Leer, una y otra vez, lo que nunca ha estado escrito

AutorGeorges Didi-Huberman
Páginas113-132
246
Leer, una y otra vez, lo que nunca ha estado escrito*
GEORGES DIDI-HUBERMAN
ÉCOLE DES HAUTES ÉTUDES EN SCIENCES SOCIALES, PARÍS
La imagen al galope
Ver una imagen. Intentar escribirlo (esta imagen, este ver la imagen). Me va mi
cuerpo entero. Mi cuerpo frente al cuerpo de la imagen, quizás incluso mi cuerpo
sea reclamado por ese otro cuerpo (pasado, desaparecido) cuya sensación convo-
ca o me hace convocar la imagen. Aunque esté colgada de la pared, aunque su
mármol la ate firmemente al suelo, escribir esta mirada será bailar, galopar con la
imagen. La danza como movimiento psíquico de nuestros cuerpos reales e imagi-
nados, imaginados unidos entre sí, y todo aquello que me da la imagen.
Acabo de encontrar en un libro de carácter político cierta expresión de esta
generosidad de las imágenes. Cornelius Castoriadis, en La institución imaginaria
de la sociedad, afirma, en efecto, que la imagen —o la «representación», según su
vocabulario—:
[...] no tiene fronteras y cualquier separación que introdujéramos en ella no tendría ase-
gurada nunca su pertinencia; o, mejor dicho, tendría siempre asegurada su im-pertinen-
cia desde un punto de vista esencial. Lo que está allí reenvía a lo que no está, o lo reclama;
pero no lo reclama amparándose en una regla determinada y formulable, como un teore-
ma reclama sus consecuencias, aunque éstas sean infinitas, un número sus sucesores, o
una causa sus efectos, aunque éstos sean innumerables [...] Lo que no está en una repre-
sentación puede aún así encontrarse en ella, para lo cual no existe ningún límite...
Esto significaría que mi danza psíquica con una imagen carece en sí misma de
fronteras, de límites. La escritura se situará, exactamente, sobre un límite vertigi-
noso, al borde de ese riesgo que es preciso correr: ¿escribir para contener, dibujar
los límites de lo que no los tiene, mutilar lo sin-límite? ¿O bien escribir para dejar
que huya, dibujar la ausencia misma —o la porosidad— de cualquier límite? No
es fortuito que, unas líneas más abajo, Castoriadis vuelva sobre el hecho de que
cualquier imagen reclama, convoca, hace desear la lengua: «es verdad, escribe,
hablamos de la representación. ¿Cómo podríamos no hablar de ella? Y lo que de
ella decimos no es completamente vano. Lo hacemos utilizando fragmentos de la
* Extractos de un «diario de miradas» en curso, intitulado Aperçues (Atisbos, Esbozos).
Traducción de Ramón Macho Román.
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114 POÉTICAS DEL ANACRONISMO
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representación fijados por nosotros, que sirven como términos de referencia, a
los cuales asignamos términos del lenguaje para que podamos, al menos, saber
aproximadamente “de qué hablamos”...».
Pero, ante una imagen, lo que cuenta no es «de qué hablamos». Cuenta la
danza misma —de mis miradas y mis frases— con la imagen. Es una cuestión de
ritmo. No tiene nada de azaroso el que, en ese momento, Castoriadis no sepa
hacer otra cosa —a pesar del tono, generalmente árido y severo de su prosa filosó-
fica— que dejar que la imagen rítmica, casi romántica, de un galope se forme
desde el corazón de su texto:
Utilizamos estos términos [referencia y lenguaje] como un caballo que galopa utili-
za la superficie del suelo; no es la superficie, es el galope lo que importa. Que haya
suelo y huellas son condición y consecuencia de la carrera; pero es la carrera lo que
querríamos comprender. Uno puede reconstruir eventualmente la dirección del ca-
ballo a partir de las huellas de sus cascos, quizás hacerse una idea de su velocidad y
del peso del jinete; pero no saber quién era éste, qué tenía en la cabeza y si corría
hacia el amor o hacia la muerte.
Esto no impide lo siguiente: que la imagen al galope (una amiga psicoanalista me
cuenta, por cierto, que está preparando un trabajo sobre la noción de «galope psíqui-
co») haya forzado a toda la escritura y a todo el pensamiento a hacer como ella hace,
como dice Castoriadis en un texto diferente: «a transformar masas y energías en
cualidades [...], a hacer surgir un flujo de representación y, en su seno, atravesar ba-
rrancos, rupturas, discontinuidades, saltar de aquí para allá y de un problema a otro».
(C. Castoriadis, L’Institution imaginaire de la société. Seuil, París, 1975 [ed. 2014], p. 404-
407 [La institución imaginaria de la sociedad. Tusquets, Barcelona, 1989]. Íd., «Imagina-
tion, imaginaire, réflexion» [1991], en Fait et à faire. Les carre fours du labyrinthe, 5. Se uil ,
París, 1997 [ed. 2008], p. 315 [Hecho y por hacer, pensar la imaginación. Eudeba, Buenos
Aires, 1998]).
(23.03.2015)
Tra baj ar a l re vés
Trabajar se dice y se hace en varios sentidos, estilos o géneros posibles. No se fabrica
un violín como se dirige una empresa y no se hace una película como se instala un
sistema de videovigilancia. Todo es posible, ya lo sé: hay gente que hace películas
como quien fabrica un violín, pero hay otros que, sin duda, lo hacen como quién
dirige una empresa y aun quienes filman a sus semejantes del mismo modo que se
instala un sistema de videovigilancia. La cuestión radica no tanto en saber qué
se busca sino cómo se lo busca. Cómo sacar a la luz la dialéctica entre aquello que,
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