La formación en ética en las administraciones públicas

AutorManuel Villoria Mendieta
Páginas269-298
269
CAPÍTULO 12
LA FORMACIÓN EN ÉTICA EN LAS
ADMINISTRACIONES PÚBLICAS115
Manuel Villoria
Catedrático de Ciencia Política. Universidad Rey Juan Carlos
1. INTRODUCCIÓN
La democracia liberal no tiene entre sus ideales el de imponer a la ciu-
dadanía un paquete cerrado de felicidad, con las políticas correspondientes
y las instituciones necesarias para ello. El ideal democrático liberal se funda
en la idea de asegurar a toda la población bienes primarios, como la libertad
y la capacidad, que permitan a cada persona buscar y obtener por sí misma
los fines que persigue, su ideal de vida buena (Nussbaum, 2003). Para poder
elegir bien y seguir un camino eficaz en la consecución de nuestros ideales
es muy importante la educación. Por desgracia, existen tendencias sistémicas
muy potentes que centran la educación en la adquisición de las competencias
necesarias para alcanzar la riqueza o la felicidad tal y como nos la dan
empaquetada. Una educación centrada en aportarnos competencias útiles para
funcionar en el mundo del trabajo, pero que se olvida de generarnos compe-
tencias para elegir bien el sentido de nuestra vida como ciudadanos/as (Cor-
tina, 2003). La integridad, como antes decíamos, parte de elegir bien los fines
y, para ayudarnos a elegir bien dichos fines, la educación debe superar la
visión instrumentalista y contribuir a generar capacidad de razonamiento y
razonabilidad en cada uno de nosotros, debe promocionar la motivación y
sensibilidad moral, debe ayudarnos a construir el carácter preciso para apor-
tar valor a la comunidad. Por ello, una educación ética de calidad surge como
necesidad inevitable en toda democracia coherente con sus ideales. Una
educación que debe estar presente en la vida de cada ciudadana/o desde su
infancia, pero que no termina con la incorporación al mercado laboral. Es
115 Este capítulo se basa en un texto más amplio, sin publicar, realizado para FIIAPP
(Villoria y Cruz, 2020).
ÉTICA PÚBLICA EN EL SIGLO XXI
270
preciso continuar, desde dentro de cada organización, con la educación ética
de los empleados y dirigentes.
La preocupación por la formación y la educación en ética se situaría en
este ámbito, como un camino en la construcción de una infraestructura moral
que, a medio o largo plazo, impidiera la expansión de la corrupción y las
conductas antisociales. Pero no solo ello, también se configuraría como una
fuente de energía cívica que, al ir permitiendo el progreso y desarrollo moral
de los responsables públicos, conllevaría un avance en la convivencia social,
en la generación de efectividad de los programas públicos y en la asunción
de responsabilidades colectivas (Camps, 2010). Cuando se consigue generar
un desarrollo moral elevado en un país, cada uno desde su respectivo rol
social asume como deber dar lo mejor de sí mismo para aportar soluciones
y cumplir sus obligaciones sociales. La ética es una fuente de energía cívica
que, cuanto más se usa, más se genera, propiciando confianza colectiva y
paz social.
En este texto, con el que concluimos el libro, vamos a hablar de cómo
realizar formación en ética para los servidores públicos. Pues el desarrollo
moral contextualizado (Gilligan, 1982) de quienes tienen como fin el servicio
al interés general es esencial para alcanzar sociedades justas y decentes. Un
país donde dirigentes políticos y servidores públicos no alcanzan niveles
mínimos de desarrollo moral no puede generar bien colectivo, sino espacios
para el desarrollo de élites extractivas y dominación arbitraria. Auxiliar en
el desarrollo moral de nuestras élites políticas y funcionariales, mediante
proyectos de formación adecuados al contexto, es una estrategia esencial para
mejorar nuestras Administraciones. Ahora bien, dicho esto, es preciso recal-
car que no damos por supuesto que la formación en ética es como un bálsamo
(entre otros) que aplicado a la herida social contribuiría a sanarla. Los datos
nos indican que esta relación no es, ni mucho menos, automática. La pregunta
inicial que deberíamos hacernos antes de seguir defendiendo el benéfico
impacto de la formación en el desarrollo moral es la de si realmente la for-
mación en ética puede contribuir al desarrollo moral de los empleados públi-
cos. Si contribuye al desarrollo moral, aportando competencias éticas (cono-
cimientos, habilidades y actitudes), entonces podríamos presumir que dará
lugar a comportamientos éticos que antes no se daban y, finalmente, a un
impacto sobre la integridad del país o, al menos, de la organización estudiada.
Si no lo hace, entonces la formación en ética en estos entornos profesionales
sería inútil.
Es cierto que la internalización de valores y la construcción de rasgos
de personalidad es algo que se produce en fases de desarrollo previas a la
adultez. Esto nos llevaría a pensar que formar en ética a alguien que, cuando

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR