Las políticas sociales en las sociedades complejas

AutorManuel Herrera Gómez y Pedro Castón Boyer
Páginas145-147

Se presenta una obra de gran actualidad en el terreno de la política social, situada en pleno debate sobre el papel del Estado en la satisfacción de las necesidades a la población. Sobresale entre toda la bibliografía existente sobre Política Social, porque lejos de ser una recopilación de sucesos históricos, constituye, tras el análisis de la sociedad presente, una verdadera propuesta de actuación. Parte de un conjunto de hipótesis que se pretenden resolver tales como la transición de la integración sistémica a la integración social; de la centralidad del Estado a la pluralidad de actores dentro de la organización reticular y desde la delegación de los aparatos centrales, verticales y nacionales a la autonomización de las instituciones de bienestar. Como consecuencia de todo ello, se ha modificado también el propio concepto de política social y ha sobrepasado los límites de la política pública. La nueva política social, ha llegado a la esfera próxima al ciudadano, con un concepto local que impregna todas sus acciones.

La introducción, nos sitúan en el estado de la cuestión, esbozando las notas más distintivas del tránsito de la normatividad a la relacionalidad en la política social. Posteriormente, a lo largo de sus siete capítulos, se revisa el concepto de Política Social, los cambios ocurridos en los últimos años, la planificación social desde la sociología, los nuevos desafíos, la situación de la política social en Europa, el Tercer Sector y la community care, entre otras cuestiones. Se concluye con una propuesta de política social como «guía relacional» desde las comunidades locales. Además, se incluye una extensa bibliografía internacional que no olvida a ningún autor relevante en este debate. En todos los capítulos, se observa una estructura similar que supera a la mera descripción. Sus autores plantean, como en cualquier investigación, hipótesis de partida, se cuestionan los problemas actuales, mostrando las posibles soluciones y proponiendo esquemas de intervención que combinan de modo completo la teoría con la práctica diaria. Si algunos autores han sido capaces de identificar las notas distintivas de la política social en las sociedades complejas, Castón y Herrera, proponen esquemas de actuación innovadores, que superan los anteriores paradigmas. Este hecho, hace que su obra pueda ser recomendada para teóricos y profesionales en cualquier intervención social.

Como punto de partida, asistimos a un nuevo ciclo histórico de la política social, una vez que se han consolidado de modo normativo los derechos sociales de los ciudadanos, propugnados de un modo u otro por Bismarck en el siglo XIX o más tarde, tras la II Guerra Mundial, por Beveridge. La sociedad en la que se sustentaban los propósitos anteriores ha sido sustituida por otra compleja y post-moderna en la que resulta difícil asegurar un incremento lineal y constante de los derechos sociales sin modificar los modelos imperantes. Se trata de una sociedad fragmentada, pluralizada y con nuevos problemas sociales y desde ella surge el planteamiento de cómo resolver estas cuestiones, qué actores participarán y de qué modo.

Por esta razón, se aborda en el primer capítulo, el propio concepto dinámico de política social. Nacido con el Estado moderno, en el siglo veinte se identificó con las acciones, estructuras y procesos del Estado del Bienestar. Pese a que se comentan los aspectos más emblemáticos en su origen y desarrollo histórico, se pone el énfasis en el hecho de que a lo largo de este proceso se ha olvidado el desempeño de las políticas sociales en manos de sujetos diferentes al Estado, de modo societario. Junto con ello, las tradicionales definiciones de la política social ya no sirven para explicar la situación actual y son superadas, en todas sus vertientes, por nuevas configuraciones.

Incluso la disciplina se ha modificado desde su origen y se entiende que insistir en el carácter solidario de lo social en contraposición con el carácter egoísta de lo económico es promover la participación de la administración pública y hacer más pasivos a quienes tienen necesidad de ayuda. En definitiva, hay que superar las anteriores definiciones y entender la política social en las sociedades complejas como toda institución y actor de la escena social que, en un marco de Estado que asegura todas las garantías liberales-democráticas, se sensibiliza en la función difusa de evitar la pobreza, marginación y desviación; distribuye de forma equitativa las oportunidades de vida y realiza estas funciones con el mayor grado de auto-responsabilización.

Una vez resuelta la definición de política social, es adecuado replantear la compleja relación entre conocimiento sociológico y planificación social. Por ello, en el segundo capítulo se pretenden sacar a flote aquellas condiciones que precisan una eficaz relación entre sociología y programación social en la sociedad compleja. Hay que utilizar una aproximación que sepa prever al mismo tiempo una mayor diferenciación e integración entre ambas disciplinas. Alejado de los tres paradigmas propuestos y debatidos (realismo positivista, constructivista y del convencionalismo) se abre un cuarto paradigma, denominado relacional. Pese a sus ventajas, existen obstáculos a superar para lograr una intervención adecuada. Entre ellos, la posibilidad de distinguir entre el conocimiento real de la situación y la evaluación, dónde termina la intervención y cómo puede mejorarse la comunicación entre operador y destinatario cuando depende de los procesos de transformación de las señales para estos últimos.

Para resolver las relaciones distorsionadas entre política social y teoría sociológica, se propone un modelo de Observación, Diagnóstico e Intervención (ODG) similar al AGIL de Parsons, donde la L sería ocupada por la planificación relacional más próxima a los mundos vitales, a las asociaciones y a la community care. En definitiva, los modelos relacionales son capaces de elaborar estrategias que respetan la integridad de los individuos al tiempo que promueven un cambio organizado, mediante la formación de contextos culturales en los que un mínimo de orientaciones comunes en valores permiten la autogestión de los subsistemas, dentro de los límites de su autonomía.

