Justicia y verdad
Autor | Julio Picatoste |
Cargo del Autor | Magistrado (jubilado) - Académico de número de la Real Academia Gallega de Jurisprudencia y Legislación |
Páginas | 115-116 |
JUSTICIA Y VERDAD 34
Quevedo debió conocer bien la burocracia palaciega y la de la Adminis-
tración de Justicia; la primera, porque su padre, don Pedro Gómez de Que-
vedo, era escribano de cámara del príncipe Carlos. Y la segunda, porque en
más de una ocasión se vio enredado en pleitos. Ya en sus años de universidad
fue demandado y condenado al pago de los honorarios debidos a un médico.
Y, años después, viviría un enojoso y largo pleito en el que reclamaba rentas
atrasadas a unos labriegos de la villa manchega de Torre de Juan Abad. Así
que ocasión tuvo de ver de cerca la realidad de la Justicia de su tiempo: abo-
gados, alguaciles, corchetes, escribanos, jueces. Contra esa fauna curial lanzó
dardos envenenados de sarcasmo y crítica mordaz.
Del gran maestro de la pluma que fue Quevedo, suelo recordar y relatar
con frecuencia el sueño del Alguacil endemoniado siempre que necesito o
quiero referirme a la ausencia de Justicia y Verdad entre los hombres, o lo
que es lo mismo, para explicar por qué en el mundo campan por sus respetos
la injusticia y la mentira. Les resumo el relato de don Francisco: la Verdad
y la Justicia decidieron venir a la tierra para habitar entre los hombres. La
primera, por desnuda, no encontró acomodo; tampoco la segunda, por ri-
gurosa. Después de andar de un sitio para otro, la Verdad asentó al nal con
un mudo (na ironía quevedesca porque un mudo está impedido de decir
verdades). Y la Justicia, por su parte, no solo comprobaba que no le hacían
caso, sino que, en el colmo del escarnio, “le usurpaban su nombre para hon-
rar tiranías.” Nadie quiso recibirla en su casa, por lo que “subióse al cielo y
apenas dejó acá pisadas.”
He ahí la razón por la que en la tierra ni hay Justicia, ni hay Verdad.
Triste nal para la fábula, pero cualquiera que mire a su alrededor podrá
advertir que ello es así, por más que algunos –¡malditos!– digan actuar en
nombre de la una y en defensa de la otra. Pero es que, además, más allá de
nuestro entorno cercano, vemos estados de clamorosa e insoportable injusti-
cia; basta con reparar en el nivel de sufrimiento de millones de personas que
viven privadas de bienes y derechos elementales, en la miseria más absoluta,
34 Faro de Vigo, 13 de enero 2021.
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