Mujer y judicatura

AutorJulio Picatoste
Cargo del AutorMagistrado (jubilado) - Académico de número de la Real Academia Gallega de Jurisprudencia y Legislación
Páginas53-55
MUJER Y JUDICATURA 12
Dicen los sociólogos que la Carrera Judicial se ha “feminizado” debido
al creciente nivel de incorporación de la mujer a la judicatura. Es cierto; las
estadísticas son elocuentes; la visita a cualquier juzgado, también. La progre-
sión de los últimos años es espectacular: en la promoción de 1984, el 11%
eran mujeres; en el año 2005, sumaban ya un 44%. De los 127 jueces que
el pasado mes de julio recibieron los despachos de manos del Rey, la cuota
femenina alcanza ya el 60%; y el porcentaje es aún mayor en la promoción
que, hace unas semanas, acaba de ingresar en la Escuela Judicial: 100 mujeres
y 35 hombres (74%). Esta progresiva presencia femenina en los tribunales
empieza a ser habitual y puede decirse que es hoy el signo de los tiempos.
Si tomamos como referencia el total de la Carrera Judicial, las mujeres
representan hoy, según estadísticas de 2008, el 41,17 %. El porcentaje va de-
creciendo a medida que se avanza en edad, dado el tardío acceso de la mujer
a la judicatura; es muy bajo por encima de los 60 años (7,21 %); pero es sig-
nicativo, porque nos da idea de lo que ocurre en los últimos tiempos, que
en edades inferiores a los 30 años las mujeres sumen el 69,72%. El reducido
porcentaje por encima de determinadas edades explica la escasa presencia
de la mujer en el Tribunal Supremo: solo un 8,7 % (el 30,5 % en Audiencias
Provinciales).
Schopenhauer, en un arranque misógino a los que tan dado era, decía
causarle risa el solo hecho de pensar en una mujer dedicada al ocio de juz-
gar. Pero si el juicio peyorativo del lósofo, dado su talante, puede no extra-
ñar, sí me ha sorprendido siempre la opinión de nuestra Concepción Arenal,
contraria a que las mujeres ejerciesen la función judicial. En su opinión, a la
mujer corresponden gestos de protección y valimiento, actitudes de persua-
sión y dulzura, y no formas de ejercicio coactivo de la autoridad. Aunque le
reconocía sobrada inteligencia y plena aptitud para el desempeño de cual-
quier profesión, repudiaba, sin embargo, la dedicación de la mujer a la judi-
catura, y no porque dudase de su rectitud y rmeza, sino porque no quería
provocar un conicto entre su deber y su corazón, ni que su nombre gurase
12 Faro de Vigo, 26 de septiembre de 2009.

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