Filosofía humaquinista del derecho

AutorRoger Campione
Cargo del AutorProfesor de Filosofía del derecho en la Universidad de Oviedo
Páginas91-138
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PARTE II.
FILOSOFÍA HUMAQUINISTA DEL DERECHO 149
Creado mitad para elevarse y mitad para caer;
Gran señor de todas las cosas, pero víctima de
todas ellas;
único juez de la verdad cayendo sin cesar en el
error:
¡Gloria, hazmerreír y enigma del Universo!
(Alexander Pope, Ensayo sobre el hombre
y otros escritos)
II.1. EL SER HUMANO ENTRE NATURALEZA
YCULTURA
Es peligroso mostrar al hombre con excesiva claridad lo
mucho que se parece a la bestia sin mostrarle al mismo tiempo
su grandeza. También es peligroso permitirle ver su grandeza con
149 La base de este capítulo, aquí ampliado y reelaborado, procede de
CAMPIONE, R., «A vueltas con el Transhumanismo: cuestiones de futuro
imperfecto», en Cuadernos Electrónicos de Filosofía del derecho, núm. 40, 2109,
pp.45-67.
Roger Campione
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demasiada claridad sin hacerle ver su miseria. Aún es más peli-
groso dejar que ignore ambas cosas. Pero es muy beneficioso
mostrarle las dos 150.
Aparte de la cita de Alexander Pope, este pensamiento de
Pascal también aparece, como exergo, en un famoso libro de
David P. Barash, La liebre y la tortuga, de 1986, en el que el psi-
cólogo y zoólogo americano analiza, homenajeando en el título
a los protagonistas de la conocida fábula de Esopo, los proble-
mas causados por la incongruencia entre la biología del ser
humano, resultado de un lento proceso de selección natural, y
su cultura, producto de una evolución exponencialmente más
rápida 151.
Preguntarse por las relaciones entre el derecho y las nuevas
tecnologías, por la interacción entre el ser humano y las aplica-
ciones basadas en la inteligencia artificial y la robótica, tiene
mucho que ver con esa dualidad humana hermosamente sinte-
tizada por Pascal y que se entrecruza con las dos dimensiones,
la biológica y la cultural, metafóricamente personificadas en
los animales esopianos.
El ritmo vertiginoso al que avanza el desarrollo de las tec-
nologías convergentes hace que esa evolución cultural vuele
hacia adelante con un factor de incremento exponencial en
cierto sentido nunca visto y con unos efectos potencialmente
tan disruptivos que empiezan a afectar a la propia evolución
biológica del género humano. La irrupción en la vida social de
elementos que no forman parte de la cadena fisiológica resul-
tante de la selección natural y que, sin embargo, muestran
características hasta ayer privativas de los seres humanos,
como el aprendizaje, la toma de decisiones autónomas o una
morfología antropoide (bots, robots, ciborgs, sistemas autóno-
mos dotados de inteligencia artificial) mezcla las cartas de la
150 PASCAL, B., Pascal, B., Pensées, Livre de Poche, París, 1962, p.151.
151 BARASH, D.P., The Hare and the Tortoise, Viking Penguin Inc., Nueva
York, 1986; trad. cast. La liebre y la tortuga. Cultura, biología y naturaleza
humana, Salvat Editores, Barcelona, 1994.
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Filosofía humaquinista del derecho
vida. Es como si el andamiaje biológico constituido por nuestro
patrimonio genético, que siempre se ha contado por distintas
fases evolutivas de homo, mudables solo en períodos ‘bíblicos’,
hubiese pasado finalmente a depender de lo que hacemos, de la
rauda interacción social, más que de la filogénesis infinitamen-
te gradual de las estirpes vivientes.
Nos han cambiado el temario de las ciencias naturales: de
los centenares de miles o millones de años necesarios para
transitar de unas formas orgánicas a otras, de repente nos
vemos catapultados a una época de cambios biológicos que
parecen producirse a un ritmo más rápido que la propia evolu-
ción cultural. Hasta el punto de que nos cuesta encarar cultu-
ralmente la improvisa aceleración del impacto tecnológico en
nuestro alcance biológico. Por fin se está generalizando la per-
cepción de lo que significa vivir en la ‘sociedad del riesgo’ ilus-
trada por Ulrick Beck en los ochenta. Una sociedad que vive
después de la naturaleza, en el sentido de que se ha acabado el
mundo físico no influenciado por la intervención humana. La
sociedad industrial clásica procedente del siglo XIX entendía la
relación entre naturaleza y sociedad como una contraposición,
mientras que la sociedad, todavía industrial, del riesgo, la con-
cibe como una integración. Ya desde finales del siglo XX, avi-
saba Beck, «hay que decir que la naturaleza es sociedad, que la
sociedad es (también) naturaleza. Quien hoy sigue hablando de
la naturaleza como no sociedad habla con las categorías de
otro siglo, las cuales ya no captan nuestra realidad» 152. La cien-
cia y la tecnología han sido factores decisivos en la erosión de
la visión tradicional de la naturaleza como dimensión fija y
ajena al obrar humano. En este sentido, nos han permitido
entender de una manera más plástica que en realidad la natu-
raleza es un producto histórico, una expresión de la civiliza-
ción, si queremos. Digamos que la tortuga comparte patrimo-
152 BECK, U ., Risikogesellschaft. Auf dem Weg in eine andere Moderne.
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 1986; trad. cast. La sociedad del riesgo. Hacia una
nueva modernidad, Paidós, Barcelona, 1998, pp.89-90.

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