Joaquín Sabina, entre la crónica y las más recientes tradiciones poéticas

AutorFernando Operé
CargoUniversity Of Virginia
Páginas225-239
238
Joaquín Sabina, entre la crónica y las más rancias
tradiciones poéticas
FERNANDO OPERÉ
UNIVERSITY OF VIRGINIA
Joaquín Sabina ha marcado la historia de la música en España como muy pocos
compositores o cantantes lo habían hecho con anterioridad, incluso superando a las
grandes figuras de la Nueva Canción o Nova Cançó, de tantas y tan importantes
repercusiones en la vida artística y política del país. Algún paralelismo se podría
trazar con Joan Manuel Serrat, padre de muchas generaciones y luminaria en la
escena española desde los sesenta, cuyo brillo no se ha desvanecido. En otras latitu-
des puede hablarse de personalidades de gran o similar impacto, Atahualpa Yupan-
qui en Argentina, George Brassens en Francia, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez en
Cuba. El caso de Joaquín Sabina es muy especial por diversas razones que están
asociadas a su obra, tanto musical como poética, pero también por el papel de tro-
vador o cronista en una época de grandes transformaciones en España.
Una de las cuestiones más discutidas entre los estudiosos de la obra de Sabina,
gira en torno a la valoración de sus textos, en ese difícil equilibro entre el poeta y el
cantante. Para Luis García Montero «Joaquín es cantante y poeta. Por ajustar más:
no un cantante metido a poeta, sino un poeta metido a cantante» (6). No es el único.
Jorge González del Pozo escribe que «Joaquín Sabina... ha conseguido alcanzar la
gloria y el parnaso de los grandes poetas, los cantantes y compositores de este nuevo
cambio de siglo» (353). Luis Antonio de Villena escritor que normalmente no rega-
la elogios, lo describe como «bohemio y poeta de la bohemia» (Villena 140), aunque
se pregunta si sus canciones podrían leerse en un libro sin acompañamiento musi-
cal. El poeta Ángel González, en la presentación de su poemario Ciento volando de
catorce, señaló que «si al joven Sabina no se le hubiera cruzado una guitarra tendría
hoy una bibliografía más extensa que su discografía» y lo definió como «un poeta
verdadero y duradero» (EL País, Madrid 24-10-2001). Quizás quien con más ahín-
co se define en este apartado es Javier Menéndez Flores, que ha dedicado a Sabina
dos libros, Joaquín Sabina. Perdonen la tristeza de 2000, y el más reciente, Yo tam -
bién se jugarme la palabra: Sabina en carne viva de 2006. En este último Menéndez
es conclusivo: «Diré también que cuando decidí escribir, cinco años atrás, Perdonen
la tristeza, no era tan consciente de estar analizando la vida de un cantante como de
estar hablando de un escritor. De un escritor en el sentido absoluto de la palabra. Si
bien de un escritor que, en este caso, cultivaba, cultiva, el nada desdeñable género de
la canción» (286). Más adelante, se permite establecer conexiones de mayor voltaje.
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