Discurso de presentación pronunciado por el doctor Lorenzo Morillas Cueva con motivo de la investidura de doctor Honoris causa de Claus Roxin

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Escribía el poeta latino Virgilio que «mientras el río corra, los montes hagan sombra y en el cielo haya estrellas, debe durar la memoria del beneficio recibido en la mente del hombre agradecido». Y gratitud, mucha gratitud, hacia la persona del profesor Roxin y hacia su magisterio es la que nos inunda a todos los miembros que integramos el Departamento de Derecho Penal de la Universidad de Granada. Cuando hace ya algún tiempo elevábamos, por asentimiento, a los órganos de gobierno de nuestra Institución la petición de su investidura como doctor honoris causa, iniciábamos un acto de justicia intelectual y universitaria, un reconocimiento del talante y calidad científica de uno de los mejores investigadores y docentes con que ha contado la historia, tiene el presente y, estoy seguro, mantendrá el futuro de la Ciencia jurídica internacional. Valoración compartida por toda la comunidad universitaria que ha aprobado por unanimidad en todas las fases del procedimiento este nombramiento.

Lo que parece sumamente fácil se transforma en radicalmente difícil cuando se trata de concretar su laudatio. Para comenzar tengo que decir que el hecho de apadrinar a Claus Roxin en este acto es, para mí, un inmenso honor, que quiero compartir con todos los compañeros y compañeras del Departamento. Un honor que en contadas ocasiones se presenta en la vida universitaria, incluso a pesar de lo intensa que es la mía. Satisfacción que, en otro nivel, ya experimenté cuando tuve la oportunidad de prologar el libro «Eutanasia y suicidio. Cuestiones dogmáticas y de política criminal», editado en Granada, en el que tuvo la amabilidad de colaborar junto a otro insigne penalista, el profesor Mantovani, y a mis dos discípulos, Barquín Sanz y Olmedo Cardenete. Una muestra más de las estrechas relaciones que unen al profesor Roxin con la Universidad de Granada, que es continuidad de su extrema generosidad para recibir en la cátedra de Munich a nuestros investigadores y ofrecerles todo su magisterio y sabiduría, que son bienes tan preciados como impagables. Decía Antonio Machado que «nuestras horas son minutos cuando esperamos saber y siglos cuando sabemos lo que se puede aprender». Eternidad es lo que se refleja en nuestras pupilas cuando nos miramos en la ciencia de Claus Roxin.

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Explicitar la dimensión académica e investigadora del doctorando honoris causa en el breve tiempo que aconseja utilizar un discurso de estas características, es un objetivo absolutamente imposible por inalcanzable. Nacido en Hamburgo, ha sido profesor de las Universidades de Hamburgo, Göttingen y Munich. En esta última, ha ejercido, como profesor ordinario de Derecho Penal, Derecho Procesal Penal y Teoría General del Derecho, desde 1971 a 1999, ocupó el cargo de Decano entre 1973 y 1974, como antes lo fue en la de Göttingen, y desde 1974 es Director del Instituto para el conjunto de las Ciencias Penales de...

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