La génesis del Mercado de las Ideas: la Areopagítica de John Milton. Su recepción en la tradición jurídica norteamericana: Oliver W. Holmes y la Primera Enmienda

AutorEsteban Conde Naranjo
Páginas59-100

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I La tradición del Mercado de las Ideas: Libre debate, verdad y libertad

La concepción del Mercado de las Ideas constituye uno de los argumentos más esgrimidos del discurso de la libertad de expresión en la tradición jurídica occidental. Su fundamentación sostiene que la libre expresión de ideas y opiniones contribuye a la conquista del conocimiento y la verdad, deviniendo, por tanto, en vehículo para alcanzar la libertad en un Estado democrático. Su más célebre exposición se remonta a principios del siglo XX, tal como fue formulada en 1919 por el conocido Juez de Tribunal Supremo norteamericano Oliver W. Holmes en su opinión disidente del caso Abrams v. United States,

La persecución por expresar ideas me parece perfectamente lógica. Si no se alberga duda alguna acerca de las propias premisas y si se quiere, además, conseguir un cierto resultado con todo el corazón, entonces se expresará con naturalidad los deseos en la ley y se eliminará toda oposición [...] Pero cuando los hombres comprueban cómo el tiempo ha invalidado muchas creencias en lucha, entonces pueden llegar a creer incluso más profundamente de lo que creen que constituye la base auténtica de su propia conducta que el ansiado bien supremo se consigue de mejor manera en el mercado libre de las ideas, que el mejor test de la verdad es el poder que el pensamiento tiene para ser aceptado en la competencia del mercado, y que la verdad es el único fundamento sobre el que sus deseos pueden

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cumplirse. Esta es, en cualquier caso, la teoría de nuestra Constitución. Es un experimento, como toda vida es un experimento1.

Desde entonces, un importante sector de la doctrina ha defendido una interpretación abierta y dinámica de la libertad de expresión por su virtud para alcanzar la verdad y la libertad2. Así, Zechariah Chafee, Jr., contemporáneo de Holmes y uno de los primeros constitucionalistas que dedicó el grueso de su línea de investigación a la cláusula de libertad de expresión consagrada en la Primera Enmienda3 calificó la oratoria hol-mesiana como una magnífica exposición de la fundamentación filosófica sobre la que descansa la protección constitucional de la libertad de expresión4. Aunque esto no debe extrañarnos, si es verdad que fue el mismo Chafee quien convenció a Holmes de tal concepción en un encuentro que, propiciado por Harold Joseph Laski, tuvo lugar entre ambos en el verano de 1919, y que alcanzaría plasmación en su opinión disidente del caso Abrams v. United States5.

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Igualmente, abunda en la extensa jurisprudencia del Tribunal Supremo norteamericano relacionada con la cláusula de la libertad de expresión de la Primera Enmienda constantes referencias a la doctrina del Mercado de las Ideas6. En efecto, el case law de la Primera Enmienda está repleto de resoluciones en las que se afirma que la ley no puede censurar ideas o, según la terminología holmesiana, no puede preferir una determinada versión de la verdad frente a cualquier otra. Así quedó reflejado cuando el Juez Jackson expresaba la opinión mayoritaria del Tribunal en West Virginia State Board ofEducation v. Barnett, "Si hay una estrella fija en nuestra constelación constitucional, es que ningún oficial, alto o irrelevante, puede prescribir qué será ortodoxo en política, nacionalismo, religión u otros asuntos de opinión"7. Y como se reiteró al más puro estilo holmesiano en Gertz v. Robert Welch Inc, "Bajo la Primera Enmienda, no hay ninguna cosa como una falsa idea. A pesar de lo perjudicial que una opinión pueda parecer, no dependemos para su corrección de la conciencia de los jueces y jurados, sino de la competición de otras ideas"8. Aunque fue el Juez William J. Brennan quien utilizara por primera vez la expresión "mercado de las ideas" al exponer la opinión mayoritaria del Tribunal en Lamont v. Postmaster General of United States, "Sería un árido mercado de las ideas que tiene solo vendedores y no compradores"9.

