Creencias sobre paz en el caribe colombiano

AutorMauricio Andrés Herrón Gloria/José Alfredo Aparicio Serrano
Páginas131-146

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Introducción

John Lederach1sugiere que la paz, entendida como una acción colectiva, está íntimamente ligada a como “imaginamos” o concebimos nuestras relaciones cotidianas. Para construir paz es esencial entenderla en función de las interacciones sociales, tanto explícitas como implícitas, que experimentan quienes comparten un contexto físico, cultural, histórico y global. En otras palabras, nuestras interacciones deben ser adaptables al contexto y a la evolución de los acontecimientos compartidos por un grupo de personas, lo cual implica que no basta con entender las relaciones humanas desde su contenido relacional (e.g., ser tolerante y amable); hay que entenderlas desde su capacidad para establecer vínculos complejos y pertinentes entre sujetos histórico-sociales (e.g., procesos democráticos, derechos humanos). La construcción de paz es entonces un proceso complejo de reconstrucción de relaciones entre personas. Pero para reconstruir dichas relaciones, continúa Lederach, es preciso reconocer los imaginarios sobre paz que las personas han desarrollado a lo largo de su vida en sociedad. Comprender lo que significa para otros la paz es una forma de entender como conciben y establecen sus relaciones, y en este sentido, como construyen paz.

Desde una postura interpretativista (Lincoln y Guba, 2013); se puede decir que las personas que conviven en las mismas condiciones históricas, culturales y

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sociales pueden construir creencias muy similares acerca de la paz. Sin embargo, debido a que las creencias son construcciones mentales que ocurren últimamente a nivel individual (Guba, 1990), las personas también construyen creencias personales sobre lo que significa la paz, tanto en términos de su contenido o significado (e.g., creer en Justicia social) como de su nivel de complejidad o sofisticación (e.g., poder explicativo, consistencia interna, capacidad argumentativa). Es así como los escenarios de conflicto en nuestras interacciones cotidianas son muchas veces producto de un choque entre creencias distintas acerca de lo que significa relacionarse pacíficamente con otras personas. Cuando nuestras creencias sobre paz entran en desacuerdo, se genera un conflicto entre nuestras formas de concebir y establecer relaciones. Por ello, un aspecto clave para generar cambios constructivos en escenarios de conflicto y violencia extendida es reconocer nuestras creencias sobre paz y como éstas participan en la construcción de nuestras relaciones cotidianas.

Es importante señalar que el conflicto no implica necesariamente la manifestación de conductas agresivas contra de la integridad física o psicológica de las personas. El conflicto es en cambio un elemento fundamental de las relaciones humanas (Bauman y Donskis, 2015; Freud, 1923/2012), así como del aprendizaje y el desarrollo (Miller, 2011; Piaget, 1972; Pintrich y Schunk, 2002). En este sentido, el conflicto lo entendemos como un fenómeno irrevocable de lo intersubjetivo (así como de lo subjetivo), y no como sinónimo de violencia. La paz, como fenómeno de las relaciones humanas, se construye en función de un permanente conflicto intersubjetivo. En otras palabras, no podemos (ni debemos) convivir sin conflicto, pero si podemos intentar hacerlo sin comportamientos violentos.

En el contexto colombiano ha existido un conflicto violento sostenido por más de dos siglos que trasciende la guerra armada con grupos al margen de la ley y sus consecuencias; ha sido en cambio un extenso conflicto marcado por diver-sas formas violentas de relación entre compatriotas, tales como la esclavitud, la exclusión, la discriminación, el terrorismo y la corrupción (Bushnell, 1996; Vernot, 2015). Estas y otras formas violentas de relación han sido perpetuadas en la sociedad colombiana a través distintas formas de expresión y niveles de agresión, tales como la intolerancia, la violencia intrafamiliar, el machismo, el secuestro, la violencia sexual, el desplazamiento, entre otros (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2017). Al igual que en otras partes del país, en la región Caribe algunas de estas formas violentas de relación han sido preservadas a través de modelos estructurales de sociedad (e.g., modelo de clases sociales), que obedecen a sistemas complejos de creencias acerca de nuestras relaciones con otras personas, y en este sentido acerca de lo que significa la paz.

