El influjo de la tradición republicana en la democracia representativa contemporánea

AutorMaría Ángeles Abellán López
CargoÁrea de Ciencia Política y de la Administración Universidad Miguel Hernández (España)
Páginas127-141

Page 129

1. Introducción

El republicanismo cívico es una antigua tradición que defiende una recuperación de las virtudes cívicas para revalorizar la política como una noble actividad humana y no meramente instrumental. Las razones del auge del republicanismo se encuentran en la crisis de la política democrática actual, el déficit de ciudadanía asociado al marco liberal y la entronización del modelo económico como un telos en la existencia humana1. La tradición republicana representa una de las teorías políticas actuales que mejor recoge las deficiencias de la ciudadanía de nuestro tiempo y reivindica la centralidad del espacio público como un locus necesario de deliberación. Arendt2 consideraba la política como un transcendental porque los seres humanos necesitan el espacio público como su apertura al mundo. Precisamente, este reconocimiento de la naturaleza política humana aparece vigoroso en el discurso neorrepublicano3. En este artículo se propone reflexionar sobre dos importantes contribuciones del republicanismo contemporáneo, para la mejora de la calidad democrática liberal, fundamentadas en la participación ciudadana. En primer lugar, la necesidad de incorporar elementos de la democracia deliberativa porque las prácticas participativas-dialógicas aumentan la legitimidad democrática. En segundo lugar, una participación activa entendida como control de los gobernantes, como una vigilancia permanente sobre los poderes púbicos, para impedir que persigan intereses distintos al interés general y evitar derivas oligárquicas de los representantes políticos.

Page 130

El presente texto abordará, en primer lugar, ciertos atributos que caracterizan la democracia liberal representativa, con sus luces y sus sombras. A continuación, se expondrán ciertos aportes del republicanismo contemporáneo como teoría revitalizadora de la democracia liberal, y finalmente, se propone una visión integradora entre la representación y la tradición republicana siendo conscientes de las fortalezas y los desafíos que se plantean en las complejas sociedades contemporáneas.

2. Los déficits de la democracia liberal

La democracia liberal aparece hoy como la única forma legítima de organización del poder, sin alternativa real a la vista, y considerada como un fenómeno casi universal. Pero lo cierto es que su funcionamiento resulta insatisfactorio, la calidad democrática muy baja y los ciudadanos comprueban que los gobiernos no rinden cuentas de sus acciones y quedan fuera de su control. La mayor parte de análisis politológicos reconocen el desprestigio y los déficits que presenta la democracia liberal, acompañada de sus problemas de legitimación y profunda desafección ciudadana hacia las instituciones.

Desde hace décadas se viene gestando una sensación generalizada de crisis, de vaciamiento y de pérdida de sentido de la democracia. Crozier y Huntington4 abren el debate sobre la “crisis de la democracia” como una creciente desconfianza hacia las principales instituciones de la democracia representativa. Algunas tesis abogan por el fin de la política5, dada la incapacidad de los Estados para actuar como agentes directores de una sociedad compleja como la nuestra, y por el aumento de la desafección política por parte de la ciudadanía, sin embargo, se observan alguna manifestaciones que reivindican un nuevo concepto de política que no abandone la dirección de los asuntos colectivos a la economía y transforme desde dentro los sistemas políticos democráticos. Entre estas reivindicaciones de recuperación de la política, como núcleo central cohesivo, se subraya la necesidad de una mayor participación de la ciudadanía en los asuntos colectivos, el giro deliberativo en los procedimientos democráticos y en la toma de decisiones, la política entendida como un espacio de convivencia y de creación junto a los otros y una reestructuración discursiva del lazo social desde la política. Habermas6 sostiene que los problemas de legitimación de la democracia conviven con una situación que: a) combina la legitimidad de la democracia aceptada universalmente, y b) existe una mirada crítica sobre sus instituciones, usos y prácticas. Si bien no se cuestiona el sistema, sí se debate sobre sus elementos internos, sobre sus particularidades;