Sin embargo, no fue el eminente jurista norteamericano original en su argumentación. Realmente, la formulación del Mercado de las Ideas representa el eslabón de una tradición centenaria defensora de la libertad de expresión como vehículo para alcanzar la verdad y la libertad

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articulada previamente por otros célebres juristas y pensadores del siglo XIX y del período revolucionario y de la Constitución federal de finales del siglo XVIII. Así John Stuart Mill esgrime el argumento holmesiano en la defensa de la libertad de expresión que proclama su célebre ensayo On Liberty (1859),

Pero la peculiaridad del mal que consiste en impedir la expresión de una opinión es que se comete un robo a la raza humana; a la posteridad tanto como a la generación actual [...] Si la opinión es verdadera se les priva de la oportunidad de cambiar el error por la verdad; y si es errónea, pierden lo que es un beneficio no menos importante: la más clara percepción y la impresión más viva de la verdad, producida por su colisión con el error [...] A menos que las opiniones favorables a la democracia y a la aristocracia, a la propiedad y a la igualdad, a la cooperación y a la competencia, al lujo y a la abstinencia, a la sociedad y a la individualidad, a la libertad y a la disciplina, y a todos los demás antagonismos de la vida práctica, sean expresadas con igual libertad y energía, no hay posibilidad de que los dos elementos obtengan lo que les es debido [...] La verdad, en los grandes intereses prácticos de la vida, es tanto una cuestión de conciliar y combinar contrarios, que muy pocos tienen inteligencia suficientemente capaz e imparcial para hacer un ajuste aproximadamente correcto, y tiene que ser conseguido por el duro procedimiento de una lucha entre combatientes peleando bajo banderas hostiles10.

Igualmente, el padre fundador de la independencia norteamericana, Thomas Jefferson, fundamenta su discurso sobre la libertad de prensa en el libre encuentro de ideas y opiniones y en su virtualidad para alcanzar la verdad, como reflejan sus Notas sobre Virginia (1785), su Proyecto de Ley sobre Libertad Religiosa del Estado de Virginia (1779) y el documento en el que el virginiano atacaba la constitucionalidad de la Ley de Sedición de 1798, las Resoluciones de Kentucky (1798), anticipando Jefferson el futuro Mercado de las Ideas que Holmes hiciera célebre en la génesis judicial de la Primera Enmienda11,

Que la verdad es grande y prevalecerá si queda librada a sí misma; que es la antagonista adecuada y suficiente del error, y nada tiene que temer en el conflicto

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si no es despojada por interposición humana de sus armas naturales —la libre argumentación y el debate— dejando de ser peligrosos los errores cuando es permitido contradecirlos libremente12.

Incluso, se prefigura la doctrina del Mercado de las Ideas en los escritos periodísticos de uno de los editores más célebres del período colonial, Benjamín Franklin, como refleja su ensayo publicado en la Pennsyl-vania Gazette en defensa de la libertad de prensa AnApologyfor Printers (10 de junio de 1731), "Los impresores son formados en la creencia de que cuando los hombres difieren en las opiniones, ambos lados deben tener igualmente la ventaja de ser escuchados por el público; y de que cuando la verdad y el error juegan limpio, la primera vencerá siempre al segundo"13.

Con todo, realmente la génesis de esta centenaria tradición se remonta al agitado período de la Revolución Puritana de mitad del siglo XVII. En efecto, la primera formulación del Mercado de las Ideas se articuló en el ensayo fundacional de la concepción moderna de la libertad de expresión, en el célebre discurso de laAreopagítica que el conocido poeta republicano John Milton dirigió al Parlamento de Inglaterra en defensa de la libertad de prensa en 1644,

Aunque todos los vientos de la doctrina, desatados, acometieran la tierra, mientras la Verdad no levantare el campo, será agravio de ésta seguir licenciando y prohibiendo, como en incertidumbre de su fortaleza. Entre ella en agarrada con el Engaño; ¿quién supo jamás de vencimiento de ella en libre y paladino encuentro?14.

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El texto transcrito del siglo XVII constituye, sin duda, la primera fuente de la que se nutre la comprensiva interpretación que ofreciera Holmes de la cláusula de la libertad de expresión de la Primera Enmienda de la Constitución norteamericana a principios del siglo XX. Diversos autores afirman esta conexión. Así, Max Lerner equipara la retórica hol-mesiana con la ofrecida por Milton y Mill15, y Pohlman la considera una manifestación de la influencia que ejerciese el empirismo milliano en las doctrinas de Holmes16. Incluso, en los casos más célebres de la Primera Enmienda el Tribunal Supremo ha hecho referencia a la doctrina defendida por John Milton en la Areopagítica, como se refleja, entre otros, en el caso Eisenstadt v. Baird17, y en la famosa sentencia de New York Times v. Sullivan18.

Sin embargo, pese a representar el ensayo fundacional de la tradición del Mercado de las Ideas, el principal argumento de la Areopagítica no ha sido suficientemente analizado. En la gran mayoría de los casos, la doctrina y la jurisprudencia se limitan a reproducir el célebre párrafo del ensayo miltoniano sin analizar detenidamente la causa de su aparición,

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su real significado y alcance, y, especialmente, su efectiva asimilación con la formulación holmesiana de principios del siglo XX. En este orden de consideraciones, cabe preguntarse si para Milton el encuentro abierto de ideas y...

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