El Derecho y sus aficionados

AutorRafael Flores Micheo
CargoNotario de Madrid y Registrador de la Propiedad.
Páginas1473-1502

El Derecho y sus aficionados *

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I Presentación del tema
  1. Cuando sucumbí al halago que para mí supone esta invitación de hablaros y la acepté, como reacción a la vez que como remedio de mi audacia, me acordé del salmo 131 que aconseja «no pretender por encima de l,as propias fuerzas» y me decidí por un tema menor que me fuera asequible.

    He elegido un tema existencial, en vez de conceptual; -de derecho vivido en el que mi experiencia suplirá lo que me falta de ciencia; he dicho un tema menor, pero no mínimo, como veréis, porque es de gran interés humano y a poco que se le examine encierra en sí bastante más sustancia de lo que aparenta.

  2. Hay una realidad diaria y notoria:

    Cuando un médico interpreta una radiografía, analiza la sangre, propone un tratamiento; cuando un arquitecto calcula una estructura o diseña una forma; cuando un ingeniero proyecta o ejecuta; cuando el profesor mercantil establece o dictamina sobre una contabilidad, ninguna persona ajena a tales ciencias y técnicas se atreve a interferirse en ellas, a opinar, a interpretar o decidir.

    Pero el médico, el arquitecto, el ingeniero, el profesor mercantil, el periodista y cualquiera otra persona se atreven, sin la preparación indispensable, a opinar, interpretar, decidir, interferirse en laPage 1474 radiografía que es una certificación del Registro, en el análisis de una norma, en el tratamiento de un conflicto de intereses, en la operación de un contrato vivo, en la estructura de una sociedad o las consecuencias de derecho de un sistema contable.

    Cómo se explica, a qué obedece, cómo se presenta, cómo debemos enfrentarlo, qué consecuencias tiene, qué valoración daremos al hecho antes enunciado, va a ser el tema de mi charla con vosotros.

II Los aficionados al derecho
  1. Nos encontramos, pues, los juristas con que en nuestros días, cuando estamos trabajando en nuestro campo, en la parcela del derecho como ciencia de primeros principios, técnica de aplicación, experiencia vivida, arte de realizar la justicia en lo que permite la complejidad del hombre y el misterio de la libertad; de todas las parcelas colindantes y no colindantes, de todos los puntos del horizonte se introducen multitud de personas que califican, interpretan, proponen y deciden, sin la necesaria formación de la ciencia, sin la indispensable facilidad de la experiencia, sin la imprescindible información de la técnica, sin la necesaria intuición del arte; unas veces por superficialidad, otras por interés legítimo, otras por gusto, otras por obligación.

  2. Esto sucede en otras disciplinas científicas; pero de rara en rara vez, con carácter insólito y esporádico, por lo que en ellas no pasa de la trivialidad de una anécdota.

    Se convierte, por el contrario, en categoría cuando por su constancia en el tiempo, su uniformidad en el espacio y la incansable intromisión de muchos se transforma en fenómeno masivo y notorio del campo del Derecho, lo que no es lícito ni ignorar ni desdeñar.

    Estamos ante el dato humano, problemático como todo lo del hombre, de los aficionados al Derecho. El Derecho es tan de todos que todos se consideran dentro de él en su casa y como en casaPage 1475 propia se comportan mientras que los juristas no se atreven, por lo general, a opinar y decidir en casas ajenas.

    Nuestra disciplina tiene la grandeza de que interesa a toda persona humana desde antes de nacer hasta después de morir y soporta la miseria de que todos crean de que basta el interés para manejarla en su formación, en su calificación, en su interpretación y en sus aplicaciones.

    Este pecado individual es tamtoién colectivo porque organizamos un tipo de sociedad en la que hay que aplicar a diario, por no iniciados, millones de normas, sin que podamos disponer de tantos especialistas y asesores como aplicadores.

  3. No podemos tratar el fenómeno de los aficionados al derecho superficialmente, como si fuera sólo un dato pintoresco. Ni empequeñecerlo como si se agotara en la reacción legítima, no siempre altruista, frente a los intrusos de fuera; o en un problema de distribución de cargas fiscales, o en la defensa de la seguridad jurídica o en la tentación de rendirnos al hermetismo. No podemos agriarlo con la puerilidad, con la acritud o con el desdén.

    Si recordamos lo de la reiteración de casos, la constancia en el tiempo, la uniformidad en el espacio y añadimos que la intromisión se produce con aibsoluta naturalidad en todas las clases, niveles y circunstancias, advertiremos que se trata de una realidad profundamente humana y digna, primero de respeto, luego de análisis y comprensión, merecedora de sana critica y sobre todo de esa simpatía, que todo lo comprende, que todo lo disculpa, que todo lo perdona, y que por la connaturalidad del conocimiento robustece, a la vez que agudiza, la penetración intelectual.

