Actualización biomédica en bioética: un imperativo ético primordial

AutorLuis Miguel Pastor
CargoDepartamento de Biología Celular e Histología Facultad de Medicina. Universidad de Murcia
Páginas141-150

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1. Introducción

Recientemente se ha planteado con bastante rotundidad la dificultad que tiene la bioética secular de dar respuestas claras a los dilemas éticos que se generan en la biomedicina actual. La bioética debería solo aspirar a ser una ciencia que meramente da consejos o a lo máximo recomendaciones éticas en relación a los avances de la tecnociencia1. Es evidente que tal conclusión está infiuida por presupuestos filosóficos concretos. Junto a esto aunque somos conscientes que en esta disciplina existe una pluralidad de enfoques bioéticos, -tantos como meta-

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bioéticas son utilizadas en su fundamentación-, pensamos que no es necesario ni deseable abdicar de seguir refiexionando para alcanzar verdades bioéticas. Es decir legar a discernir la bondad en la praxis biomédica, de tal forma que la bioética alcance a tener un valor normativo y regulador de los avances y la práctica de la biomedicina. En esta labor es indispensable el conocimiento profundo y actualizado, tanto teórico como práctico de las propias ciencias biomédicas. Como ya se indicó en un anterior artículo el «estado del arte» es una condición necesaria para la realización de una buena praxis bioética2; tanto si es meramente especulativa, y por tanto ligada a la profundización teórica de ésta disciplina, como la que esta ligada a contextos donde los profesionales están involucrados en la toma de decisiones bioéticas concretas. Tal condición no proviene, como defendimos en ese anterior artículo, de que la solución bioética -teórica o práctica- se deduzca de forma directa de los datos empíricos, sino de la importancia que tienen estos en la elaboración de un juicio ético que discierna y perciba la bondad implicada en una determinada acción. Es cierto que los hechos por sí mismos no concluyen y que de requieren interpretaciones más o menos razonadas; pero partir de datos biomédicos falsos, en un razonamiento bioético, supone iniciarlo con una premisa incorrecta, lo cual lo invalida o como mínimo supone un error que lo vicia en todo su desarrollo. En este breve trabajo, que es continuación del citado, vuelvo a analizar la relación entre ciencias biomédicas y ética en la elaboración del discurso bioético, dada la actualidad de la cuestión3.

Además, desarrollo la parte tercera del anterior trabajo, en la que explicitamos una serie de recomendaciones respecto de cómo debería ser tal relación en la elaboración del discurso bioético. En esta parte del trabajo citaremos ampliamente el anterior para que quede de manifiesto la continuidad con el mismo.

2. Diferencias entre racionalidad de las ciencias empíricas y de la filosofía

Volviendo a los cuestiones epistemológicas, que son previas al análisis de cuál debe ser el comportamiento de un bioético sobre el uso de las ciencias biomédicas, me gustaría sintetizar mi postura enunciando dos principios que son conocidos en el ámbito de la filosofía de la ciencia y que pienso pueden aplicarse al trabajo bioético considerando éste en un sentido amplio. Por un lado, el denominado principio de no concordancia absoluta. Este principio impide que establezcamos una relación unívoca entre los datos que aportan los descubrimientos de las ciencias biomédicas y las refiexiones antropo-

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lógicas o éticas que alcanzamos mediante la razón filosófica o práctica. O lo que es lo mismo: es empobrecedor y carece de rigor el querer justificar las afirmaciones filosóficas en datos que aporta la ciencia empírica, y también considerar que los datos empíricos concluyen de forma di-recta en concretas tesis filosóficas. Ahora bien, ¿significa esto que existe una doble verdad sobre una determinada cuestión o el excesivo concordismo es en el fondo cientifismo?

Es tradicional considerar que el cientifismo es un intento reduccionista por percibir la realidad de un modo unidimensional, es decir, sólo a través de una razón que se adhiere de forma dogmática al método experimental. Todo conocimiento que esté fuera de esta metodología no será real; a lo sumo, será una creencia u opinión. En esta línea es lógico que ciertos científicos se presenten como el único oráculo de la verdad y que pontifiquen sobre los más diversos temas humanísticos desde sus conocimientos científicos, considerando que sólo ellos son capaces de arrojar luz sobre esas cuestiones. Al mismo tiempo, en ocasiones es tal el complejo de inferioridad de los que se dedican a las ciencias humanas, que ellos mismos, sin querer, buscan que sus conclusiones estén respaldadas por las verdades de la ciencia experimental, es decir, que éstas confirmen sus resultados. Junto a esto percibo otra postura que esta también en el fondo infiuida por el cientifismo. Se trata de científicos que aun considerando que las ciencias humanísticas tienen su propia perspectiva de acercamiento a la realidad, con su correspondiente metodología, y aun considerando que estas pueden alcanzar un conocimiento verdadero, en el fondo les gustaría que tales conocimientos tuvieran la misma certeza que tienen aparentemente las conclusiones científicas.

En el fondo, tales científicos son traicionados por su propia formación; buscan reconducir los datos humanísticos a la ciencia, a la que tratan de hacer para que ésta muestre desde sí la verdad alcanzada desde la filosofía. La consecuencia de esta postura pienso que es peligrosa. Por un lado, se puede sustentar más la tesis de que la filosofía es «ancilla» de la ciencia y, por otro lado, cabe también la posibilidad que, de una forma imperceptible, el científico haga una lectura de los datos empíricos desde su propio planteamiento filosófico. De esta manera al final los datos dicen lo que uno en el fondo quiere que digan.

Evidentemente el asunto es difícil de resolver. Pero al mismo tiempo, hemos de sostener también que existe una complementariedad de los diversos tipos de conocimiento humano. Para ello pienso que es imprescindible introducir un segundo principio y plantear con claridad que todo tipo de conocimiento humano tiene sus límites. En concreto, el principio a introducir es el de la verdad contextualizada de las ciencias experimentales4. Las ciencias empíricas presentan siempre una verdad que remite a unas determinadas coordenadas experimentales. Son extraídas de la experiencia pero lo son

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dentro de un experimento que delimita las características de esa verdad. Este hecho supone que la verdad científica es parcial, y como tal sujeta a cierta provisionalidad; ésta afecta al contenido de la misma como también a su importancia respecto a otras verdades actuales o futuras que puedan alcanzarse, tanto dentro de la propia ciencia como en relación con otras. Junto a esto, el conocimiento filosófico muestra otras características. Se trata de un conocimiento que parte de la experiencia en sí, sin las limitaciones que impone el experimento; se basa en la lógica del razonamiento y por lo tanto aspira a un grado de universalidad mayor, al...

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