La participación social en la escuela pública: un reto colectivo

AutorJosé Francisco Belda Ibáñez
CargoUniversitat De València
Páginas83-102
238
La participación social en la escuela pública:
un reto colectivo
JOSÉ FRANCISCO BELDA IBÁÑEZ
UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
1. Introducción
La sociedad está cambiando, y lo está haciendo a un ritmo tan vertiginoso que a
duras penas tenemos capacidad de reacción. Los grandes consensos sociales sobre
los que habíamos construido nuestra vida se derrumban, y vemos como la violencia
del discurso institucional lamina toda reacción ciudadana al deslegitimar, con sus
arengas cerradas, indiscutibles e innegociables, las voces que se alzan exigiendo una
distribución más equitativa de la crisis y una mayor cobertura pública de las necesi-
dades básicas. Lo cierto es que la crisis se ceba en los sectores más necesitados de la
sociedad, en los grupos sociales más precisados de cobertura institucional, en defi-
nitiva, en los que menos voz tienen, en los que menos capacidad de organizarse y,
por lo tanto, de incidir en el diseño social que van a sufrir. La sociedad está cam-
biando y lo hará mucho más en los próximos años; cabe preguntarse en qué sentido
se consolidará el cambio, qué papel asumirán las instituciones públicas, qué papel
jugaran los ciudadanos en este nuevo escenario social.
Desde el discurso neoliberal se nos amenaza con que la sociedad del bienestar
está agotada, que es inviable, pero que esto no es negativo, al contrario, va a per-
mitir que los ciudadanos aumenten sus responsabilidades sobre sus propias vi-
das, glorificando de este modo, un individualismo radical y una exaltación de la
diferencia como justificación de la exclusión y el extrañamiento, ya que, cada uno
tendrá lo que se merezca y pueda conseguir con su singular esfuerzo; ocultando
del discurso que las diferencias de partida son el principal escollo para competir
en igualdad de condiciones, y que sólo podrán ser neutralizadas mediante políti-
cas compensadoras de integración.
Frente a este planteamiento de radicalismo neoliberal, se precisa un proyecto
que permita y justifique el que los ciudadanos aumenten el control sobre las con-
tingencias que afecten a sus propias vidas y ejerzan este control desde la coopera-
ción colectiva y la participación activa en la gestión de lo público. Para desarrollar
este planteamiento, es precis o reconsiderar el papel de la escuela como una de las
instituciones más importantes de las sociedades democráticas. Creemos que es
de interés en este punto, preguntarnos cómo está perturbando el cambio social en
la relación entre escuela pública y la sociedad.
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De modo general, podemos afirmar que se están produciendo dos reacciones
para hacer frente al contexto de desequilibrio social generalizado que comienza a
ser una de las características de nuestro sistema, y que se proyecta, de forma viru-
lenta, en nuestras escuelas, provocando un incremento de las desigualdades en el
seno de la propia comunidad educativa. Consecuentemente con esta nueva situa-
ción, se produce un aumento de la conflictividad en los centros, abonada por una
falta de recursos, que imposibilita el normal desarrollo de los proyectos educativos
de carácter integrador, que comenzaban a dar sus resultados, y se propicia el caldo
de cultivo para una situación de deterioro de «todos contra todos». Padres contra
profesores —al no entender sus reivindicaciones—, profesores contra profesores
—por las diferentes posiciones para hacer frente a la crisis, padres contra padres —
por apoyar o no apoyar a unos u a otros. El naufragio de la escuela está servido: la
comunidad educativa está rota; y esto no es casual, es el resultado de un proceso
largo y meditado para que, por un lado, un amplio sector de los usuarios naturales
del sistema educativo público opten por abandonar sus tradicionales posiciones y
se enroquen en la seguridad de la educación privada. Al tiempo que, otro sector
también de la población, siga fiel a la educación pública, bien por convicción (lo que
hacen a costa de mucho esfuerzo y militancia), bien por incapacidad incluso de
gestionarse el cambio de escenario. No olvidemos que no todos los ciudadanos es-
tán capacitados para utilizar con el mismo nivel de eficacia los dispositivos de mer-
cado, con lo que la aceptación de la libre elección conlleva en sí misma elementos de
desigualdad de oportunidades y mayor desequilibrio social.
Lo cierto es que tanto para una opción como para la otra, las funciones tradi-
cionales que se le asignaban a la educación van a verse transformadas, o cuanto
menos cuestionadas. Si el principio de igualdad de oportunidades ha sido hasta
ahora uno de los principales criterios que, junto a los de cohesión social, compen-
sación y socialización en una cultura común, han permitido crecer el sistema
educativo en su conjunto, la expansión del pensamiento neoliberal y su conse-
cuencia, la aplicación de las leyes del mercado a la educación, han desmontado el
acuerdo y han resituado los intereses de las partes en proyectos a todas luces
antagónicos. Como señala Subirats:
[...] en medio de este conjunto de transformaciones encontramos intereses en com-
petencia, encontramos valores diferentes, y también encontramos relaciones de po-
der que aceptan de mejor o peor manera las consecuencias de todo ello [Subirats
(2011, 7)].
Relaciones de poder que van a filtrar de modo interesado y muy calculado, la
forma en que definiremos la calidad del sistema, el modo en que lo evaluaremos
e incluso, todo el régimen de conceptualizaciones y legitimaciones que nos per-
mitirán su valoración y justificación social. Frente a esta disyuntiva que nos plan-
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