Prólogo
| Autor | José Manuel Sobrino Heredia/Gabriela A. Oanta |
| Cargo del Autor | Catedrático de Derecho internacional público de la Universidade da Coruña/Profesora Titular de Derecho internacional público |
| Páginas | 29-34 |
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Prólogo
José Manuel SOBRINO HEREDIA
Gabriela A. OANTA
La Unión Europea (UE) viene desarrollando, desde 2007, una estrategia
marítima integrada a la que calica como Política, la Política marítima integra-
da. Su objetivo es apoyar el uso sostenible de los mares y océanos y desarrollar
un proceso de toma de decisiones coordinado, coherente y transparente sobre el
conjunto de las políticas sectoriales marítimas ya existentes en la UE. Este plan-
teamiento intersectorial e integrado pretende aumentar la capacidad de Europa
para enfrentarse a los desafíos de la globalización y la competitividad, el cambio
climático, la degradación del medio ambiente marino, la seguridad marítima y
la sostenibilidad energética. Desde aquella fecha, una cascada de resoluciones
procedentes de la Unión y de desigual densidad jurídica han ido dando cuerpo a
esta iniciativa, propiciando, al mismo tiempo, la conformación de una identidad
marítima europea y la creación jurídica de un espacio marítimo común europeo.
La construcción de este espacio marítimo común europeo es la respuesta
que las autoridades europeas están dando a las exigencias derivadas de la mani-
esta dependencia, económica, medioambiental y social de la UE respecto de
los mares y océanos. Como es bien sabido, la interacción entre Europa y el mar
es intensa, variada y vital para su bienestar y prosperidad. La supercie de la
Unión –verdadera península marítima– es más mar que tierra, los espacios ma-
rítimos bajo su soberanía o jurisdicción, incluyendo las regiones ultraperiféri-
cas, son los más extensos del mundo, casi 20 millones de kilómetros cuadrados,
y su zona económica exclusiva la mayor del Planeta. Cabe, también, recordar
que su litoral, de cerca de 70.000 km, triplica el de los Estados Unidos y duplica
el de la Federación Rusa, lo que, a su vez, implica que más de dos terceras par-
tes de las fronteras exteriores sean marítimas. A lo que se añade otra realidad:
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