Fin y consecuencias de la comunicación
Autor | Xosé Ramón Rodríguez-Polo |
Páginas | 97-109 |
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La profundización que Alfred Schutz hace del pensamiento de Max Weber ha situado la reflexión sobre la comunicación dentro de unas coordenadas que nos permite abordar la realidad de la comunicación de una manera coherente, y dentro de la lógica de las ciencias sociales.
Pero repasando la investigación en comunicación más relevante del campo, la más fructífera y la que ha contribuido en mayor grado a la institucionalización de la Comunicación en el ámbito universitario. Nos encontramos con que los presupuestos que han sustentado esta investigación, elaborada dentro de lo que se ha venido a llamar paradigma dominante (Saperas, 1998: 77-85), adolece de una escasa fundamentación teórica.
La tesis que venimos a mantener en estas páginas es que esta debilidad teórica no sólo se ha producido por la renuncia -más o menos consciente- a una investigación de carácter conceptual y normativo que dé razones del fenómeno y de su situación en un contexto humano y social amplio (Martín Algarra y Navarro, 2009: 14).
Sino que también esta corriente de investigación ha confundido los usos, funciones y efectos que pueden alcanzarse por medio de la comunicación con el fenómeno mismo de la comunicación. Y esta confusión ha contribuido enormemente a la actual situación que vive nuestro campo científico.
En este texto intentaremos presentar de manera sucinta la comprensión de la comunicación dentro de las coordenadas que sobre la sociología weberiana desarrolla Alfred Schutz, para después repasar los planteamientos de la corriente funcionalista, la perspectiva de los usos y gratificaciones y, por último, las teorías de los efectos.
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Unas de las aportaciones más reveladoras de la sociología comprensiva de Max Weber es la centralidad que adquiere el concepto de acción, sobre la que levanta el principio de que toda realidad social puede y debe ser reducida para su estudio a acciones humanas llevadas a cabo por individuos concretos (Martín Algarra, 1993: 118).
Weber considera que acción es todo comportamiento dotado de un significado. Sin embargo el significado de dicho comportamiento -como el de cualquier otro fenómeno interpretable- puede ser subjetivo y objetivo. El significado objetivo es el que le da un observador al fenómeno observado, sin tener en cuenta para nada la intención del actor, en caso de que lo observado fuera el resultado de un comportamiento humano. El significado subjetivo es el significado que el actor da a la acción que lleva a cabo. Por tanto, sólo las acciones específicamente humanas son portadoras de un significado subjetivo. En este sentido conviene distinguir acción y conducta. Acción es la conducta subjetivamente significativa, y a las demás formas de espontaneidad humana, caracterizadas por carecer de significado subjetivo, las llamamos conducta. Una acción es social cuando el significado subjetivo que el autor le da tiene en cuenta la conducta de los otros con el fin de orientarla (Weber, 1944: 5-19; Mommsem, 1981: 245-274; Bendix, 1979: 15-90).
Alfred Schutz, que se había planteado el estudio de la sociabilidad humana, la intersubjetividad y la comunicación, encontró en el planteamiento de Weber la posibilidad de hacer una verdadera ciencia de lo humano. Podríamos afirmar que Schutz, siguiendo a Weber, pretende desarrollar una ciencia social que pueda ser verdaderamente denominada ciencia explicando causalmente las acciones sociales que se dan en el mundo - Erklären- y al mismo tiempo, procurando una comprensión del significado subjetivo de esas mismas acciones -Verstehen- (Martín Algarra, 1993: 33).
El análisis schutziano parte de la idea de que una teoría de la acción social tiene que mantener el punto de vista subjetivo si no quiere perder el contacto con las realidades básicas sobre las que trabaja, el mundo social de la vida y de la experiencia. "Salvaguardar el punto de vista subjetivo es la única garantía de que la realidad social no será sustituida por un mundo ficticio inexistente construido por algún científico-observador" (Schutz, 1978: 50).
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Weber en su sociología presupone la existencia del otro y la posibilidad de entrar en contacto con él, así como la capacidad de intercambiar experiencias. Pero no fundamenta esa presupuesto, por lo que lo convierte -a juicio de Schutz- en el principal problema de la sociología weberiana (Schutz, 1972: 37-39).
La cuestión de la comprensión del significado subjetivo que una acción tiene para el actor es el tema fundamental de los análisis metodológicos que lleva a cabo, ya que como el propio Schutz expone en sus discusiones con Talcott Parsons, "el problema de tratar con fenómenos subjetivos en términos objetivos es el problema de las ciencias sociales" (Schutz, 1978: 36).
Esta inquietud le lleva a acudir a la filosofía moderna en búsqueda de la respuesta a lo que se conoce como el problema filosófico de la intersubjetividad. Pero se encuentra con que los distintos intentos de dilucidar la sociabilidad humana no han conseguido alcanzar una solución sin contradicciones.
Schutz llega a la conclusión, apoyándose en el concepto de presentación de Husserl, de que el fenómeno de la intersubjetividad sólo puede ser explicado desde el ámbito de la vida cotidiana:
"El mundo de la vida se presenta al hombre en la actitud natural como un mundo pleno de acciones humanas que pueden ser; y que son de hecho, comprendidas e interpretadas. Las acciones de los otros y los actos que re-sultan de ellas presentan su realidad física -significado objetivo- y presentan el proceso psicológico que las ha acompañado -significado subjetivo-. El mundo de la vida, como mundo percibido que es, es un mundo de significados. La intersubjetividad de la realidad cotidiana es fruto del carácter compartido de la interpretación -de la dotación de significados- de deter-minados objetos en ella presentes. Lo social se constituye, en gran medida, por la creación intersubjetiva de significados" (Martín Algarra, 1993: 258)
El mundo intersubjetivo se origina, pues, en las relaciones de mutuo entendimiento y mutuo acuerdo, y éstas a su vez están basadas en la comunicación. La comunicación, por tanto, presupone una interrelación social sobre la cual se fundamenta (Schutz, 1966: 38). El fenómeno de la intersubjetividad es, pues, lo previo a la comunicación, "es ese tender a los demás como semejantes que tienen algo que decir y que al mismo tiempo me pueden escuchar, como alter egos con quienes puedo compartir mi mundo interior" (Martín Algarra, 1993: 210).
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Todas las realidades humanas del mundo de la vida pueden ser inter-pretadas por un observador. Pero no toda acción por el hecho de estar dotada de significado es una acción comunicativa. Si bien es cierto que cualquier acción social está orientada hacia el otro (Schutz, 1972: 179; Weber, 1944: 5), la acción comunicativa está orientada a actuar sobre el otro (Schutz, 1972: 178), es decir, que tiene como finalidad la modificación de la conciencia de aquél a quien se dirige (Martín Algarra, 1993: 219).
La acción comunicativa no es simplemente portadora de un significado en su mensaje. La propia acción de comunicar es también en sí misma significativa. Además la comunicación se basa en acciones exteriores, básicamente en movimientos corporales. Pero estos no son, estrictamente hablando, la comunicación, sino solamente su vehículo (Schutz, PSR: 205-206).
La comunicación consiste en una combinación de acciones por parte de los sujetos que participan en ella. Por ello la...
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