Dependientes y cuidadores: el desafío de los próximos años

AutorMaría Ángeles Durán Heras
CargoProfesora de Investigacón CSIC. Catedrática de Sociología.
Páginas57-74

Dependientes y cuidadores: el desafo de los prximos aos*

1. EL DERECHO Y LA OBLIGACIÓN DEL CUIDADO

El sujeto político que sirve de referencia a las Constituciones democráticas contemporáneas es un sujeto individual y autónomo, que toma decisiones por sí mismo y está en condiciones de ejecutarlas. Es a este sujeto individual a quien se refieren básicamente los principios generales de libertad, igualdad y justicia que dan sentido al ordenamiento jurídico en los países democráticos.

Sin embargo, la dependencia es, por definición, una situación referencial en la que una persona precisa de otras. Hay al menos dos sujetos implicados en la relación; el que necesita y el que es necesitado.

Así como la proporción de niños y jóvenes (los que aún no han conquistado plenamente el ejercicio de la ciudadanía, en especial los derechos políticos) disminuye constantemente en España por comparación con el conjunto de la población, la proporción de personas dependientes por razones de enfermedad física o mental y por otros tipos de marginalidad física y social crece de modo imparable.

Lo que este cambio estructural pone en cuestión es la base en que se asientan las relaciones entre las personas dependientes y su entorno familiar y social, que podría resumirse en estas cinco cuestiones:

  1. ¿Quién tiene el derecho /obligación de cuidar a quién?

  2. ¿Sobre qué bases legales, morales o sociales?

  3. ¿Hasta qué límite?

  4. ¿Con qué contrapartidas?

  5. ¿Cuáles son los mecanismos sociales y legales que actúan para garantizar /premiar /castigar el incumplimiento de estos derechos y obligaciones?

    La respuesta a estas preguntas no es sencilla ni única, y de su solución depende el sistema de protección a los dependientes que vaya a construirse en el futuro. Existen muchos tipos de dependencia y de cuidadores, y la opinión pública, igual que la legislación y la jurisprudencia, reflejan la heterogeneidad característica de un proceso de cambio social acelerado en que conviven actitudes y valores dispares. La investigación sobre dependencia se ha dirigido en buena parte al terreno menos debatible y de mayor utilidad inmediata para la adopción de políticas públicas, que es la previsión demográfica y la anticipación de las demandas asociadas con la edad a corto y medio plazo.

    Las proyecciones demográficas son el punto de partida para el conocimiento de la futura demanda potencial de cuidados. Aunque las proyecciones demográficas puedan variar según los criterios técnicos utilizados, en general son muy consistentes y alcanzan un alto nivel de precisión, sobre todo las de envejecimiento y muerte. Por ejemplo, el «Annuaire Eurostat» de 2004 presenta la evolución de la proporción de personas de más de sesenta y cinco años sobre la población total de la UE (de los quince y ampliada), entre 1992 y 2003. En la tabla adjunta resumimos estas cifras, así como su dimensión relativa. Si en términos absolutos el crecimiento no parece tan rápido, en términos relativos es muy intenso. En menos de tres años España ha crecido entre tres y cuatro puntos porcentuales, igual que la media de la Europa de los 15, lo que requeriría un ajuste presupuestario permanente de los servicios para no quedarse desfasados.

    TABLA 1.1. POBLACIÓN DE 65 Y MÁS AÑOS (% SOBRE EL TOTAL)

    [ NO INCLUYE TABLA ]

    Donde se producen disparidades es en la estimación de la oferta potencial de cuidados, porque ya no se trata de una categoría demográfica, sino social y política. La oferta potencial de cuidados no depende de la estructura por edad y sexo de la población, sino de la respuesta colectiva que se ofrezca al bloque de cuestiones anteriormente expuesto. En otras palabras, del modo en que socialmente se pacte el reparto de obligaciones y privilegios. Todas las cuestiones están interrelacionadas entre sí, de modo que el cambio en una de ellas influye sobre las restantes.

    El cambio de actitudes en una generación no es muy susceptible de acelerarse, pero los cuidados a dependientes no sólo se producen en la misma generación o entre dos generaciones, sino que afectan frecuentemente a tres generaciones cuando la segunda ha alcanzado asimismo una edad tan avanzada que no puede hacerse cargo plenamente del cuidado de la anterior. En estos casos, cada vez más frecuentes, al debilitamiento del vínculo se une la diferencia de valores y actitudes entre la población anciana y los jóvenes. La participación actual de los jóvenes en el cuidado no remunerado de otros miembros de su familia es muy baja (Durán y Rogero, 2004). Especialmente hay que destacar que la velocidad de cambio en cualquiera de los parámetros puede ser retardada o acelerada con medidas legislativas. Los aspectos sociojurídicos del cuidado a dependientes, tanto a nivel nacional como en la legislación europea, han sido recientemente analizados por I. Zambrano (Zambrano, 2004). Como han puesto de relieve varios estudios, en la opinión pública española hay una marcada tendencia a asignar responsabilidades al Estado, que no se acompaña con una tendencia equivalente a aceptar subidas fiscales ni a confiar en la eficacia de gestión de las Administraciones Públicas. Asimismo, cualquier innovación en la prestación de servicios, especialmente si se trata de una ampliación o mejora de la cobertura, genera un cambio en la estructura y volumen de la demanda, hasta absorberla.

    Si los estudios se concentran en la demanda de cuidados en lugar de en la oferta, es sobre todo por la debilidad política del colectivo al que socialmente se adscribe la obligación de proporcionarla. La mayoría de los cuidadores son mujeres, geográficamente dispersas y a menudo aisladas en sus hogares, de edad mediana o avanzada, y fueron socializadas en las Leyes Fundamentales preconstitucionales que les exigían, incluso legalmente, un papel secundario y de exclusión de la vida política. Es fundamentalmente por el carácter subordinado y carente de vertebración sindical o política de esta generación por lo que no se ha producido un cambio más rápido y profundo en las políticas públicas, sanitarias y sociales en España. El perfil social del cuidador que constituye el soporte básico del Estado de Bienestar español, es el siguiente:

  6. Es mujer

  7. Tiene una edad intermedia entre 50 y 60 años como promedio; pero el promedio es la amalgama de la generación de cónyuges y de hijos. Abundan los cuidadores de edad avanzada.

  8. No tiene empleo; si antes lo tuvo, ha tenido que abandonarlo.

  9. Dedica más de 40 horas semanales al cuidado del dependiente. No es raro que esta cifra se duplique o triplique.

  10. Tiene dificultades económicas.

  11. Asume casi en exclusiva el cuidado del dependiente. Tiene dificultad para mantener sus relaciones sociales.

  12. Lo hace durante largos años, y su expectativa es que seguirá haciéndolo.

  13. Padece patologías múltiples, especialmente cansancio, carencia y trastornos del sueño, dolores de espalda y, frecuentemente, depresión.

  14. No tiene tiempo ni oportunidad de cuidarse a sí misma/o.

  15. Siente miedo respecto a su futuro.

    2. LOS FLUJOS DE ENTRADA Y SALIDA EN LA SITUACIÓN DE DEPENDENCIA

    En la categoría de dependiente se entra, se permanece y se sale. Las dependencias temporales breves no son las que preocupan principalmente en la adopción de decisiones en políticas públicas, sino las de larga duración o cronificadas. El ingreso en la categoría de «dependiente» se produce por múltiples vías:

    1. Psicológica (autopercepción)

    2. Social (percepción por los demás)

    3. Médica (dictamen clínico)

    4. Administrativa.

    Las distintas agencias de la Administración Pública, así como las compañías aseguradoras y otras instituciones privadas, dedican una parte considerable de sus recursos a vigilar el acceso administrativo a la condición de «dependiente», por los muchos compromisos que este reconocimiento acarrea. Pero hay que destacar que los otros criterios o condiciones son igualmente importantes, y no se presentan con la misma frecuencia entre toda la población. No todo el mundo tiene la misma facilidad para acceder a recibir revisiones médicas rutinarias que detecten situaciones de discapacidad, ni cuenta con la misma ayuda social para interrumpir su trabajo remunerado o no remunerado. Actualmente, muchos de los cuidadores deberían gozar por sí mismos del estatuto de discapacitados. Los estudios sobre población marginal también muestran la dificultad de hacer llegar las ayudas y sistemas de protección a los sectores en situaciones extremas de marginalidad.

    La literatura sobre protocolos de acceso al estatuto de dependiente es muy numerosa y algunas de las escalas utilizadas se aplican internacionalmente. Sin embargo, pequeñas variaciones de definición o procedimiento acarrean aumentos o descensos del volumen de personas reconocibles como dependientes, que alteran considerablemente los resultados. Igual sucede con las estadísticas de discapacidad, con enormes variaciones según el criterio de definición elegido y el modo de distinguir entre discapacidad, invalidez o la pérdida de funciones debida al envejecimiento. Unos días de diferencia en la fecha en que se produjo la enfermedad o el accidente o en la que se inició la tramitación del expediente pueden dar lugar a situaciones administrativas muy dispares, como han puesto de relieve los estudios monográficos (Durán, 2004a).

    La experiencia de países que han implantado hace más tiempo sistemas de protección a dependientes puede ser útil para España. El reciente estudio realizado para Francia por M. Duée y C. Rebillard, «La dépendence des persones âgées: una projection à long terme» (INSEE, 2004) utiliza el modelo de microsimulación DESTINIE para calcular el futuro volumen de personas dependientes, en función de las encuestas de dependencia realizadas a fines de los años noventa y de las proyecciones demográficas. Otorga especial atención al concepto de cuidadores («aides») potenciales, que equipara con cónyuges e hijos, así como al de dependientes sin cuidadores potenciales.

    Además de una desagregación minuciosa por grupos de edad y otras características socioeconómicas, este informe llama la atención sobre la diferente probabilidad de mujeres y hombres de llegar a la condición de dependientes, así como de «dependientes sin ayudas potenciales». Lo hace solamente con criterios de disponibilidad demográfica, y no de disponibilidad social, que harían la situación aún más dispar. En lo que llaman «escenario central», el número de «ayudas potenciales por dependiente» (cónyuges e hijos en condiciones de validez ) se reducirá entre el año 2000 y el año 2040 desde 2-8 personas a 2-2 para los varones; para las mujeres bajará de las 2-2 personas potenciales de ayuda que disponen en la actualidad, a 2-0 personas. A partir de estos datos podemos estimar que, en términos relativos, este descenso supone para los varones una reducción del 21% del potencial de cuidadores, que si se distribuyese por igual en todo el período equivaldría a una pérdida anual superior al 5%. Para las mujeres, la pérdida de ayudas potenciales equivaldrá a un 10%, equivalente a una reducción anual sobre la disponibilidad actual del 2-5%.

    Hay que resaltar la disparidad de cobertura potencial actual para hombres y mujeres: los varones tienen, solamente por factores demográficos de esperanza de vida y edad respecto a su pareja, un 27% más de disponibilidad de ayuda potencial durante la dependencia que las mujeres.

    Otro informe reciente sobre el sistema de atención a las personas de edad avanzada en la región parisina Ile-de-france (María et Pepin, 2004) ha puesto de relieve la multiplicidad de sistemas y formas de apoyo financiadas con recursos públicos, que van desde la institucionalización hasta las pequeñas y múltiples ayudas ofrecidas a domicilio. De este informe pueden obtenerse varias conclusiones útiles para la previsión de lo que sucederá en España en los próximos años, que resumimos brevemente:

  16. El techo en los servicios ofrecidos lo pone, fundamentalmente, la financiación disponible.

  17. Entre 1980 y 2003 el número de plazas en establecimientos ha crecido un 32%, (al ritmo de más del 1-5% anual si se distribuyese homogéneamente), pero la población de más de setenta y cinco años ha crecido en este período un 45%, por lo que la tasa real de cobertura ha empeorado a pesar de la mejora de instalaciones.

  18. Sólo la mitad de los ancianos residentes son definidos como «vraiment essoniens»; en otras palabras, la determinación por criterios geográficos de quienes pueden acceder a los servicios públicos de una región es muy difícil respecto a las personas ancianas, cuyos hijos residen frecuentemente en lugares diferentes de los propios.

  19. En general, los beneficiarios están satisfechos con las prestaciones que reciben (62%).

  20. Los cambios legales y acuerdos políticos tienen un efecto inmediato sobre las instituciones públicas y privadas que ofrecen servicios, que rápidamente se reajustan para acogerse a las innovaciones más ventajosas.

  21. El grado de medicalización de las plazas institucionales es muy variado. La oferta privada se concentra en casas de reposo o retiro, que requieren menor grado de medicalización.

  22. Hay un alto equipamiento en la región de «logements-foyer», intermedios entre domicilio o instituciones. Sin embargo, estadísticamente pueden pasar desapercibidos porque el INSEE (Instituto francés de estadística) les incluye en la categoría de domicilios.

  23. El nivel de institucionalización es más elevado en los ancianos que no tienen cónyuges ni hijos.

  24. Aunque los entrevistados se manifiesten satisfechos en general, la distancia entre los servicios que consideran necesarios y los que reciben es digna de tenerse en cuenta. Por ejemplo, entre quienes reciben ayuda domiciliaria del APA (el sistema francés de ayuda a dependientes), el número de horas mensuales de ayuda que dicen necesitar es 70´7, mientras que el APA sólo se hace cargo de 57-5 horas. La diferencia entre ambas es 13-2 horas mensuales, un 23% respecto a las efectivamente asumidas por el sistema asistencial.

    También en España la tónica general manifestada en las encuestas es de satisfacción con la atención recibida por el enfermo. Según el Informe ISEDIC, los «satisfechos» son el 72%, aunque una proporción del 23% señala que están «satisfechos con unos aspectos e insatisfechos con otros aspectos». Sólo un 5% se declara abiertamente insatisfecho. No obstante, los indicadores de satisfacción requieren un análisis un poco más profundo que la mera constatación de cifras. Los cuidadores tienen una edad más avanzada que el promedio de la población, y este grupo de edad tiende a manifestarse más satisfecho que los más jóvenes en todos los aspectos de la vida. Además, en el enjuiciamiento de la atención recibida interfiere un elemento subjetivo muy fuerte, que es la autocapacidad/ incapacidad para ofrecer a su familiar una atención adecuada, que simultáneamente evalúa el entrevistado. Esa sutileza en el juego de aspiración y resignación la resume muy bien este fragmento, proveniente del informe ISEDIC: - «... y si no, ¿Qué habíamos de hacer?»

    2.1. La división del trabajo dentro de la familia. Los cuidadores potenciales

    La definición del concepto de «dependiente» es siempre relativa. Dentro de las familias se producen divisiones del trabajo, generalmente siguiendo un eje de género, que hace a las mujeres «dependientes» respecto a los ingresos que son aportados por los varones, y a los varones les hace igualmente «dependientes» respecto a los servicios no remunerados que producen las mujeres para el hogar. Esta división tradicional entre dependencias y tipos de producción está cambiando en la actualidad rápidamente, pero más por la vía de la incorporación de las mujeres al empleo remunerado que por la incorporación de los varones a la producción de servicios no remunerados en el hogar para la atención de su propio mantenimiento y del de otros miembros de la familia residentes en el hogar o la familia extensa.

    La tabla adjunta muestra algunos resultados de la Encuesta sobre trabajo no remunerado, realizada para un estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, a mujeres de la Comunidad de Madrid en el año 2003.

    TABLA 2.1. MOTIVO DE LA ESPECIAL DEDICACIÓN DE LA PERSONA QUE MÁS ATENCIÓN REQUIERE EN EL HOGAR

    [ NO INCLUYE TABLA ]

    Su percepción de la demanda y de la disponibilidad de tiempo para el cuidado de otros en el hogar es diferente de la que se deriva de los meros datos demográficos sobre ayudadores potenciales: un 8-6% del total de hogares dedican especial atención a uno o varios ancianos, y un 3-7% lo hacen con algún enfermo. No llegan a la mitad (41-2%) los hogares en que nadie requiere especial atención, aunque la principal demanda proviene de niños (en 23-1% de los hogares). El dato poco resaltado en otros estudios y digno de señalar es que en el 22-1% de los hogares existen personas que requieren especial dedicación de hecho a pesar de estar sanas y ser potencialmente disponibles para el autocuidado, porque están ocupadas en otras actividades la mayor parte del día. Al menos en el caso de España, las categorías de «ayuda potencial» estimada con criterios demográficos no se corresponden con la disponibilidad potencial estimada con criterios sociales.

    Como ya señalábamos, las estimaciones demográficas son una base de partida imprescindible pero insuficiente. Son factores sociales más que demográficos los que rigen el código real de intercambio y donación de cuidados. Los varones dependientes dispondrán de más recursos institucionales, mejores pensiones, más patrimonio, y más personas dispuestas a cederles el necesario tiempo de cuidado. Las mujeres, al contrario, dispondrán de pocos recursos institucionales por su ausencia del mercado de trabajo a lo largo de su vida, tendrán pensiones más reducidas, y no dispondrán del mismo número de cuidadores devotos y entrenados para serlo aunque demográficamente pueda atestiguarse que existen cuidadores potenciales.

    2.2. La carga temporal del cuidado

    Además del número de personas afectadas por la dependencia, tanto enfermos como cuidadores, es necesario valorar el impacto sobre el consumo de tiempo que conlleva la actividad del cuidado. No es fácil medir el uso del tiempo y su dedicación a diferentes actividades, aunque cada vez se dispone de más fuentes y de técnicas de observación, medición y análisis más perfeccionadas. Pequeñas variaciones en los objetivos y en la metodología llevan a medir realidades diferentes, y consiguientemente obtienen diferentes resultados. A esta dificultad se añade que, en las encuestas generales, no dirigidas monográficamente al tema del cuidado de enfermos, las submuestras de quienes realizan esta actividad son pequeñas y cualquier variación en las cifras (casos) se traduce en cambios importantes en los índices. La disponibilidad para el enfermo o dependiente conlleva la no disponibilidad de tiempo para sí mismo: pero la capacidad de superponer actividades, densificando el tiempo, y en consecuencia el cansancio y estrés del cuidador, depende tanto de los condicionantes espaciales como de los estilos de trabajo y cuidado.

    A partir de estas cautelas, vale la pena mostrar los datos inéditos de dos encuestas recientes sobre uso del tiempo, ambas de carácter general, que aportan alguna información sobre la proporción de cuidadores entre la población mayor de dieciocho años. Se trata de la Encuesta de Empleo del Tiempo, realizada por el Instituto de Estadística (INE) según modelo armonizado por Eurostat (2002-2003) y la Encuesta sobre Uso del Tiempo en España (2003) realizada desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas como parte del proyecto de Investigación: «El uso del tiempo: integración en el análisis de la estructura social y económica» (SEC2002-00504). Se les preguntó si el día anterior (laboral, sábado o domingo), habían dedicado tiempo a cuidar a familiares adultos residentes en su mismo hogar. Aunque el índice de cuidadores sea pequeño, permite estimar la cifra total de cuidadores al aplicarla a la población total, (Censo 2001, INE; para proyecciones, vid. Tablas 2.3 a 2.7)

    En la encuesta realizada para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas se ponía más énfasis en las actividades secundarias y simultáneas que en la encuesta del INE, por lo que la actividad de cuidado se refleja con más amplitud. Un 4-65% de los mayores de dieciocho años según la encuesta del INE y un 9-46% según la del CSIC dedicaron algo de tiempo el día anterior a ayudar a algún adulto de su hogar. La encuesta del CSIC es consistente con otra encuesta anterior, realizada por el mismo grupo de investigadores (vid. tabla 2.1) que ofreció como resultado que en el 8-6% de los hogares de la Comunidad de Madrid hay algún familiar anciano que necesita especial cuidado, y asimismo en el 3-7% de los hogares hay enfermos que requieren especial dedicación. Ambos índices suman el 12-3% de los hogares. Estas personas adultas que reciben ayuda coinciden grosso modo con los dependientes, aunque en algunos casos puede tratarse de enfermedades pasajeras y, en otros, los cuidadores no ofrecen información sobre cuidados porque consideran la ayuda como parte inseparable de su trabajo cotidiano en el hogar. Esto último es especialmente frecuente entre los cónyuges de personas de avanzada edad. No se incluyen aquí los cuidados a niños, aunque entre ellos también existen algunos dependientes crónicos por motivos de salud. Habría que añadir a estas cifras parte del tiempo transferido a otros hogares como ayudas no remuneradas, pero no se conoce con exactitud la proporción de tiempo destinada al cuidado de adultos dependientes, dentro del tiempo no remunerado dedicado a otros hogares.

