Germán Arciniegas y Gabriela Mistral: contactos epistolares

AutorSerge I. Zaïtzeff
Páginas136-150

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En 1945 Germán Arciniegas reconoce en «Una mujer de América»1el gran valor de Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura, no sólo por su calidad de poetisa sino por su sentido de justicia, su compasión, su ternura y su sólido americanismo. Toda América está en sus versos. Con sólo dos libros de poemas logra esa «oscura maestra rural» el máximo galardón literario. El apoyo a los niños españoles, la calidad de sus canciones, su humanidad, su fervor americano seducen profundamente a Arciniegas.

Desde antes de su primera visita a México (1922-1924) la poetisa chilena ya aparece en la prensa de Colombia (gracias a Eduardo Santos) con múltiples colaboraciones tanto en verso como en prosa. En particular contribuye a los diarios bogotanos de mayor prestigio crónicas sobre temas culturales de Europa y América Latina y en especial sobre figuras destacadas de las letras colombianas. Así, Gabriela Mistral se da a conocer en Colombia sin viajar a este país y entabla amistad con escritores como Germán Arciniegas y Germán Pardo García, entre otros.

La correspondencia que se ha conservado entre Germán Arciniegas y Gabriela Mistral empieza con motivo del terremoto que sacudió a Chile en 1939 el cual dio origen a artículos de la poetisa chilena publicados en periódicos y revistas a cargo de Germán Arciniegas. Esta dolorosa tragedia suscita la solidaridad entre pueblos americanos, ideal por el cual Arciniegas y Mistral siempre lucharon. Los une un espíritu americanista, un afán de unión continental que intentan lograr a través de la colaboración periodística. Las revistas de Arciniegas mantienen constantemente un carácter americano en cuanto a temas y colaboradores. Por lo tanto Arciniegas no deja de insistir en la participación de su amiga por quien tiene la mayor admiración.

Los dos son grandes viajeros y así se aproximan a la diversidad cultural de América Latina pero por eso mismo no coinciden en el mismo lugar hasta 1948 cuando Gabriela

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Mistral se instala de nuevo en México. Los viajes de Gabriela Mistral por el continente le dan la oportunidad de observar la dura realidad política y social de esos países. Comparte con Arciniegas su desánimo frente al fascismo naciente y la pérdida de libertad y otros valores fundamentales. Pese a esta visión pesimista de América, ella pasará varios años en el Brasil y en México durante los años cuarenta. Donde sea que se encuentre, Mistral no se olvida de Arciniegas cuyos ensayos lee con creciente placer. Inclusive los quiere incluir en sus proyectos editoriales igual que Arciniegas con textos de su amiga. Juntos acaban colaborando en diversos libros de divulgación sobre Nuestra América. Ambos creen en la importancia de mostrar la verdadera realidad latinoamericana a través de sus mejores escritores. Con el fin de explorar ese complejo mundo, Germán Arciniegas proyecta una publicación de enfoque americanista (Revista de América) para la cual cuenta con la imprescindible presencia de Gabriela Mistral y de otros intelectuales. De hecho, Mistral colaboró asiduamente en las páginas de esa revista durante el primer año de publicación (1945).

A pesar de largos períodos de silencio debido a sus constantes mudanzas, Arciniegas y Mistral no pierden el contacto del todo al intercambiar consejos, libros y colaboraciones. Los acerca una común fascinación por el Caribe y por los problemas sociales de América. Así llega la Biografía del Caribe, «libro -según Gabriela Mistral- hermoso y sano con su prosa fluvial que no cuesta». Para Arciniegas el tema caribeño es irresistible y ofrece una enorme riqueza de posibles interpretaciones. La pasión americana de Arciniegas se percibe a cada rato en estas cartas, igual que en sus otros epistolarios. Le entusiasma el impacto que empieza a tener la Revista de América en el ámbito hispanoamericano. Le satisface que este nuevo órgano cumpla su función de defensora de la libertad, un objetivo necesario y noble. Además, se ha logrado reunir en sus páginas numerosas plumas latinoamericanas y se ha podido alcanzar cierta cooperación en campañas importantes. En esta revista independiente Arciniegas siente que ha construido algo diferente que completa lo que estaba realizando en El Tiempo.

Con la penúltima carta de este breve epistolario Arciniegas le remite a su colega las dos partes de un artículo publicado en El Tiempo en 1953 sobre su visita (junto con Eduardo Santos) a la casa de Gabriela Mistral y Doris Dana en los alrededores de Nueva York. Aprovecha la ocasión para hacer la descripción de una mujer humilde y fascinante en cuya poesía se multiplican las resonancias bíblicas. Con su amigo, Mistral lee poemas y comparte sus inquietudes acerca del mundo. Una vez más ella le ha revelado su «grande alma».

