RIESGO SOCIAL
La aprobación de la Ley 30/2006, de 14 de diciembre, de promoción de
la autonomía personal y atención a las personas en situación de depen-
dencia, supone un hito normativo dentro de nuestro sistema de protec-
ción social, configurándose por el propio texto como el “cuarto pilar”
del Estado del Bienestar, al garantizar un marco estable y necesario de
protección de las personas que requieren el auxilio o asistencia nece-
saria para poder llevar a cabo una vida digna y lo más autónoma posi-
ble. Como se sabe, el texto legal pretende dar respuesta a la demanda
intensa y creciente de protección de las personas que se encuentran en
situación de dependencia, al haber entrado en una profunda crisis los
sistemas tradicionales de apoyo de cuidados familiares.
Desde esta perspectiva, el legislador asume con este nuevo texto legal
la protección de la dependencia como un problema del Estado, par-
tiendo de la noción utilizada por el Consejo de Europa como “el estado
en el que se encuentran las personas que por razones ligadas a la falta
o perdida de autonomía física, psíquica o intelectual, tienen necesidad
de asistencia y/o ayuda importantes para realizar las actividades de la
vida cotidiana” [Recomendación nº 98 relativa a la Dependencia].
En este sentido, es preciso destacar como las transformaciones pro-
ducidas en nuestra estructura social y demográfica conducen a que la
protección de dependencia no pueda seguir concibiéndose como una
cuestión que afecta prioritariamente al núcleo privado o familiar, sino
que se ha convertido en un asunto que repercute en la sociedad en
su conjunto, al que tiene que dar respuesta el poder público, consti-
tuyéndose como uno de los grandes retos que tiene que afrontar un
modelo de Estado social, tal y como se ha puesto de relieve en distintos
informes y decisiones internacionales [OMS, Consejo de Europa y la
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MARÍA LUISA MOLERO MARAÑÓN
Unión Europea]. Desde esta óptica, resulta una realidad incuestiona-
ble el aumento objetivo y creciente de la población mayor en los países
desarrollados en general y en la sociedad española, en particular.
La población en Europa ha envejecido, en un proceso que se vislum-
bra como progresivo e irreversible; los avances sanitarios y la mejora
de la calidad de vida ha provocado un aumento sin precedentes de la
esperanza de vida en la historia demográfica, donde por vez primera
la vejez no sólo ocupa un destacado escalón en la pirámide ocupacio-
nal, sino que representa la proporción mayoritaria de la sociedad en el
presente siglo, tras la drástica reducción de los índices de natalidad1.
La esperanza de vida en Europa ha aumentado de forma llamativa,
situándose actualmente en 81,96 años para las mujeres y 75,66 para
los hombres, edades que se incrementan en el caso de España, que
se encuentra a la cabeza de los países europeos, en lo que se refiere a
esperanza de vida, situándola en 84,9 para la mujer y 78,9 en el caso
del hombre2. De este modo, cabe destacar como España es uno de
los países, en los que el proceso de envejecimiento es especialmente
acusado. En las últimas décadas, la transformación que ha sufrido la
estructura social resulta más que evidente: la población mayor españo-
la se ha duplicado en los últimos cuarenta años –número de personas
mayores de 65 años–, pasándose del 9,7 por 100 de la población total
en 1970, a más del 18 por 100 en los últimos años (1 de enero de 2014),
incrementándose simultáneamente de manera sustancial la población
de 80 y más años, duplicándose en sólo 20 años, hasta representar un
5,3 por 100 de la población total3.
Dicha prolongación de la edad provoca a medida que la persona enve-
jece, mayores problemas de dependencia por razones de enfermedad
o de discapacidad. O dicho de forma más explicita, a medida que las
personas cumplen años cada vez es más probable que comiencen a
tener limitaciones, en mayor o menor grado, para gestionar su propia
vida cotidiana, en los aspectos más básicos y habituales. Desde esta
óptica, no se puede desconocer la interrelación existente entre la edad
y las situaciones de discapacidad, aumentando dichas situaciones en
clara correspondencia con el aumento de la edad: más del 32 por 100
1
DURÁN BERNARDINO, M., La protección de las personas en situación de dependen-
cia. Balance y perspectivas de su régimen jurídico-político, Granada (Comares), 2015, p. 9.