    [ NO INCLUYE TABLA ]

    Metodológicamente es interesante que la percepción del tiempo destinado al cuidado de los demás resulte diferente entre hombres y mujeres. La «disponibilidad» para el enfermo es uno de los posibles criterios de definición del cuidado, pero a menudo se suma y simultanea a otras dedicaciones más activas. Por ello, distintos tipos de cuidadores ofrecen respuestas bastante diferentes a actividades similares.

    Las mujeres realizan esta actividad más frecuentemente, pero lo hacen simultaneándola con otras actividades domésticas sobre las que también se demanda información en las encuestas. Dicho de otro modo, densifican su trabajo no remunerado. Los varones ejercen esta actividad menos frecuentemente, pero cuando lo hacen tienden a hacerlo de un modo menos superpuesto a otras actividades, entre otras cosas porque es incompatible con los trabajos remunerados fuera del hogar a los que ellos suelen dedicarse en la edad madura. También es mayor su tendencia a ofrecer respuestas del tipo «todo el día», que inciden en el crecimiento de las medias estadísticas de dedicación. Las medias son, pues, el resultado de dedicaciones heterogéneas, desde unos pocos minutos diarios hasta la dedicación ininterrumpida durante días y semanas.

    En resumen, una cifra de mayores de dieciocho años de más de tres millones ciento setenta y siete mil personas (3.177.401), según la fuente más exhaustiva, y de más de un millón quinientas sesenta y un mil personas (1.561.830) según la fuente más restrictiva, se ocupa durante los días laborables de dedicar algo de ayuda a un familiar adulto residente en su mismo hogar.

    El tiempo medio dedicado los días laborables es 1-57 horas según la fuente más restrictiva y 3-94 según la más exhaustiva, lo que permite estimar el tiempo total dedicado diariamente en una franja entre 2.452.073 horas y 12.518.960 horas. Otorgándole un valor modesto de seis euros por hora, en la gama baja del mercado laboral, el coste de sustitución del tiempo no remunerado de ayuda a adultos del propio hogar estaría entre 14.712.438 y 75.113.760 euros diarios. Este cómputo no incluye modificaciones en la productividad del cuidado, ni tiene en consideración otros criterios económicos, como la creación de empleo y la circulación de capital a la que daría lugar la externalización del cuidado.

    2.3. Aplicación de la escala de Madrid a la previsión de las demandas de cuidado a corto y medio plazo

    La escala de Madrid es un instrumento simple de previsión de demanda de cuidados en función de las proyecciones demográficas que ha sido diseñado y puesto a punto en diversos estudios realizados en el Departamento de Economía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Madrid).Es similar a la muy conocida escala de Oxford que se utiliza en los estudios sobre pobreza en función del tamaño y composición por edad de los miembros del hogar, pero en lugar de referirse a los ingresos en dinero se refiere al consumo de servicios de cuidado no remunerados.

    En las tablas siguientes se aplica al nivel macrosociológico, para toda la población española, tomando como base las proyecciones demográficas publicadas por el INE en 2004, a partir del Censo de 2001.

    La escala parte del supuesto de que el nivel medio habitual de consumo de servicios de cuidado no remunerados en la población de edad potencialmente activa es la cifra que sirve para referencia en el cómputo, y es igual a una unidad. Los más jóvenes y los más viejos consumen más servicios, y en los dos extremos llegan a duplicar, como promedio, la cantidad de atención consumida por las personas de edades centrales (18 a 64 años). Existen variantes más complejas de la escala de Madrid, pero en esta ocasión sólo se ha manejado la más simple, que se refiere a todo tipo de servicios y no solamente a los cuidados de la salud.

    En la tabla 2.3 puede verse la población estimada para 2001 según el Censo, y su distribución entre los grupos de edad significativos a efectos del consumo de servicios de cuidado, así como las unidades de demanda generadas por cada grupo de edad. La columna K expresa la cantidad de unidades de cuidado que recaen sobre las mujeres en edad potencialmente activa, en la hipótesis de que sólo ellas se hagan cargo de la prestación de servicios de cuidado a toda la población y/o a cada uno de los grupos de edad. Como promedio, cada mujer de 18 a 64 años proporciona un trabajo de cuidado equivalente al que necesitan 3,64 personas en edad potencialmente activas. Si se asume como hipótesis que en este grupo de edades centrales todo el mundo se atiende a sí mismo, todavía quedan 1,63 unidades de cuidado que tiene que satisfacer cada mujer d e esa edad, correspondientes a la demanda de niños, adolescentes y personas mayores. Si los varones de edades centrales no se atendieran a sí mismos, esto recargaría el trabajo potencial de las mujeres en 1,77 unidades como promedio para cada una, con lo que alcanzaría las 3,40 unidades de cuidado por mujer.