En otros textos publicados después de la muerte de Gabriela Mistral (1957), Germán Arciniegas se propone captar con una prosa vívida y llena de imaginación diversos aspectos de la personalidad y la vida de su amiga. Intenta mostrar cómo era y qué era lo que la distinguía. Más que crítica literaria, sus aproximaciones pertenecen más bien a la biografía y a la recreación de un ser humano excepcional con todas sus virtudes y debilidades. Para Arciniegas el mejor poema de Mistral ha sido ella misma y por eso le interesa recordar con emoción detalles sorprendentes de esa existencia rica y compleja. Se suceden retratos memorables de esa mujer con «sonrisa triste» a quien Arciniegas visitó hasta las últimas horas. La imagen que resalta es la de un ser atormentado, rodeado de fantasmas, totalmente excéntrico pero dedicado a mejorar la condición de los pobres y de los desamparados. Arciniegas siente un enorme cariño por esa mujer austera y soñadora a quien considera como «una de las mujeres más extrañas y alucinantes de nuestro tiempo».2

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A base de observaciones personales y de anécdotas a veces divertidas así como de una prosa impresionista, Arciniegas traza un perfil duradero de esa peregrina poetisa. Aquellas páginas y las cartas que se reproducen a continuación son el innegable testimonio de una entrañable amistad entre dos grandes escritores unidos por el mismo fervor americano.

CARTAS 3

Washington, 2 de febrero [1939]4

Distinguido amigo D. Germán Arciniegas:

Envío a Ud. el presente artículo y le pido su publicación en El Tiempo, por nuestra amistad y por su aprecio de mi país en desgracia.5Pasado mañana, le enviaré otro sobre asunto semejante.6Naturalmente, no le pido al diario ninguna remuneración por ellos.

¡Cuántos artículos debo yo a mi querido diario!7Ayúdenos G.A. en esta catástrofe que significa para esta generación el rehacer un tercio del país.

Le saluda respetuosamente,

Gabriela Mistral

P.D.: Le envié Tala,8hace tiempo. Ruego el envío de 4 recortes de la edición a Embajada de Chile, Washington.

* * *

Bogotá, febrero 6 de 1939

Señora Doña

Gabriela Mistral,

Embajada de Chile

Washington.

Muy ilustre amiga:

Adjuntos a esta carta encontrará Ud. los recortes de su magnífico artículo sobre Chile que recibí ayer y que ha salido hoy. No sabe Ud. hasta qué extremo consideramos nosotros el tremendo dolor que aflige a nuestros compatriotas chilenos con motivo del terremoto. Aquí se hizo una colecta popular para enviar algún socorro por conducto de

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la Cruz Roja, y ha de saber Ud. que hasta los lustrabotas y la gente más humilde se acercó a depositar su cuota con un fervor realmente emocionante.

Ya le había escrito a La Habana acusándole recibo de Tala. Su libro es extraordinario, ya conocía parte de él y aún había publicado algunos poemas.9En la próxima edición de la Revista de las Indias saldrá una nota bibliográfica que tendré el mayor gusto de remitírsela a Washington. En mi carta anterior le suplicaba el envío de una colaboración para la Revista de las Indias.10Ahora quiero reanudarle esa súplica, pues como le decía en mi carta, que seguramente Ud. no ha recibido aún, el nombre de Ud. nos es esencial para afirmar el espíritu americano de esa publicación.

Reciba Ud. una vez más mi sentido pésame por la desgracia de Chile y el saludo afectuoso de su amigo,

Germán Arciniegas

* * *

[25 de febrero de 1939]

Sr. D. Germán Arciniegas

Consulado de Colombia

San Francisco, California

Caro amigo:

No sé si le lleguen estas líneas sin dirección. Salgo hoy para N.Y. y tal vez alojo en el hotel Picadilly. Si no fuera así, le enviaré mi dirección a su consulado por télex. Mucho, mucho deseo de verle.

Un abrazo de saludos de

Gabriela

* * *

[Francia, 1939]

Confidencial

Caro Arciniegas:

Mil gracias por sus líneas y sus recortes, recibidos en Atlanta, por esta persona errante... Muchas gracias también por esa publicación de mi artículo. Anteayer fue otro sobre el mismo tema. No he recibido de Cuba su carta; aún puede venir. Pero recibí en La Habana, antes de salir, una circular sobre la Revista de [las] Indias. No sé si se lo he dicho: la publicación me es particularmente querida, aunque no la veo desde que ando caminando, hace año y medio. Si ustedes vinculasen-unificasen un poco ese hermoso esfuerzo y el de «América», de Cuba, fundiendo, o aproximando mucho a esas dos sociedades de escritores americanos, podrían hacerse cosas grandes, no de bulto, sino profundas. Las cosas que pide a gritos la situación que vivimos. Tengo una especie de estupor, ilustre amigo mío, de lo visto en este viaje, desde el Brasil. La América Latina va cayendo, sensible o insensiblemente, en el fascismo; está más que larvado, está en pleno almácigo próspero. Se hallan en peligro las menudas cosas de valor infinito, que íbamos logrando a duras penas: los gramos de libertad, la organización de gremios de obreros y profesionales, el catolicismo sin torquemadismo, la escuela limpia de militarada. Todo lo más puro y lo más sano que hemos peleado y obtenido, todo eso está al borde del abismo. Yo podría contarle cien cosas, pero de nada tengo tiempo. Si usted me consiente que yo le mande colaboraciones breves que irán articuladas por dentro...

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