Comentarios a la Ley del Suelo, de J. González Pérez.

AutorJosé María Chico y Ortiz
Páginas240-242

    GONZÁLEZ PÉREZ, J.: Comentarios a la Ley del Suelo. Editorial Civitas, S. A. Madrid, 1976.

Para que el lector pueda hacerse una clara idea de lo que la obra que traemos hoy a recensión representa, quiero contar una pequeña anécdota en torno a la misma que va a dar la medida de su dimensión utilitaria. Por estas cosas que uno tiene, en la razón de la sinrazón, acepté pronunciar una especie de charla en el Centro de Estudios Hipotecarios de Cataluña, de donde, sin una causa lógica, me habían nombrado director del Page 241 mismo. El tema que había elegido era algo así como los aspectos del tráfico inmobiliario dentro de la novísima Ley del Suelo. Los días pasaban demasiado rápidos y simultáneamente mis conocimientos urbanísticos de la nueva norma eran cada vez más escasos. Una llamada telefónica, una promesa cumplida de entrega de ejemplar «caliente» y un respiro del futuro conferenciante fueron todo uno.

En esa charla o conferencia a que aludo expuse mi posición frente a la legislación del suelo, contando un fabuloso pasaje que leí no hace mucho en ese curiosísimo libro de Alvaro Cunqueiro que lleva por título Tertulia de boticas y escuela de curanderos. Contaba dicho autor-con el estilo inimitable que le caracteriza-algo sobre cierta enfermedad que ¿olían padecer los traductores de Toledo. Esta enfermedad era la del llamado «ojo loco» u «ojo de ida», nacida de la lectura de derecha a izquierda cuando andaban con textos árabes, lectura a la que no estaban acostumbrados por haber sido educados en la latina, de izquierda a derecha. Cuando llevaban varias horas de texto arábigo, les era imposible pasar al texto latino, porque el ojo quería seguir leyendo de derecha a izquierda, y en vez, por ejemplo, de per omnia saecula saeculorum, leían muroluceas aluceas ainmo rep. El remedio consistía en colocar una pestaña de oro en el final derecho del párpado superior, y la dicha pestaña de oro se deslizaba por un hilo ensebado, tirado por otro, como si fuera juego de cortina, y así se llevaba la mirada a donde se quería.

Pues bien, a mí frente a la Ley del Suelo me sucedía algo parecido a lo que les pasaba a los traductores de Toledo: se me ponía el «ojo loco» o el «ojo de ida», cosa que también he comprobado en mis visitas al pueblo de Lerma, en la provincia de Burgos, pues al subir la cuesta que da acceso a la plaza en la que se contempla su maravilloso palacio siempree leo un letrero que anuncia una «Droguería» llamada ONIFUR, y lo curioso es que...

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