La viuda frente al 'comando Argala'

Madrid La viuda tuvo ayer una segunda oportunidad frente el comando Argala y la aprovechó. Adoración Zubeldia se sentó ante el tribunal, contó cómo había visto arder a su marido y, cuando le tocaba retirarse, hizo lo que dos días antes se había quedado con ganas de hacer: «¿Les puedo mirar a estos chicos?», preguntó en voz baja al oficial que iba a acompañarle a la puerta. Podía. Y se giró, en pie, para mirar fijamente a Francisco Javier García Gaztelu, Txapote, acusado de ordenar el asesinato de José Javier Múgica; Andoni Otegi, acusado de colocar la bomba lapa con tres kilos de dinamita, y Juan Carlos Besance y Oscar Celarain, acusados de dar cobertura a su compañero de comando.

Diez años después del atentado, les miró cinco largos segundos, en completo silencio, hasta que el tribunal le instó de nuevo a abandonar el estrado. Para entonces, los cuatro ya habían bajado la mirada. Antes de irse, junto a la puerta, se giró de nuevo para verles la cara una vez más. Salió y, llevada casi en volandas por quienes no la abandonaron en toda la mañana, rodeó la sala de vistas para entrar de nuevo a la zona de público.

Desde allí escuchó a los policías describir el escenario del atentado, explicar el tipo de artefacto colocado en los bajos de la furgoneta y desgranar las pruebas acumuladas contra los acusados de matar al edil de UPN en Leiza (Navarra) el 14 de julio de 2001. También escuchó al fiscal del caso elevar las peticiones de condena, además de elogiar su «gallardía encomiable» en el estrado. Y, finalmente, la última palabra de Andoni Otegi: «En el juicio nadie se ha reído del sufrimiento de la viuda. Al contrario, lo respetamos. Lo sucedido es producto de una mentira y del afán de protagonismo de una magistrada», dijo el acusado, antes de que la presidenta del tribunal, Paloma González Pastor, le indicara que eso estaba fuera de lugar.

El acusado se refería así a la frase pronunciada el miércoles por la juez Ángela Murillo, que acabó provocando su salida del tribunal: «Pobre mujer. Y encima se ríen estos cabrones». Las palabras iban dirigidas a un compañero de tribunal, pero fueron captadas por un micrófono que había quedado abierto. El jueves, la propia Murillo resolvió abstenerse de presidir el tribunal, evitando así una previsible nulidad por parte del Tribunal Supremo. La renuncia de Murillo, sustituida ayer por otro magistrado, obligó a repetir lo que se llevaba de juicio, incluida la declaración de la viuda que había desencadenado las...

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