2
ABELLÁN GARCÍA, A. y AYALA GARCÍA, A., “Un perfil de las personas mayores
en España, 2014. Indicadores estadísticos básicos”, Informes Envejecimiento en Red,
Madrid (2014), nº 6, p. 9 (http://envejecimiento.csic.es/documentos).
3
Así se refleja en los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), Espa-
cio Mayores (http://www.espaciomayores.es/imserso).
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BASES, EVOLUCIÓN Y RETOS DE LA LEY DE DEPENDENCIA A LOS DIEZ AÑOS DE SU APROBACIÓN
de las personas mayores de 65 años tienen alguna discapacidad frente
al 11,1 por 100 de los menores de dicha edad, incrementándose de
nuevo al 57,91 por 100 cuando se supera los 85 años de edad
4
. En
suma, el 9 por 100 de la población española sufre alguna discapacidad
o limitación que en un importante número de ocasiones coincide con
las personas de elevada edad. Dichas cifras, lejos de descender, van en
aumento, si se atienden a las estadísticas elaboradas anualmente por
el IMSERSO.
No obstante, como ya se destacaría en el Libro Blanco de la Dependen-
cia, la situación de dependencia potencialmente puede afectar a todas
las estructuras de edades, puesto que la dependencia puede provenir de
discapacidades congénitas o nuevas enfermedades discapacitantes que
han sufrido un fuerte incremento en los últimos años por los cambios
producidos en las tasas de supervivencia de determinadas enfermeda-
des crónicas, así como a consecuencia de los índices de siniestralidad
vial y laboral5. Como se ha dicho con razón, las enfermedades dege-
nerativas y crónicas son el corolario de un progreso social y sanitario
sin precedentes históricos, sin perjuicio de admitir que las situaciones
de dependencia se intensifican y se conectan de modo natural con el
proceso de envejecimiento, realidad que no se produce de ordinario en
las fases anteriores del ciclo vital6.
Dicha situación de dependencia va inescindiblemente unida a la nece-
sidad de asistencia y cuidado por una tercera persona: el concepto de
dependencia implica la necesidad de ayuda7. Dicha demanda social de
cuidado se intensifica en el caso de las mujeres, puesto que como se
ha expuesto son las que gozan de una mayor esperanza de vida, acom-
pañada por un peor estado de salud y menores recursos económicos,
al ser la pensión de viudedad el recurso fundamental de protección de
la vejez femenina8. El hombre, junto a una esperanza de vida más re-
4
www.imsersomayores.csic.es.es/documentos.discapacidades
5
Libro Blanco de Atención a las personas en situación de dependencia en España, Ma-
drid (Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales), 2006, p. 23.
6
Vid. al respecto SEMPERE NAVARRO, A.V., “Presupuestos, antecedentes y gesta-
ción de la Ley”, en AA.VV. (SEMPERE NAVARRO, A.V. y CHARRO BAENA, P., Dir. y
Coord.), Comentario Sistemático a la Ley de la Dependencia, Ley 39/2006, de 14 de di-
ciembre, e Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de
dependencia y normas autónomas, Navarra (Thomson-Aranzadi), 2008, p. 79.
7
DURÁN HERAS, Mª.A., El trabajo no remunerado en la Economía global, Madrid
(Fundación BBVA), 2012, p. 423.
8
Vid. al respecto, HERAS HERNÁNDEZ, Mª.M., “Beneficiarios directos e indirectos
de la protección social de la dependencia” en AA.VV. (MOLERO MARAÑÓN, Mª.L.,

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