Page 131

el todo es aceptable y legítimo, pero sus partes son exhaustivamente escrutadas. Estos aspectos parciales, y sus correspondientes prácticas, adoptan dos tipologías actitudinales: por un lado, cuestionamientos críticos de denuncia y, por otro, la plasmación de la anomia y la apatía como resultado del desencanto de los ciudadanos. La democracia liberal es la solución institucional a los problemas de compatibilidad entre democracia y liberalismo; es un modo de resolver el equilibrio entre su función como institución pública, su fundamentación liberal (preservar la libertad negativa) y su principio de legitimidad democrática7. La conocida distinción entre libertad negativa y libertad positiva fue popularizada por Berlin8 para referirse a dos sentidos diferenciados del concepto libertad. En su sentido positivo se refiere a la autodeterminación de cada individuo de ser su propio dueño, de gobernarse a sí mismo, de la idea de autogobierno. Este sentido positivo de la libertad defiende que las libertades políticas son el fundamento de las demás libertades.

La libertad negativa, por su parte, consiste en la no interferencia de obstáculos externos a las elecciones individuales porque la libertad se pierde cuando las decisiones ajenas afectan y condicionan nuestras actuaciones. La libertad negativa reivindica su espacio privado frente a la acción política para ejercer la individualidad y los propios derechos individuales, que son preexistentes a toda formación política. El propio Berlin reconoce que ambas libertades pueden colisionar porque los valores que sostienen son diferentes y contrapuestos. La libertad positiva como autodeterminación se refiere a una suerte de voluntad colectiva; la libertad negativa se sustancia en las libertades individuales frente al Estado y sostiene una concepción más individualista de la política y de la sociedad.

En la democracia liberal, la libertad negativa queda asegurada mediante la profesionalización de la política, un catálogo de derechos constitucionalizados y se prescinde de una participación política que requiera el desarrollo de virtudes cívicas. La democracia contemporánea no requiere para funcionar una ciudadanía comprometida con virtudes cívicas sino, más bien, se sostiene sobre un concepto débil de ciudadano orientado a la protección de sus derechos individuales y a evitar la interferencia del poder político en su vida. Por consiguiente, desincentiva una participación política intensa y fomenta que los individuos se dediquen a sus actividades privadas, que ejerciten la libertad negativa y que políticos profesionales asuman las tareas de la gestión pública. El bienestar de la persona, su identidad y realización se ven casi exclusivamente en función de su posición privada ajenos a la capacidad y oportunidad de participación ciudadana y a la calidad de la esfera pública9.

Page 132

La política democrática liberal ha vinculado el gobierno representativo al Estado de Derecho y ha hecho depender la legitimidad democrática de la capacidad de la política para generar derechos civiles, económicos y sociales efectivos y universalizados. Así considerada, la democracia liberal representativa queda reducida a una dimensión puramente instrumental y, tanto el Estado como las instituciones, no reclaman ni esperan la participación de ciudadanos virtuosos y comprometidos con los bienes públicos. El diseño de las instituciones democráticas liberales no está pensado para contar con los ciudadanos ni tampoco se muestra sensible a las vocaciones públicas de la ciudadanía. En este contexto, tampoco debe producir gran extrañeza que la esfera política genere apatía e insatisfacción en la ciudadanía, porque el terreno está abonado para producir estas desafecciones.

Muchas miradas buscan en el republicanismo cívico contemporáneo el vínculo que fundamente el necesario lazo social porque, con su insistencia en la revitalización de las virtudes cívicas, contribuye a una reflexión alternativa en la forma de considerar nuestros problemas colectivos. Frente al aumento de la apatía ciudadana y el vaciamiento de la política en general, aparecen manifestaciones que no dudan en reivindicar una nueva forma de entender la política, que no sea mero instrumento de la economía y que aspire a impulsar una transformación en la política democrática que la provea de más participación, más transparencia y más contestabilidad. En este contexto, muchas miradas buscan una recuperación de la tradición cívica republicana que, con su insistencia en las virtudes cívicas, la revalorización del espacio público, el empeño en la lucha contra la corrupción y una nueva conceptualización de la ciudadanía, contribuya a una reflexión alternativa en la forma de considerar nuestros problemas colectivos.

3. Republicanismo contemporáneo: participación, virtudes cívicas y deliberación

El nuevo republicanismo reivindica la política como actividad humana para todos, como una manera de entender y vivir la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR