La desinstitucionalización/deconstrucción del modelo familiar y la práctica de la mediación en Brasil

AutorFabiana Marion Spengler
Páginas69-81

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1. Notas introductorias

La familia es, seguramente, una de las instituciones que más cambios sufrieron en la era moderna, pasando por distintas etapas, desde los aspectos religiosos por los cuales estaba permeada, en la reproducción de un modelo de discriminación contra la mujer, en el estereotipo del hombre macho y dominador (jefe de la pareja), circulando por desigualdad de trato entre los hijos biológicos y adoptivos y por la paternidad irresponsable. Fomentada por la evolución social, esa visión estrecha de la familia comenzó a ganar apertura y fue, poco a poco, logrando otros contornos.

Tales cambios del núcleo y de las costumbres familiares ocurrieron, principalmente, debido a una “crisis familiar”. En ese sentido, el presente texto debate la desinstitucionalización/deconstrucción del modelo familiar a partir de las crisis por las que pasan las instituciones modernas, sin tener la pretensión de analizar largamente cada una de ellas y centrando

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la discusión en la familia y en el tratamiento2de sus conflictos. Analizar la deconstrucción (GRUNSPUN, 2000), que el modelo de familia ha estado sufriendo con el pasar del tiempo, es importante cuando lo que se pretende discutir es el modo por el cual están siendo tratados los conflictos familiares. Lo que sucede es que la familia ha cambiado y eso es una realidad absoluta, sin embargo, la jurisdicción aún decide los conflictos de familia con el uso de viejos “modelos”, es decir, la familia cambió, pero la concepción procesal de sus conflictos, basada en ritos inflexibles y en legislaciones muchas veces inadecuadas sigue siendo la misma.

Por lo tanto, el objetivo es analizar la mediación como una práctica más adecuada cualitativa y cuantitativamente en el tratamiento de los conflictos familiares. Considerado como un arte, “el arte de compartir” (WARAT, 2004,
p. 40), su análisis tendrá como hilo conductor la restauración de la comunicación entre las partes, sin la imposición de reglas, auxiliándolas a llegar a un reconocimiento recíproco, que produzca una nueva percepción del conflicto.

Poseedora de una cadencia temporal propia, colocándose “entre” las partes y actuando como una herramienta de justicia social, la mediación puede organizar las relaciones familiares ayudando a los conflictivos a tratar sus problemas con autonomía, reduciendo la dependencia de un tercero (juez), posibilitando el entendimiento mutuo y el consenso.

Sin abordar la teoría del conflicto y las demás prácticas de ADR (Alternative Dispute Resolution) por una cuestión de limitación espacial, el presente texto propone pensar la mediación familiar no solo como un medio de acceso a la justicia, acercando al ciudadano común y “desahogando” el Poder Judicial. Se pretende “discutir la mediación familiar” como un medio de tratamiento de conflictos no sólo cuantitativamente, sino cualitativamente, más eficaz, proporcionando a las partes la reapropiación del problema, responsabilizándose por sus elecciones e jurisconstruindo los caminos posibles (MORAIS; SPENGLER, 2012).

El método de abordaje utilizado fue el deductivo (VENTURA, 2000), a partir de la relación entre argumentos generales, denominados premisas, para argumentos particulares, hasta llegar a una conclusión. Como método

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de procedimiento se utilizó el método monográfico, a partir de la lectura y organización en fichas de fuentes bibliográficas directas vinculadas a la investigación.

Así, siendo esa la propuesta de discusión, es importante que primero se mencione la noción exacta de lo que se pretende al discutir la crisis familiar y las dificultades actuales de tratar los conflictos de ella venidos.