Resuelta la asociación entre ambas disciplinas, queda pendiente conocer el papel que tendrá la ciudadanía en las sociedades complejas. Este concepto, planteado por T.H. Marshall, como conjunto de derechos y deberes que vincula al individuo a la plena pertenencia a la sociedad, vuelve a adquirir protagonismo. La sociedad del trabajo también se ha modificado y ha aumentado la complejidad social con nuevos derechos y nuevas marginaciones, lo que impone la elaboración de un nuevo marco conceptual. Nos encontramos ante una paradoja: al tiempo que la idea tradicional de ciudadanía ya no es adecuada, es posible garantizar a todos, prescindiendo de su condición cultural, social y económica, la emancipación e igualdad de posibilidades que prometía realizar. Sin embargo, hay que reconocer que una compleja mezcla de factores económicos y socioculturales que hunden sus raíces en variables de género, edad y raza, constatan que la realización de una ciudadanía plena aún constituye un objetivo muy lejano para buena parte de la población, es decir, un proyecto no realizado.

Como se ha mencionado, en la nueva política social, el Tercer Sector ocupa un importante papel como actor, por lo que se nos acerca a sus características más relevantes y a los cambios experimentados en las últimas décadas. Se trata de organizaciones creadas para cumplir finalidades sociales que se avalan por la implicación de voluntarios, que se basan en un ethos que valora la igualdad y la participación en modelos de gestión más democráticos que aquellos típicos de organizaciones burocráticas y cuyos recursos no provienen de consumidores finales. Pese a su crecimiento en número, contribuyendo a la elaboración de una ciudadanía de autonomías sociales, les ha faltado el pleno reconocimiento institucional, impidiendo que se creasen campos organizativos verdaderos y propios.

Además, el énfasis en la configuración relacional se encuentra en la esfera local, por lo que se asiste a un interés creciente por la community care. Es un modelo de intervención en el que participan diversas fuentes de ayuda, que pueden proceder de la asistencia pública, privada mediante pago, de voluntarios e informal. Para que la acción sea eficaz, en cada intervención es preciso delimitar qué tipo de necesidad es precisa y qué nivel de profesionalidad se requiere. Además, conocer el grado de familiaridad entre el asistido y sus red informal de apoyo. En último término, respecto a la red privada, de quién dependen otros para realizar sus acciones cotidianas.

Es importante reconocer que en algunas necesidades el sector informal puede ejercer un mejor papel que el formal y viceversa. Del mismo modo, resulta básico racionalizar los recursos para evitar duplicidad de competencias y entender que todo aquel que ejerce una acción sobre el bienestar forma parte de esta red. Desde el punto de vista de la actuación, se inserta en la lógica del case-manager en la que se otorga la función de director a la misión de buscar todos los vínculos posibles para solucionar el problema.

En la esfera gubernamental, todos los Estados europeos están activando políticas de welfare mix, con dos grandes modelos alternativos: el liberal/laborista y el societario o relacional. La ciudadanía es concebida como un complejo de derechos-deberes de los sujetos y el gobierno es una concertación entre el Estado y una pluralidad de actores sociales. Por este motivo, el bienestar debe ser expresión de la sociedad más que del Estado. Para actuar en este contexto sin perder las nociones de calidad, eficacia y eficiencia es precisa la actuación conjunta del mercado (A), política (G), economía social (I) y comunidades primarias (L).

En este panorama de necesidades pendientes, los sistemas de protección social en Europa han llegado a un punto crítico y se debaten entre el desarrollo de una protección social más amplia o la estabilización de un sistema público que garantice prestaciones solamente a los grupos sociales más débiles. Los autores vuelven a superar ambas posturas y proponen un nuevo diseño global de la protección social que incluya a múltiples actores, un conjunto de derechos sociales más complejo, criterios de valoración sustentados en la eficacia, eficiencia y equidad y nuevas modalidades basadas en las redes formalesinformales. En su opinión, la nueva protección social en Europa ha de sustentarse en los principios de solidaridad, subsidiariedad, democracia asociativa y macro-micro link en las comunidades locales. Además, se solicitan como reglas un nuevo espíritu de las combinaciones, ubicarse en el punto de vista del cliente como ciudadano, pensar en otros criterios de Estado-mercado, como el Tercer Sector, cooperación y coordinación entre los diversos sectores de la protección social y flexibilidad de los esquemas de garantías, configurados bajo la relación de Observación- Diagnóstico-y Guía. Todo ello, entendiendo al Estado como ordenador general.

En definitiva, al igual que otros autores (Pierson, 1991:216-17; Beltrán, 2000:26; Tortella, 2000; Offe, 1990:141), este libro aboga por la reorganización frente al criticado desmantelamiento del Estado del bienestar. Además, incluso el término se ha modificado y hoy se trata de la sociedad del bienestar, poniendo el acento en la responsabilidad de las familias y las personas singulares, en todos los niveles de modo integrado. Las nuevas estrategias dejan al Estado como organizador y tienen su bisagra en las comunidades locales, haciendo de la community care una verdadera y propia policy, construyendo las políticas sociales como sistemas de observación, diagnóstico y guía-relacional. En resumen, el eslogan think globally, act locally sigue siendo aún válido y la política social se convierte hoy en responsabilidad de todos.

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