In memoriam

AutorNuria Castelló Nicás
Páginas15-16
— XV —
IN MEMORIAM
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No fue un día cualquiera. El 28 de agosto de 2020 no fue un día cualquiera.
Agotando los últimos días de verano, del típico mes de descanso veraniego de agos-
to, tras un duro curso 2019/20 plagado de incertidumbres, de miedos, de separacio-
nes impuestas, de carencias afectivas, de ausencias de abrazos y encuentros fortuitos
de compañeros por los pasillos, por las aulas, por los patios de la facultad, compañe-
ros que se saludan, se hablan, se cuentan…, el destino le tenía reservado, -nos tenía
reservado-, un inesperado y doliente quiebro. Como en toda tragedia, nada lo hacía
ni lo podía presagiar. Jesús era, en apariencia, una persona fuerte, robusta, curtida
por el sol y por el trabajo, el que solía cargar sobre sus espaldas a fuerza de horas y
horas de despacho. Se cumplían cuatro años desde que fuera nombrado director
del departamento, labor que le animábamos a continuar en posterior mandato. Era
persona de consenso, y lo era, precisamente porque su bondadoso actuar resultaba
palmario, aunque a veces bien disimulado bajo la corbata y la chaqueta que acos-
tumbraba a llevar. Ejerció de director con convicción y por convicción, con queren-
cia y por querencia, por amor a la Universidad y con extraordinario y excepcional
orgullo de serlo. Para él, ser el director de nuestro departamento era la máxima
condecoración, la mayor gradación, y en lo más profundo de su agradecimiento
hacia sus compañeros, estaba precisamente tan digno honor.
Con la misma convicción con la que emprendía cualquier empresa en su vida,
reflexionó y plasmó en sus numerosos trabajos sus pensamientos y sus preocupa-
ciones, porque sí, él creía en un Derecho penal mejor, y creía que podía contribuir
a construir un mejor Derecho penal. Sus trabajos eran también sus anhelos, y sus
anhelos su fuente de inspiración.
Pero si fue director del departamento, o si contribuyó a la Ciencia penal con
sus estudios no puede ser ni es el objeto de estas letras; tampoco él se vanagloriaba
de ello. Lo importante ahora es recordarlo como persona, como singular persona,
que lo era. Su trabajo, sus escritos, afortunadamente quedan y quedarán para que
los presentes y los futuros puedan conocerlos.
Jesús Martínez era persona de andar con paso firme, firme, pero, a la vez, ca-
dencioso; él no era de andar de puntillas. Su corazón, sin embargo, discreto, aun-
que todos sabíamos que teníamos un hueco en él. De elevada sensibilidad, los que
bien lo conocimos supimos apreciarla en su inmensidad y en su intensidad; no era
raro que sus ojos, oscuros y profundos, vislumbraran pesar ante un sufrimiento aje-

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