Introducción

AutorRamón Ruiz Ruiz
Páginas13-20

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Si consultamos los manuales o diccionarios de historia de las ideas políticas considerados tradicionalmente como más autorizados1, nos será imposible encontrar referencia alguna al concepto de "republicanismo clásico"2. Ciertamente, se trata de una tradición de pensamiento filosófico-político que no ha sido considerada como tal hasta hace relativamente poco tiempo, a pesar de que sus orígenes se remontan a la Antigüedad clásica y de que mantuvo su vigencia, en mayor o menor medida, hasta finales del siglo XVIII, pasando, a partir de entonces, prácticamente desapercibida para la filosofía política.

La recuperación contemporánea de la misma se debe, según Haakonssen, a lo que él califica como "una de las periódicas convulsiones en la búsqueda americana de su identidad"3, que originó que una serie de historiadores rastrearan, en fuentes no consideradas hasta entonces, los fundamentos teóricos de los orígenes político-institucionales norteamericanos que contribuyeron a la redacción de la Declaración de Independencia o de la Constitución de 1787. Se inició así una revisión historiográfica que contradecía la opinión hegemónica de que la principal fuente de inspiración intelectual de los revolucionarios la constituía el incipiente liberalismo -resumible en la fórmula Locke et praetera nihil-, así como una búsqueda de raíces alternativas que concluyó en una rein-terpretación del conjunto de la cultura política angloamericana de los primeros

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años de la Modernidad a la que se consideró, fundamentalmente, como un desarrollo del republicanismo cívico imperante en la Italia renacentista.

Entre estos autores revisionistas, destacan algunos como Bernard Bailyn4, a quien la edición de una obra sobre los panfletos publicados y distribuidos en el periodo revolucionario le deparó la sorpresa de que, si bien las tesis de Locke estaban presentes en el vocabulario revolucionario, también lo estaban en igual o mayor medida otras fuentes a las que apenas se les había prestado atención, como las ideas puritanas, la tradición del common law, las obras de los pensadores más relevantes de la Antigüedad y, fundamentalmente, las de un grupo de escritores que escribieron durante la Guerra Civil inglesa como Milton, Harrington y Sidney, cuyas tesis coincidían en gran parte con las de los clásicos. Poco después, Gordon S. Wood, partiendo de los descubrimientos del anterior, llevó a cabo en The creation of the American Republic5 una relectura de un gran número de autores del periodo revolucionario y del posterior proceso constituyente, llegando a la conclusión de que, efectivamente, en esos años las tesis republicanas estuvieron mucho más presentes y fueron mucho más influyentes que las lockeanas, si bien en el intervalo que media entre la Declaración de Independencia y la aprobación de la Constitución federal, aquéllas serían sustituidas paulatinamente por las del moderno liberalismo.

Por su parte, ya en 1955, Hans Baron había publicado su The Crisis of Early Italian Renaissance6, donde se acuñaba por primera vez el término «humanismo cívico» para describir un movimiento de intelectuales, como Maquiavelo y otros escritores de la Italia renacentista, quienes en su lucha contra la opresión de las ciudades-Estado, redescubrieron y popularizaron unos ideales de patriotismo, gobierno popular y virtud cívica heredados de la antigua Grecia y de la República romana. Y, en 1975, en su libro The Machiavellian Moment7, J.G.A. Pocock demostró cómo estas ideas habrían pasado de Italia a Inglaterra, con la recepción del humanismo, donde fueron acogidas especialmente por James Harrington. Posteriormente, las tesis de éste y otros republicanos ingleses influyeron en la conciencia política de los colonos norteamericanos, ejerciendo, como hemos visto, un importante papel en la lucha por su independencia.

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Por su parte, las conclusiones de estos y otros autores revisionistas llamaron rápidamente la atención, no sólo de otros historiadores, sino de un gran número de filósofos y politólogos8que se esforzaron por revivir y adaptar los principios del republicanismo clásico a los tiempos actuales. Entre los motivos de esta gran acogida y rápida difusión, Gargarella destaca que el republicanismo, vinculado tanto con el comunitarismo como con el liberalismo, "ha servido de lugar de reposo de comunitaristas y liberales críticos, incómodos dentro de las tradiciones de las que formaban parte"9, que han acogido esta doctrina como una tradición teórica con contenido propio y que consideran como una alternativa global a estas dos corrientes filosófico-políticas preponderantes en la actualidad.

A pesar de que la gran variedad de épocas, regiones y autores mencionados puede dificultar la sistematización de las principales tesis y propuestas del republicanismo clásico, no obstante, es unánime mencionar, como conceptos más característicos, la defensa de la libertad, la virtud cívica y la participación ciudadana en los asuntos públicos; estos elementos, por supuesto, no están presentes sólo en esta tradición, sino que la originalidad de la misma se debe a la peculiar manera en que los conjuga. Así, para los republicanos, los ciudadanos sólo pueden considerarse libres si la República está en sus manos, esto es, si no está dominada ni por un tirano ni por una potencia extranjera; y para ello se requiere que aquéllos se comprometan con el bien común y que acepten de buen grado sus deberes políticos y militares; se necesita, además, diseños institucionales que impidan la concentración del poder, así como ciertas condiciones sociales y económicas que...

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