El contrato y España

AutorAlfredo Ramírez Nárdiz
Páginas113-129
CAPÍTULO CUARTO
El Contrato y España
España, España, España. Tres veces España pues
triple es el dolor de todo aquel que habla de su pa-
tria sabiendo que su patria sólo existe para que a
él le duela. ¿Es posible aplicar los principios que
componen nuestra propuesta de contrato en un
país como España? Winston Churchill, que en el
fondo es un optimista, siempre me dice que sí con
su redonda y enorme cabezota cada vez que hago
esta pregunta. Yo, sin embargo, y aunque me es-
fuerzo por mantener la esperanza y afirmar decidi-
do que aún estamos a tiempo, he de reconocer que
cada día me cuesta más ser optimista respecto de
España.
¿Es posible ser optimista con un país que
mantiene de modo sostenido el doble de desem-
pleo que la media Europea y en el que el modelo
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productivo consiste en la sucesión de burbujas eco-
nómicas (ladrillo, infraestructuras, energías renova-
bles…) que se inflan mientras interesan a los que
de ellas extraen riqueza y que cuando explotan se
llevan por delante a millones de desgraciados? ¿Es
posible ser optimista con un país en el que la co-
rrupción es transversal y aparece en todos los nive-
les de la administración, en todos los partidos y, por
supuesto, en la propia ciudadanía que vota a los co-
rruptos y que tolera esa corrupción haciéndose así
tan corrupta como los propios corruptos? ¿Es posi-
ble ser optimista con un país en el que los niveles
de desigualdad y de pobreza infantil son de los más
altos de Europa y donde, en sangrante contraste, se
asume con desfachatada naturalidad que se gasten
miles de millones de euros en administraciones pú-
blicas que o no sirven para nada o reproducen las
funciones de otras administraciones públicas? ¿En
un país en el que defrauda a la hacienda pública
todo aquel que puede y en el que, como si se desea-
ra fomentar dicho fenómeno, se suben los impues-
tos para tratar de cubrir el pozo sin fondo de unas
administraciones incapaces de cuadrar las cuentas?
¿En un país que recorta en educación y sanidad y
mantiene el Senado, que nadie sabe para qué sir-

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