    El grupo de más de sesenta y cinco años genera actualmente una demanda total de 5.404.794 unidades de cuidado; si la satisfacción de esta demanda se adscribiese exclusivamente a las mujeres de dieciocho a sesenta y cuatro años, a cada una le correspondería producir 0,41 unidades de cuidados por este concepto.

    Las tres tablas siguientes permiten prever la evolución de la demanda en los próximos cincuenta años, a partir de las previsiones demográficas publicadas recientemente por el INE. Para el fin de la década, la cantidad de unidades de cuidado que tendrá que producir la población femenina en edad potencialmente activa será 3,72, esto es, un aumento de 0,12 puntos en la escala por comparación con 2001, o lo que es lo mismo en términos relativos, un aumento porcentual del 2,2 %.El aumento de la demanda proviniente de personas mayores será mas elevado, pasará de 0,41 a 0,50, que en términos proporcionales equivale a un incremento del 22%.

    La tabla 2.7 ofrece una visión de conjunto de la evolución de la demanda de cuidados. Hay que insistir en que la escala utilizada es de tipo general, y si se refiriese a cuidados de salud el incremento de la demanda sería mucho más acentuado. También hay que insistir en que la hipótesis de la adscripción de la satisfacción de la demanda al grupo constituido por las mujeres de dieciocho a sesenta y cuatro años solo tiene la finalidad de visibilizar el fenómeno. Su objetivo es, precisamente, contribuir a la modificación de un escenario que por la inercia de la tradición tiene actualmente excesivas probabilidades de convertirse en real si no se adoptan para impedirlo las pertinentes medidas sociales y políticas. Las estimaciones para 2025 y 2050 son a medio plazo, pero muchas de las medidas relacionadas con la vejez y la dependencia necesitan también largos períodos de tiempo hasta que producen frutos: así sucede con los planes de pensiones, con la formación de especialistas y, en menor medida, con la educación en estilos de vida y la construcción de infraestructuras.

    [ NO INCLUYE TABLAS ]

    Como puede verse en la tabla 2.6, para 2025 la demanda general de cuidados de la población de sesenta y cuatro o más años aumentará un 44% respecto a la del año 2001, lo que significa un auténtico desafío presupuestario y organizativo, especialmente si España cumple con las propuestas europeas de incorporación de las mujeres al mercado de trabajo y al empleo. La incorporación de las mujeres de edades jóvenes e intermedias al empleo remunerado es un objetivo de primera magnitud, pero reducirá la cifra de personas realmente disponibles para hacerse cargo de la producción de servicios no remunerados para el resto de la población española y, especialmente, para la población de edad avanzada.

    Para el año 2050, el crecimiento de la demanda y su repercusión sobre las mujeres en edades centrales se triplicará respecto al actual, sin que haya disminuido la demanda procedente de otros grupos de edad. La desproporción entre la necesidad previsible de cuidados y los servicios disponibles en la actualidad es uno de los mayores desafíos del Estado de Bienestar español, que tiene que afrontar inmediatamente medidas para ajustarse a la nueva situación social y a los cambios que van a intensificarse a corto y medio plazo.

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    ZAMBRANO ALVAREZ, I. (2004) «La responsabilidad pública en el cuidado de la salud: Una aplicación al caso de las personas con discapacidad», tesis doctoral inédita, dirigida por M.A. Durán, Universidad Autónoma de Madrid.

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    * Nota: Este artículo es deudor de dos trabajos previos más extensos: el informe final del proyecto de investigación dirigido por M.A. DURÁN, todavía inédito, «El uso del tiempo: integración en el análisis de la estructura social y económica» (SEC2002-00504) y el informe elaborado para el IMSERSO en el año 2004 con motivo del Libro Blanco de Atención a las Personas en Situación de Dependencia en España, del que son autoras M.A. Durán y S. García Díez, que se ha publicado posteriormente en el Boletín sobre Envejecimiento, Perfiles y Tendencias, con el título Presente y Futuro del Cuidado de Dependientes en España y Alemania.

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