JK (Monólogo sobre el final)

AutorJuan Mayorga
Páginas30-31

Page 30

Presentación

En el año 2005 el director de escena Guillermo Heras me pidió, como a otros dramaturgos, que escribiese un texto teatral breve para un espectáculo en torno al exilio. Inmediatamente pensé en aquel filósofo berlinés al que había dedicado mi tesis doctoral. Pero desde el primer momento renuncié a poner a Walter Benjamin en escena. Era su silencio lo que debía dar a oír, su ausencia lo que debía dar a ver. Su exilio. Así escribí JK. El espectáculo Exilios se estrenó el 1 de septiembre de 2005 en la Sala Cuarta Pared de Madrid.

JK

Me enviaron a París con una lista de exiliados: judíos o comunistas. Junto a su nombre había una «J» y una «K» porque él era ambas cosas, judío y comunista. No me fue difícil encontrarlo. Era el tipo de hombre que, esté donde esté, pasa casi todo el día en la biblioteca. Durante varios meses, cada mañana hice lo mismo: pedir un libro y buscar un pupitre cerca del suyo. Visto allí, entre libros y papeles, parecía tan inofensivo como en las fotografías. Era el primero en entrar y el último en salir de la biblioteca. Vivía en una pensión, no lejos de la Biblioteca Nacional. La luz de su cuarto estaba encendida hasta muy tarde, porque él seguía leyendo y escribiendo. ¿Cómo se sostenía? Hacía pequeños trabajos para revistas suizas, que firmaba con seudónimos: Benjamin Schinpfening, Agesilaus Santander, Benedicto Valterio... Críticas, artículos, traducciones... Proust, Baudelaire... Pero eso no era suficiente ni para pagar la pensión. Su mujer, de la que se había separado, le enviaba dinero de vez en cuando. No recibía ayuda del partido, no tenía ningún contacto con el partido comunista francés, ni tampoco con comunistas alemanes del exilio. Cuando ocupamos Polonia, sus amigos, los que habían escapado a tiempo a América, intentaron convencerle de que se reuniese con ellos. Él contestó: «En Europa todavía hay posiciones que defender». Siguió creyéndolo hasta que ocupamos Francia. Entre septiembre y noviembre de 1939 fue confinado en el campo provisional de Nevers. Allí, alguien debió de decirle que, siendo judío y comunista, su única posibilidad era el camino Fietkau. Lo llamaban así por Louisa Fietkau, que sabía cómo atravesar los Pirineos evitando los puestos fronterizos franceses. Sí, han oído bien, los puestos franceses, ¿hace falta recordar de qué lado estaba la policía francesa en aquella guerra? El 13 de marzo de 1940, cinco personas se presentaron ante la...

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