Las paradojas de la Historia del arte

AutorJordi Massó Castilla
Páginas101-112
246
Las paradojas de la Historia del arte
JORDI MASSÓ CASTILLA
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
Esto que aquí comienza no es más que la historia de dos episodios, de dos anéc-
dotas, que han marcado el devenir de esa disciplina humanística que llamamos
«historia del arte». Es el relato de dos momentos unidos por su carácter paradóji-
co, por estar protagonizados por escritos que rectificaban textos previos, y porque
ha sido Georges Didi-Huberman quien ha puesto el foco sobre ellos para propi-
ciar, o al menos sugerir, un nuevo rumbo en los estudios de carácter historiográ-
fico centrados en los objetos artísticos.
1ª paradoja: Kant, la imaginación y el arte
A decir verdad, a quien debemos el haber prestado atención al primero es a Heideg-
ger. En Kant y el problema de la metafísica (1929) aquel filósofo observaba cómo en
la segunda edición de la Crítica de la razón pura, Kant se replanteó el papel que
tenía la imaginación trascendental en su sistema. Así como en la primera edición
esta facultad era uno de los tres pilares del conocimiento «ontológico» (es Heideg-
ger quien emplea este adjetivo) junto a la sensibilidad y el entendimiento, en la
segunda los pasajes en los que así aparecía caracterizada la imaginación fueron
eliminados. El entendimiento, la facultad encargada de la síntesis de los elementos
proporcionados por sus compañeras, funciona básicamente a partir de los esque-
mas puros, un producto —aclara Kant— trascendental de la imaginación. El enten-
dimiento emplea conceptos que tienen su origen en la imaginación, pues de no ser
así perderían su vínculo con lo sensible y quedarían encerrados en la torre de marfil
de una facultad que podría pensar con sus nociones, sí, pero nunca conocer.
Pero la imaginación, que es ante todo Einbildungskraft, formadora de imáge-
nes (Bild), guarda celosamente el secreto de su funcionamiento, como el propio
Kant confesó. La raíz de aquella actividad permanece oculta y Kant «retrocedió
ante esa raíz desconocida».1 Por eso, en la segunda edición «la imaginación no es
ahora sino un nombre de la síntesis empírica, es decir, de la síntesis relativa a la
intuición, la cual, en el fondo, es decir, como síntesis, pertenece al entendimien-
to».2 En otras palabras, la imaginación perdió autonomía, poniéndose al servicio
del entendimiento. Lo grave del asunto es, para Heidegger, que con la primera
edición de la Crítica de la razón pura en la mano, el tiempo resultaba ser un pro-
ducto de la imaginación trascendental que se presentaba bajo la forma de una
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