El momento histórico por el que pasa Colombia después de medio siglo de enfrentamientos armados con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia

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[Farc], es una buena oportunidad para construir escenarios de reflexión en torno a la manera como nos relacionamos los colombianos; con nuestras familias, nuestros vecinos y la comunidad en general, tanto local como global. En este sentido, entender lo que significa la paz para los colombianos es un primer paso para lograr reconstruir nuestras relaciones. A través de este capítulo aspiramos entonces ofrecer una interpretación y discusión respecto a las creencias sobre paz que tienen las personas que viven actualmente en contextos de vulnerabilidad en diferentes departamentos de la región Caribe colombiana.

La Creencia como Variable de Estudio

Nuestras creencias son un elemento fundamental para la vida. Creemos permanentemente cosas de todo tipo. Tal vez creamos que a quien madruga Dios le ayuda, que nuestro vecino le es infiel a su esposa o que todos los políticos son corruptos; que al morir pasamos al “más allá”, que saludar por primera vez con un beso es de mala educación o que quizás hoy llueva; que la pobreza es una decisión personal, que al niño hay que exigirle respeto para que obedezca o que Amparo Grisales tiene más de 70; que a la suerte hay que ayudarla, que es de caballeros abrirle la puerta del carro a una mujer o que la vida hay que respetarla. Seguramente también tengamos creencias acerca de cómo debemos cepillamos los dientes, el origen de la vida y si James Rodríguez debió quedarse en el Real Madrid. En otras palabras, construimos creencias prácticamente acerca cualquier cosa. Pero, ¿qué es en sí una creencia? ¿Qué implica “creer en” algo, o “creer sobre” algo? ¿Qué relación tienen nuestras creencias con nuestros comportamientos? ¿Cómo podríamos conocer realmente las creencias de otras personas?

Desde los socráticos hasta nuestros días, filósofos de prácticamente todas las corrientes de pensamiento han dado respuesta a estas y otras preguntas relacionadas con el constructo de creencia (Bogdan, 1986; Ichikawa & Steup, 2013; Schwitzgebel, 2011). En décadas recientes el estudio de la creencia también ha pasado a ser de gran interés para otras disciplinas, como la Psicología, la Sociología y las Neurociencias, particularmente en el campo del aprendizaje y la enseñanza (Connors y Halligan, 2015; Pintrich, 1990). A modo general, se entiende que los seres humanos utilizamos diversos recursos de nuestro aparato psicológico para interactuar con nuestro entorno. Somos seres altamente sociales que gozamos de diversas estructuras y procesos internos – biológicos y psicológicos – que nos permiten organizar nuestra experiencia, resolver problemas complejos y establecer múltiples relaciones con otras personas y objetos.

Desde una postura representacionalista, existe un grupo de estructuras psicológicas cuyo formato representacional es lingüístico; es decir, se organizan a modo

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de un lenguaje interno de pensamiento, de oraciones con sentido proposicional (Dretske, 1986; Fodor, 1990). Por ejemplo, cuando nos encontramos planeando una actividad y pensamos en cómo la desarrollaríamos o con quiénes interactuaríamos, utilizamos mentalmente oraciones con sentido proposicional (e.g., “creo que es mejor que vayamos solos al cine”, “creo que si le pido un beso durante la película me dirá que no”). Para algunos como Damasio (1994) y Nespor (1987), estas estructuras psicológicas no son exclusivamente de carácter lingüístico sino que además se encuentran profundamente relacionadas con nuestras emociones, y en este sentido con nuestras motivaciones, decisiones y comportamientos.

Por otra parte, las creencias pueden ser entendidas como estructuras psicológicas que se construyen en un momento dado y luego son desechadas, o como estados disposicionales que permanecen implícitos en la mente del sujeto y luego son activados en determinadas circunstancias (Schwitzgebel, 2011). En este sentido, las creencias podrían ser transitorias y estar presentes en un momento específico de tiempo (e.g., Alicia cree que Andrés está lavando la ropa), o podrían perdurar en el tiempo y presentarse en diferentes momentos (e.g., Alicia cree que Andrés lava su ropa). Así mismo, las creencias pueden también presentarse en forma explícita o implícita (Bogdan, 1986; Sayre, 1997). Una creencia es explicita cuando está presente en la mente de la persona y ésta puede expresarla por algún medio de comunicación lingüístico o de otro tipo (e.g., gráfico). Y es implícita cuando se encuentra en forma tácita o disposicional y la persona no es consciente, temporal-mente, de su existencia.

Aún existe debate acerca de la relación entre los contenidos de distintas creencias. Desde una...

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