2. La desinstitucionalización del modelo familiar y los nuevos medios de “ser familia”

En realidad, para hablar de la desinstitucionalización del modelo familiar es necesario dar inicio delimitando los contornos de la palabra crisis para, a partir de ella, entrar en las discusiones propuestas. Así, Jean André Arnaud señala que, al hablar de “crisis”, es posible comenzar exactamente de la misma manera en filosofía o historia de las ciencias, medicina, psiquiatría o economía. Por consiguiente, existe un conjunto de rasgos comunes a todas las crisis, desde que se sitúe el análisis a un nivel profundo, o sea, de las estructuras reales del fenómeno estudiado. “En efecto, la crisis aparece como un momento en el que se inicia el juego de la pareja de oposición continuidad/ruptura” (ARNAUD, 1991, p. 171).

Pero, para hablar sobre continuidad/ruptura, es necesario suponer una “intervención muy fuerte para crear un riesgo de ruptura en el interior de un estado de cosas, de un ‘orden’ hasta entonces no contestado... o al menos no cuestionado”. Ante esta situación basta con decir que “estamos en crisis”: conviene, además, precisar “en qué medida la crisis se muestra amenazadora en una intervención determinada, que la continuidad se encuentra en riesgo, de qué orden es responsable de arruinar la estabilidad” (ARNAUD, 1991, p. 172).

Con respecto a la crisis de la familia brasileña, la ruptura ocurrió (y continúa ocurriendo) en función de su reestructuración, en la nueva distribución de papeles, en la valorización de la igualdad entre los cónyuges, en la imposibilidad de discriminación con respecto a los hijos, en las nuevas formas de establecer y ser familia (familia monoparental, unipersonal, matrimonial, unión estable, homoafectiva, familia pluriparental...) y en la valorización del afecto independientemente de la existencia de la diversidad sexual en las relaciones. De esa manera, la familia hoy es vista como “um istituto storicamente e socialmente condizionato: le sue funzioni e la sua struttura mutano nelle diverse società, evolvo di pari passo com le trasformazioni economiche, sociali, culturali, e sono profondamente condizionate dal fattore religioso” (FERRANDO, 2005, p. 03).

Así, las crisis y las consecuentes influencias económicas, culturales y sociales que han sido experimentadas por la sociedad, por el Estado y por

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el derecho también fueron factores importantes en la (des)construcción del actual modelo de familia.

Por lo tanto, la discusión tiene como telón de fondo la familia como una institución que, igual que las otras, sufre influencias sociales, culturales y económicas, pasando por crisis que invariablemente resultan en su transformación. Se puede comenzar diciendo que en el siglo XIX, la familia hasta entonces extensa, poco a poco comienza a desagregar, perdiendo, gradualmente, el sentimiento de solidaridad, al mismo tiempo que el espacio familiar se transforma y el fundamento de la familia pierde su carácter institucional. De este modo, según Arnaud, lo que queda de la familia es percibido como lugar de la “tiranía”, pasa a ser vista “como estructura de opresión”, que fue retomado por las “feministas a las que se debe un cierto número de mejoras ulteriores de la situación de la mujer casada en el seno de la célula familiar”, más tarde, ese mismo discurso ocurrió por los defensores de los derechos de los niños y adolescentes y de las personas mayores, con gran éxito (ARNAUD, 1999, p. 86).

Ahora nos enfrentamos a una profunda mutación de la familia. Los demógrafos y los sociólogos señalaron que el vínculo afectivo se superpuso a la concepción de la familia como espacio económico. Así, la mutación familiar demanda: su evolución, su naturaleza doble (lo que significa ser, al mismo tiempo, fenómeno de derecho y fenómeno de costumbres), así como los problemas que plantea sus múltiples funciones, económica, sociales y afectiva.

De esa manera, la familia llegó a ser tan importante en la producción de normas de regulación social que, hoy se habla, al lado de una política legislativa de la familia, de políticas públicas de familia o simplemente de una política de la familia. Lo que absolutamente no implica, como observa un experto, que “lo que se podría llamar privatización de la familia o de su desinstitucionalización, [...] signifique [...] una autonomización de la estructura familiar en relación a la intervención pública” (ARNAUD, 1999,
p. 87-88). A partir de ahí, se puede demostrar que una política familiar debe ser concebida como una voluntad política...

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