Made in Europe: el empleo a través de la excelencia y la diversidad (Editorial)

Este número especial de The IPTS Report producido conjuntamente con el Comité Científico, está dedicado a una de las cuestiones fundamentales con las que se enfrentan actualmente los responsables de la política en Europa: cómo compaginar una elevada calidad de vida con una distribución equitativa del trabajo, en un espacio económico y social donde la competencia "tradicional" está, en términos generales, reduciendo el empleo y empeorando las condiciones sociales de los sub-empleados. Es un intento de abrir camino a un debate que esperamos pueda producir nuevos puntos de vista en los próximos dos años, lo que nos permitirá crear un nuevo "círculo puro" de competitividad, excelencia y calidad de vida.

Al discutir estos temas, se consideró conveniente situar el debate en un contexto fácil de comprender. El informe "Made in America: recuperando el lado productivo", elaborado por la Comisión del MIT sobre productividad Industrial (1989), nos suministró tal punto de referencia, creando un marco útil para analizar la idea de "Made in Europe...": con este fin, el IPTS creó un Comité Científico, formado por Bob Whelan y Gustavo Fahrenkrog, miembros del IPTS, y por los autores Benjamín Coriat, Giovanni Dosi y Luc Soete, todos ellos investigadores activos sobre estos temas.

A modo de introducción, R. Solow, uno de los autores del proyecto americano original, comenta esta idea basándose en su experiencia. En su breve y agudo artículo "Si tuviéramos que hacerlo de nuevo" señala cinco caminos que el estudio original no siguió y que, sobre todo a la luz de los acontecimientos de la última década, podrían ser interesantes o incluso esenciales hoy día.

El estudio se centró fundamentalmente en la fabricación. En la actualidad los límites entre fabricación y servicios se han desdibujado, lo que hace absolutamente necesario considerar ambos.

El "outsourcing" (subcontratación) a través de fronteras nacionales y continentales y sus consecuencias para el empleo y las estrategias correspondientes exigen, ahora, más atención.

Centrarse en el empleo de alta productividad y en los no comercializables significa que hemos de tomar en serio la necesidad de invertir en capital humano.

La financiación de la seguridad social necesita un nuevo debate, específico de cada país.

Las barreras reglamentarias contra la adaptación flexible han de ser reconsideradas.

A estos puntos generales, se podría añadir una sexta diferencia significativa, específicamente europea, con respecto a los primitivos proyectos "Made in..."; Europa es un conjunto heterogéneo de "culturas" sociales y económicas muy diferentes. Los artículos de Dosi y de Ducatel y otros consideran esto, claramente, como una baza positiva y como un desafío.

Los cuatro artículos principales de este número especial se centran en diferentes aspectos de algunas de las cuestiones que un proyecto/acción como el que hemos iniciado debería abordar. No son ciertamente los únicos, y los autores han tratado de presentar los temas desde perspectivas diferentes, planteando preguntas más que dando respuestas.

El artículo de Benjamin Coriat, "Las nuevas dimensiones de la competitividad: hacia un enfoque europeo", revisa las diferentes nociones y los factores que determinan la competitividad, centrándose en particular en los nuevos determinantes basados en "factores no asociados al precio" y en las infraestructuras y las externalidades positivas. Se destaca el hecho de que estos nuevos determinantes abren nuevas posibilidades para la política de empleo tanto a nivel macroeconómico, o de empresa, como a niveles meso- o macroeconómicos. Se sugiere que una iniciativa de "Made in Europe" deberá centrarse en tres aspectos:

El enfoque deberá ser de tipo microeconómico, tomando como punto de partida el comportamiento de las empresas, puesto que ellas constituyen la raíz de las ventajas económicas comparativas que dan lugar a la prosperidad. La renovación de la capacidad organizativa es un elemento esencial de la competitividad.

Diversidad, divergencia y convergencia. Puesto que Europa no es todavía una unión económica plenamente integrada, aunque ya opera dentro de una economía global relativamente abierta, será necesario considerar las diferentes prácticas nacionales y regionales que además podrían constituir la base de ventajas comparativas fundamentales.

Por último y no menos importante, se considera necesario centrarse específicamente en el empleo y los asuntos sociales en general como base de la competitividad.

En "La Nueva Socio-Economía de la Organización, la Competitividad y el Empleo", Giovanni Dosi mantiene que Europa se caracteriza por su diversidad de instituciones, de prácticas empresariales y de modelos de organización, que persisten a pesar de la presión de la competición mundial. La estructura reguladora de la propiedad y las relaciones laborales de una empresa alemana, inglesa o italiana son sustancialmente diferentes. El análisis de esta variedad y del diferente funcionamiento relacionado con ella, podría proporcionar no sólo mayor conocimiento de la cuestión, sino también dar lugar a actuaciones políticas importantes. La transferencia de las "mejores prácticas" a diferentes ambientes socioculturales, tendría que verse bajo una luz diferente, y adaptarse a las condiciones específicas locales/regionales/nacionales.

Continuando con esta idea, el autor también sostiene que la capacidad de aprendizaje tecnológico y organizativo configuran la competitividad a largo plazo de las empresas y el desarrollo de las naciones y regiones. Se subraya en este artículo el hecho de que, en períodos de transición, ambas formas de aprendizaje tienen que ser flexibles.

El trabajo de Luc Soete examina la relación entre las políticas de integración y la globalización. Estudia el papel que desempeñan las nuevas tecnologías en la consecución de la globalización. También considera si todavía son apropiados los intentos europeos de armonizar mercados en la búsqueda de economías de escala, y sugiere que la clave de la competitividad puede radicar en la diversidad más que en la normalización.

Las políticas de integración europea, que buscan alcanzar la cohesión en el sistema europeo económico social y de innovación mediante un mercado único de 350 millones de consumidores, han sido acertadas pero lentas. En una era de globalización, son demasiado lentas. También pueden ser cada vez menos adecuadas en la "aldea global" en la que el éxito económico se apoya de modo creciente en mercados diferenciados y en la creatividad local.

En el artículo "¿Mejora del nivel de vida? Bienestar sostenible y competitividad" Ducatel, Fahrenkrog y Gavigan sostienen que el debate sobre la competitividad europea tiende o bien a ignorar los temas sociales o bien a considerar los altos niveles sociales como un coste que se ha de minimizar para que Europa siga siendo competitiva. Se ha prestado poca atención al papel positivo que desempeña la innovación social, sin embargo, es en la economía social donde se encuentran los principales retos y posibilidades de nuevas políticas, que puedan ayudarnos a construir un nuevo sistema de crecimiento, que se autorrefuerce, combinando los aspectos económicos y sociales. El artículo mantiene que se necesitan niveles sociales más altos para la competencia internacional y el crecimiento. Desde luego necesitamos una fuerza laboral de gran calidad y bien motivada, y los gastos sociales constituyen un sector importante en el que se crea una demanda efectiva. Los intentos para satisfacer, más que para sofocar, las nuevas demandas sociales, pueden ser el caldo de cultivo de una economía innovadora. Esto es sobre todo cierto en el contexto de las nuevas formas de educación, la provisión de servicios sanitarios y la atención a las personas mayores y a sus diferentes necesidades.

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