    Tengo firme propósito de no herir ni molestar a nadie. Rechazo de antemano cualquier interpretación de mis frases que sea contraria a esto y retiro de antemano cualquiera de ellas que simplemente molesten, por muy inocentes que sean en la intención y en su contenido objetivo.

    Y, pues, Santo Tomás asegura que toda la capacidad de contemplación de las criaturas no pueden agotar la cantidad de esencia que hay en una simple mosca, esta criatura atrevida que soy yo, reconocidas y guardadas todas las distancias, intenta ante vosotros contemplar la inimaginable cantidad de esencia que hay en el fenómeno del aficionado jurídico.Page 1476

III Sus clases
  1. Comenzaré por la salvedad de que no se confunda al intruso de fuera, totalmente movido por el lucro, con nuestro aficionado que actúa por motivos distintos del provecho material.

    Tampoco es el aficionado en el sentido deportivo, que conoce su insuficiencia, quiere superarse y se siente lejos de los profesionales. Ni lo es para dignificar su ocio como tantos que emplean parte del mismo en la arqueología, la matemática o la pintura.

    El aficionado al derecho se mueve como veremos luego por una tendencia absolutamente natural, casi sin advertirlo muchas veces, sin entrenarse y con absoluta y buena fe y rectitud subjetiva salvo casos aislados.

  2. Hay que sucumbir al intento de una clasificación para que nos torture la evidencia de que caben clasificaciones desde 2.500 puntos de vista y de que ninguna de ellas ni todas juntas encasillan la realidad, que, como siempre, desborda y se burla en cierto modo de las cuadrículas.

    Cumplamos, pues, el rito, no sin la salvedad de que una misma persona puede encarnar muy diversos tipos de aficionados o presentar caracteres de uno y otro tipo. Si nos acordamos de la inefable época de oposiciones hablaríamos de los «aficionados complejos, combinados y mixtos».

  3. Ya aludimos a que las gentes se aficionan al derecho por superficialidad, por interés legítimo, por gusto y por obligación; sabiéndose no preparados o creyendo que no lo necesitan, porque algunos en sus carreras tuvieron uno o dos cursos de derecho, como si nosotros por haber estudiado en el Bachillerato Fisiología o Agricultura nos introdujéramos en un plan médico o en la integral térmica del trigo.

  4. Hay aficionados que simplemente preguntan; otros más gravosos que a la vez opinan y otros más dañosos que sin preguntar, «porque se lo saben todo», opinan y deciden. Los que simplementePage 1477 preguntan y cuando más tímidamente opinan son los populares: de instrucción elemental o media. Los de carreras superiores y en especial los que sobresalen en ellas, son los aficionados técnicos que con aplomo opinan, y los aficionados funcionarios que, además de opinar, deciden.

    No falta una clase especial que hace algo mejor que preguntar, opinar o decidir promueve didácticamente la afición; de los que veremos ejemplos.

    Por último, se distinguen dos grandes grupos: la inmensa mayoría que es de buena fe y sano carácter y la reducida, pero peligrosa minoría de lo que llamaríamos aficionados aberrantes, cuyas lamentables cualidades de superficialidad, vanidad, engreimiento, etcétera, nacen de ellos mismos y no de la afición que practican.

IV Causas de la afición al derecho
  1. Hay una profunda y general; otra de gran importancia, pero ya de nuestra propia coyuntura histórica y algunas más que coadyuvan como estímulo y a la vez trampa.

  2. El aficionado jurídico es producto de la condición humana y de la naturaleza del derecho. Un producto natural y humano. En efecto, el hombre es, en cuanto persona social, derecho; no realiza su bien particular, sino en el bien común; tiene una idea de la justicia, quiere que se concrete en la convivencia mediante un conjunto de normas y de criterios de aplicación, y con acusar la falta de justicia, según su criterio y echar de menos el derecho lo afirma de continuo de una manera tan inadvertida como existencial.

  3. Nos pasamos la vida y casi todos los dias de la vida diciendo con tanto ardor como sinceridad: ¡No hay derecho! ¡No hay derecho! ¡No hay derecho jamás se oye decir! ¡No hay mecánica aplicada! ¡No hay arqueología! ¡No hay endecasílabos! ¡No hay resistencia de materiales!Page 1478

    ¡Qué frecuente es oir: «Buscaré mis derechos». Nunca dicen: «Buscaré mis fósiles o mis ecuaciones»

    Se publica, compra, conserva y consulta, se tiene ahí, «El Abogado en casa». Jamás «El matemático en casa», «El meteorólogo en casa».

    Porque el Derecho afecta al hombre en la totalidad de la persona y en todos los aspectos de ella, mientras que las demás disciplinas le afectan, pero no en toda la persona ni en todos los aspectos de ella.

    Por eso podemos, aunque no debemos, desentendernos de la geometría analítica, de la fisiología, de la física. Nos empequeñecemos, pues, sin el nivel que la técnica ha alcanzado no tendríamos el actual...

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