Editorial: La ciencia en y a través de las noticias

AutorDimitris Kyriakou
CargoIPTS
Páginas2-3

El domingo 17 de marzo de 2002 ocurrió algo verdaderamente excepcional: dos arquetipos del periodismo de Estados Unidos, el New York Times (NYT) y el programa de la cadena de televisión CBS "60 minutos", dedicaron sus espacios a la ciencia y sus protagonistas, ambos en circunstancias notables. En el primer caso, el programa "60 minutos" buscó a un científico célebre, el profesor Nash, para dedicarle su espacio. En el segundo, se invierte la dirección: un científico, el profesor Robitaille se inclina, según sus propias palabras, a buscar a la prensa (NYT), pagando el espacio, como vehículo para comunicar sus ideas.

El programa "60 minutos" se dedicó enteramente a un matemático; por supuesto no se trata de un matemático vulgar. El profesor de la Universidad de Princeton John Nash acuñó el concepto de equilibrio de Nash a principios de los cincuenta, lo que supuso un avance sustancial en la teoría de juegos y dio un fuerte impulso a la teoría del oligopolio y a la economía industrial a partir de los setenta. La economía ha podido estudiar el comportamiento de los agentes económicos, bien en el contexto de una competencia perfecta, bien en un mercado dominado por un monopolio único. La investigación se ha visto condicionada por las herramientas matemáticas de cálculo y sus hipótesis subyacentes, que revolucionaron la economía desde finales del siglo diecinueve, gracias a economistas como Walras y Marshall. Tales herramientas, sin embargo, no resultaban adecuadas para estudiar interacciones estratégicas, en las que la elección de una vía de acción por parte de un agente y los beneficios/pérdidas esperados, dependen de su "lectura" de las decisiones de sus rivales, y viceversa.

John Nash proporcionó una salida a este rompecabezas, al parecer infinitamente recurrente, sugiriendo que las estrategias que producen equilibrio deben ser aquéllas de las que ningún agente querría desviarse, dadas las decisiones de sus oponentes. Por haber roto con el paradigma dominante en la época, y aunque, en gran medida, desapareció de la investigación académica durante más de treinta años, Nash obtuvo el Premio Nobel de Economía en 1994. Pero ni su trabajo, ni el premio fueron la causa de que se le dedicara el programa "60 minutos", en el que Nash y su familia hablaron sobre el profesor John Nash, así como también lo hizo Harold Kuhn, a su vez uno de los matemáticos más importantes de los últimos cincuenta años, y colega y amigo de Nash durante sus años como estudiantes y profesores en la Universidad de Princeton.

La razón de la "desaparición" y de la reaparición de Nash es igualmente notable. La "retirada"de John Nash se debió a la esquizofrenia, contra la que luchó hasta lograr una sorprendente recuperación a principios de los noventa, lo que le llevó a recuperar plenamente su posición académica y a obtener el Premio Nobel de Economía. El cambio fue aún más espectacular para quienes habían visto al anciano desgreñado vagando por el campus de Princeton. Y todavía más impresionante para aquéllos, entre los que me incluyo, que habíamos estado enseñando este concepto sencillamente hermoso y hermosamente sencillo, el equilibrio de Nash: en un tono nada moderado en el caso de Harold Kuhn, cuyo genio matemático corre generalmente parejas con un entusiasmo contagioso.

Pero ni aún los avances científicos, aunque fueran acompañados por una increíble tenacidad para superar la enfermedad mental, para "buscar su salida" de la esquizofrenia, como decía Nash, podrían haber sido suficientes para justificar el programa "60 minutos". Lo que inclinó la balanza fue que esta brillantez intelectual, coronada por el Premio Nobel, y su vida como testimonio del poder de la voluntad humana para superar la adversidad, podían ser objeto, y de hecho lo han sido, de una película cinematográfica. La nominación de dicha película (A beautiful mind) para varios premios de la Academia de Cinematografía de Estados Unidos en 2002, disparó el debate y dio origen al programa de TV en cuestión.

Ha sido éste un caso en el que la ciencia cae bajo los focos de la noticia, no gracias a la concesión de un Premio Nobel, ni a la recuperación de la esquizofrenia, sino gracias a las luminarias de Hollywood.

El mismo día, 17 de marzo de 2002, sucedió algo quizás aún más notable respecto a la ciencia y la prensa. El profesor de Biofísica de la Ohio State University, Pierre-Marie Robitaille, publicó un anuncio de una página en la sección de nacional del Sunday New York Times, presumiblemente a un coste personal más que considerable. Dedicó dicha página a una discusión académica sobre el carácter problemático de atribuir naturaleza gaseosa al sol. Cabría suponer que el profesor Robitaille habría podido publicar esto gratuitamente en una revista académica, pero como él dice "estaría en desventaja para publicar este material en una revista científica. Las ideas son demasiado sencillas e inesperadas para que tuviesen la mínima oportunidad de publicación en una revista de física con revisión por pares".

La cuestión aquí no es la veracidad de las afirmaciones, sino más bien que si el profesor Robitaille no hubiese tenido (o no hubiese querido gastar) la gran cantidad de dinero que cuesta un anuncio de una página en el NYT, sus ideas no hubieran suscitado mucha atención.

De hecho, puede ser que la generosidad del profesor Robitaille le haya permitido llegar a muchos más físicos de lo que hubiera sido posible publicando en alguna de las revistas de física menos conocidas. Si es así, aparecería toda una serie de nuevas cuestiones: si alguien dispone de dinero, puede dar a conocer sus ideas eludiendo a las revistas científicas, y llegando a más científicos (y al público en general) al mismo tiempo, dando lugar a más investigación y/o refutación por parte de sus colegas.

Quizás Internet puede ser una ayuda a este respecto. De hecho, hay páginas web en las que los científicos pueden dar a conocer los resultados de sus investigaciones, sin tener que someterlos a la revisión por pares (nótese que, aún así, quienes puedan pagar una página de anuncio conseguirán más notoriedad que quienes rivalicen por conseguir la atención de los visitantes de las páginas web).

Este ejemplo de publicación alternativa tiene varios aspectos que no podemos tratar aquí y que quizás abordemos en un editorial futuro. En todo caso, podemos considerarnos afortunados de que el profesor Nash, en los años cincuenta, no tuviera que recurrir a comprar espacio de publicidad en el NYT para dar a conocer sus teorías: es probable que no hubiera podido permitírselo.

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