El movimiento colegial español

AutorDámaso de Lario
Páginas93-114
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EL MOVIMIENTO COLEGIAL ESPAÑOL
En septiembre de 1364 el cardenal Gil de Albornoz, obrando en su poder
la correspondiente autorización de Inocencio VI, redacta su testamento. En
él ordena que, en la ciudad de Bolonia, se levante un Collegium Scholarium
in loco decenti –un colegio de escolares en un lugar adecuado–, que se cons-
truya allí un decens hospitium –un alojamiento decoroso– con jardín, au-
las, habitaciones y una capilla en honor del Beato –luego Santo– Clemente
Mártir, y que esa “casa o colegio” se llame domum Hispanorum –casa de los
Hispanos–. Y declara al colegio heredero universal de todos sus bienes1. Así
es como nace la primera fundación del movimiento colegial español, conocida
como Colegio de San Clemente o Colegio de los Españoles.
Los herederos testamentarios del cardenal, al interpretar las intenciones
de éste, dejan dos cosas claras en los primeros estatutos de la institución: que
todos los escolares –24 según el testamento y 30 en los primeros estatutos–
deben ser “clérigos o laicos, pero seglares”, de manera que ningún miembro
de una orden religiosa pueda ser admitido; y que sólo pueden serlo los de
Hispanica natione, “entendiendo Hispania en el sentido amplio del término,
que comprende todos los reinos más allá de los montes de Hesperia” –Hispa-
nia, la parte occidental del imperio romano–, esto es, la península ibérica2.
1 AMAE, Parte histórica, Copia manuscrita del “Testimonio, del testamento otor-
gado por [el] Reverendísimo Señor Don Gil, obispo Sabiniense y cardenal de la Santa Ygle-
sia Romana, en Ancona a 29 de Setiembre de 1364. Mayorazgo de Carrillo y Albornoz”.
Ante Don Francisco Seco de Cáceres, Abogado del Ylustre Colegio… Escribano público
propietario de número de Madrid, 31 de julio de 1871, ff. 24-25. En la versión impresa del
testamento, sin duda promovida por el colegio, en lugar de “domum Hispanorum” aparece
“domum Hispanicam”, cfr. Eminentissimi ac Reverendissimi Domini D. Aegidii Alborno-
tii, S. R. E. Cardenalis, Totius Italiae Legati, Archiepiscopi Toletani, ac Collegii Maioris
Hispanorum Bononiae fundati Institutoris Testamentum, Bononia, Typis ad Signum An-
corae, 1855, p. 12.
2 Estatuto 3, vid. Beltrán de Heredia (a), p. 9 y Marti, pp. 132-133. En BO 1522 st. II.2
se calica como Hispania “todo lo que se encierra detrás de los montes Pirineos y ambos
mares” (quicquid post pirineos Montes utroque mari cingitur”. Y en BO 1534 st. II.2 se
añade delante de esa frase “al modo de los Antiguos” [Romanos]: Hispaniam more ve-
terum inteligentes quicquid Pyrinaeis montibus, et utroque mari clauditur” (cursiva mía).
DÁMASO DE LARIO
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No se trató, sin embargo, de una iniciativa pionera en Europa, como ya sa-
bemos. Cuando Albornoz establece su fundación, se habían creado ya casi 80
colegios seculares y, como vimos, en la otra gran universidad de la Cristian-
dad –París– se habían instituido colegios especícos para “naciones”: Suecia,
Dinamarca, Alemania e italianos de Lombardía. A diferencia de lo que sucede
al norte de los Pirineos, donde, gracias a la victoria de Carlos Martel en Poi-
tiers, en los años 732-734, se frena la invasión musulmana en Europa, en la
península ibérica los siglos de vigencia de Al-Ándalus lastran el desarrollo de
la cultura cristiana; y así, las continuas batallas de la Reconquista y las gue-
rras entre los propios reinos no habían propiciado que el movimiento colegial
llegara a la única universidad existente en la Hispania cristiana –Salaman-
ca– o que se crearan más Estudios Generales en ese espacio geográco. Era
coherente pues que, hacia el nal de sus días, el político visionario que fue
Gil de Albornoz, en la estela de Inocencio VI3 –amigo suyo desde los años de
estudios de ambos en la Universidad de Toulouse– dejara establecida la crea-
ción de un colegio ut prouidere ignorantie Yspanorum –para remediar la
ignorancia de los hispanos– “entre los que, a causa de las crisis de las guerras
y otras calamidades sin n que ocurrieron en aquella provincia [Hispania] en
su momento, el saber de las letras y el número de hombres expertos se han
reducido mucho”4. Certero diagnóstico, sin duda, de lo que sucedía en sus
tierras de origen.
Y era coherente también que el cardenal –prelado de dimensión europea–
quisiera fundar su colegio en Bolonia, y no en Salamanca o en París. Porque,
aparte de haber caído en desgracia en la corte de Pedro el Cruel en 1349, es
en Italia donde se desarrolla el tramo más brillante de su carrera, tras ser
enviado por Inocencio VI como legado papal a latere5 en 1353 con la misión
de recuperar el Estado de la Iglesia; y porque Bolonia, ciudad relevante de ese
Estado, contaba con la universidad europea de mayor prestigio en los estu-
dios jurídicos y lo que necesitaba el papado de Aviñón era, sobre todo, legistas
y canonistas.
3 Recuérdese que Inocencio VI funda el Colegio de Saint-Martial en Toulouse en
1358/1359.
4 Ibidem nota 2. La nalidad de aliviar la escasez de maestros, por la falta de pro-
fesores causada por las plagas y los desastres de la Guerra de los Cien Años entre Francia
e Inglaterra (1337-1453), estuvo en el origen de diversas fundaciones colegiales creadas al
término de ese largo conicto, especialmente en Oxford y Cambridge, vid. Gabriel (b), p.
72.
5 Representante personal del pontíce para una misión importante.

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