Conclusiones finales

AutorCarlos Varela Gil
Páginas389-396

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Desde el nacimiento de Roma a mediados del s.VIII a.C. hasta el ocaso de su dominio en el s.VI d.C. discurrieron más de trece siglos. Durante ese largo espacio de tiempo, el pequeño asentamiento latino situado a orillas del Tíber se convirtió en el más grande imperio mediterráneo de la Antigüedad. Para ello, necesitó -además de importantes dotes militares y diplomáticas- una organización administrativa que, en continua evolución, fuera capaz de desempeñar con eficacia las funciones y servicios públicos exigidos por el Estado en cada momento.

Así, en la primera época de la civitas, la escasa iniciativa pública (salvo en el ámbito castrense) y el empleo del munus para la realización de los trabajos comunales hicieron que la Administración romana conservara una estructura organizativa básica. Posteriormente, a raíz de las exitosas campañas militares de los s.III y II a.C., Roma aumentó rápidamente sus dominios por Europa y el norte de África, por lo que se hizo necesario extender también a ellos una cierta ordenación administrativa que facilitara su control. Sin embargo, esta circunstancia no modifi có en exceso la rudimentaria organización existente, pues la esencial fi scalización de Roma sobre cada provincia fue realizada por un escaso número de personas (el gobernador y su séquito), permitiendo que la vida municipal discurriera dentro de un amplio margen de autonomía y contratando, para las actividades públicas allí realizadas, a sociedades privadas de publicanos.

Con la llegada del Principado, la Administración republicana sufre una importante transformación: su dirección suprema pasa pro- Page 390 gresivamente del senado al emperador. Una vez en sus manos, el princeps asume las actividades que habían sido realizadas por las societates publicanorum, lo que, junto a la creciente intervención provincial -fruto del lento proceso de romanización-, demandó el empleo de un mayor número de personas al servicio del Estado. Desde ese momento, como consecuencia del aumento del capital humano, la Administración inició un gradual proceso de burocratización a través del cual se fue conformando la compleja organización pública de tipo piramidal característica del Dominado.

Esta paulatina evolución administrativa experimentada por Roma a lo largo de su historia fue consecuencia fundamental del desarrollo de los principios de centralización, competencia y jerarquía.

a) La centralización

El proceso de centralización se inicia a raíz del control que el Estado romano pretende ejercer sobre los territorios conquistados. En un principio, los pueblos vencidos debieron sumisión a la metrópoli y respeto a sus normas constitucionales, gozando -en lo demás- de cierta libertad de autogestión. Posteriormente, a medida que estas poblaciones fueron asumiendo -primero, en Italia y luego, en las provincias- la cultura, idioma y derecho romanos, el poder central comenzó a participar más intensamente en su gobierno. A causa de ello, el gran volumen competencial asumido por Roma no pudo ser ejercido directamente desde la capital, por lo que pronto surgió la necesidad de desconcentrar parte de estas funciones mediante el establecimiento de órganos territoriales permanentes (gobernadores de provincia, praefecti iure dicundo, etc.).

Este sistema de centralización desconcentrada se intensifi có a medida que avanzaban los siglos y la intervención del emperador se extendía a todos los ámbitos de la vida pública. Sin embargo, las grandes distancias que separaban la capital de las distintas localidades aconsejaron a Diocleciano descentralizar administrativamente el Imperio. De este modo, dividió el territorio en cuatro regiones y dotó a cada una de ellas de una Administración más o menos completa, iniciando el camino que...

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