«Naturalidad» y visión de la mujer en su obra crítica

AutorE. Sánchez García
Páginas188-194

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Heredera de una tradición cultural tan ilustre como la del liberalismo español de las primeras décadas del siglo XX y protagonista femenina importante cuanto discreta en el grupo de los intelectuales españoles que vivieron, investigaron y trabajaron en la Nueva York de la segunda mitad del Novecientos, Soledad Carrasco Urgoiti aportó a aquella tradición uno de los libros críticos sobre literatura áurea más leídos durante largo tiempo en ambientes internacionales académicos -no sólo de hispanística.

La recepción impresionante de El Moro de Granada en la literatura (1956)1es una prueba incontrovertible del valor del libro, y la riqueza de éste apabulla no sólo si se lo usa como un gran repertorio de temas y motivos de la llamada literatura fronteriza y de su difusión europea sino también si se lo lee como el resultado escrito de la amplia mirada que una intelectual española echa, desde su destino norteamericano, sobre aquel gran repertorio, a la vez que lo va constituyendo. En mi opinión esa mirada añade al libro un mérito teórico de gran relevancia puesto que favorece una división de la materia estudiada siguiendo un criterio que es, a grandes rasgos, comparatista: un enfoque gracias al cual la estudiosa intenta dar cuenta de la primera oleada de Orientalismo generada por las literaturas europeas modernas.

En la primera parte del libro lo que Soledad Carrasco describía y demostraba era la primogenitura de la literatura española en la creación de un imaginario literario europeo dedicado al Oriente islámico, Oriente que, paradójicamente, era occidental, por granadino. El esfuerzo realizado por la estudiosa se concentraba en la ordenación de una tipología genérica (la del moro granadino) tal y como se recoge en la serie literaria castellana entre los siglos XV y XVII; tal ordenación era indispensable para dar una idea precisa de la

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importancia de la literatura fronteriza dentro del panorama creativo áureo: el número crea un tejido de apretada trama sobre el que se destacan las grandes obras maestras (El Abencerraje, Las guerras civiles de Granada...) y son éstas las que dan densidad a esa primogenitura. En la segunda parte Carrasco Urgoiti describía la evolución de la materia granadina en las épocas neoclásica y preromántica mientras que la tercera estaba dedicada al progreso de aquella en el Romanticismo y en otras corrientes del siglo XIX.

Al seguir las huellas de algunos de los temas literarios castellanos fronterizos del Renacimiento en su trasplante a las literaturas italiana, francesa e inglesa o al rastrear el influjo de otros más tardíos en las literaturas inglesa y norteamericana, o en otras euro-peas como la francesa o la alemana, Soledad Carrasco estaba esbozando las líneas principales del mapa de un territorio multinacional abonado por esa oleada procedente de España en distintos momentos históricos, oleada que iba a constituir un sedimento del gusto de notable importancia en las culturas nacionales occidentales.

Es natural que, en un trabajo de estas características, no hubiera espacio para ámbitos particulares dedicados a función y rol de la mujer en esa literatura, aunque un año antes Carmen Bravo Villasante publicaba La mujer vestida de hombre2en la misma editorial, lo que demuestra que entre las investigadoras españolas de esa generación no estaba ausente la voluntad de interrogar el riquísimo yacimiento de la literatura castellana clásica adoptando un punto de vista que colocara en primer lugar un específico protagonismo femenino.3Se puede decir, por tanto, que efectivamente hay una ausencia de indagación específica sobre roles femeninos en el libro dedicado por Soledad Carrasco al Moro de Granada de 1956. Y, sin embargo, no por ello falta atención hacia las funciones literarias de los personajes femeninos. A esa atención es a lo que yo he llamado, en el título de estas breves páginas, «naturalidad» pues, en efecto, a lo largo de todo el texto la estudiosa conduce el análisis sobre protagonistas y personajes femeninos siempre desde el interior del sistema que está a la base de su investigación: el comentario sobre tal o cual protagonista femenina nunca se extrapola; al contrario, se distingue siempre por su talante unificante, dentro del comentario general sobre la fabula y sobre la forma del contenido.

La ausencia de una especificidad crítica sobre roles femeninos depende entonces, en primer lugar, de las características estructurales de la monografía, del método de indagación que la autora pone en práctica. En segundo lugar, su mirada centrípeta hacia tales roles es perfectamente orgánica con los presupuestos científicos que la estudiosa se da en el arranque de la investigación pues, como ella misma señala en la Nota Preliminar, su estudio «se propone seguir las fortunas y vicisitudes que ha corrido en las literaturas occidentales ese ente poético -reflejo idealizado de los últimos representantes del Islam español- que es el moro galante de Granada».4Es evidente que, interesada, como está, en «el idealizado moro granadino [tal y como aparece en] el conjunto de temas literarios que giran en torno a los últimos tiempos del reino nazarita»5no puede prescin-

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dir del papel de la mujer dentro de ese mundo pero tampoco puede tratarlo sin considerarlo intrínseco al universo dominado por el personaje mitificado del moro galante.

Así lo hace desde el primer capítulo,6en donde, apoyándose en Menéndez Pidal, sostiene que el grupo de los romances fronterizos cuya acción es presentada como vista desde el campo enemigo «constituye ya la etapa inicial del romancero morisco, pues no faltan en ellos primores descriptivos, alusiones a pormenores de la vida privada ni tampoco la atribución a los moros granadinos de algunos rasgos caballerescos, como el del culto a la dama, que debían ser más comunes en el campo cristiano».7Y sin embargo, a pesar de que el estudio tipológico no consiente a la autora digresiones que den prioridad al análisis de los roles femeninos, Soledad Carrasco Urgoiti dedica -breves o amplios- ciertos ámbitos del libro a seguir las trayectorias de las grandes protagonistas de esa literatura; breves lo son en la primera parte del libro: si, en las páginas dedicadas a la novela de El Abencerraje, la expresión del amor de Abindarráez es el rasgo más alto de la caracterización del joven caballero, Xarifa es vista a la altura de su amado pues muestra «su total correspondencia y su capacidad de sacrificio».8En cambio, el apretado esquema que la autora presenta de las Guerras civiles de Granada no le consiente detenerse sobre la figura de Moraycela, la esposa de Boabdil calumniada de adulterio con el abencerraje Albinhamete. Este esquematismo tiene su razón de ser, explicada por ella en la Advertencia que antepuso al texto.9¿Desperdicia entonces la autora un tema como el de Moraycela que tanto podía dar de sí si el enfoque monográfico hubiera contenido un capítulo dedicado a la mujer? Absolutamente no, como demuestra el índice de nombres del aparato crítico: las entradas al nombre de «Morayma (esposa de Boabdil)» son varias10y numerosísimas las correspondientes a la voz de «Sultana, Leyenda de la».11Además la estudiosa volverá a tratar algunas de las numerosas vertientes en que se derrama el tema de la Sultana en los años siguientes: su análisis de La luna africana se muestra atento a las recaídas que el tema de la falsa acusación...

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