De la ciudad clásica a la ciudad tardorromana

AutorBelén Malavé Osuna
Páginas31-76
I
DE LA CIUDAD CLÁSICA A LA CIUDAD
TARDORROMANA
Antes de entrar en el análisis e interpretación de las normas im-
periales contenidas mayoritariamente en el Código Teodosiano, re-
sulta imprescindible abordar ciertas cuestiones concatenadas que, no
obstante, será mejor exponer por separado. En efecto, sería difícil
comprender el alcance y significado de esas leyes imperiales si an-
tes no realizamos ciertas reflexiones relacionadas con el tiempo y
el espacio en que, para su cabal y obligado cumplimiento, fueron
promulgadas. Por decirlo en otros términos, las páginas de este pri-
mer capítulo se justifican por sí mismas, en el sentido que contie-
nen la posible respuesta al por qué de las constituciones. Por ejem-
plo, resulta sintomático y muy llamativo que varias de ellas insistan
denodadamente en la existencia de numerosos , como
bien pueden denominarse genéricamente, que han dejado de pres-
tar utilidad o belleza a las ciudades. O aquéllas otras que aluden a
edificios públicos ruinosos o completamente destruidos que, por lo
mismo, pueden ser dados en concesión a cierta clase emergente de
enigmáticos ya sean locales o “patrios”, ya sean foráneos,
a través de un perfilado procedimiento administrativo. En otras oca-
siones, se habla de curiales y miembros de colegios profesionales
urbanos como los únicos posibles destinatarios de tales ,
en virtud de una ambigua titularidad jurídica, como hipotética medi-
da revitalizadora de las eclipsadas élites locales. Almacenes fiscales
transferidos a usos privados; una suerte de concesión de derecho de
ocupación de dominio público, mediante un mecanismo reglado de
compensación en procedimientos expropiatorios y un largo etcéte-
ra de cuestiones, como el conglomerado de normas que tendieron
a preservar la independencia de los lugares públicos, estableciendo
32 BELÉN MALAVÉ OSUNA
duras sanciones a los particulares que osaran incumplirlas. Lo cier-
to es que, en el tramo temporal de un siglo aproximadamente, es
decir, desde la segunda mitad del siglo IV a la segunda mitad del
siglo V d. C., asistimos a una suerte de indefinición de lo público
que, de algún modo, resulta “contaminado” por la esfera privada,
a veces por propia iniciativa de los emperadores, abrumados por la
necesidad imperiosa de maximizar los recursos financieros y otras,
por propia iniciativa de los particulares, aquejados por la obsesión
de usurpar lo público, posiblemente porque la ocasión era propicia.
Y sin olvidar que todo ello viene perlado de continuos vaivenes en
las políticas imperiales de esos fecundos años; desde la reivindica-
ción pura y simple de lo público, a la planificada complacencia de
intereses privados. Es por esto que hemos decidido dedicar el pre-
sente capítulo a comprender las profundas transformaciones expe-
rimentadas por las ciudades del Imperio durante la segunda mitad
del siglo IV y consolidadas en el siglo V, aunque es muy importante
poner de manifiesto que las conclusiones globales en relación a las
ciudades no solo son inoperantes, sino hasta cierto punto arriesgadas
pues no responden exactamente a la realidad de las cosas, bastante
más variopinta y múltiple de lo que traslucen las leyes de los grandes
Códigos. Digamos que el propio proceso de crisis urbana, tradicio-
nalmente sostenido por los autores, se halla dominado por ciertas
fases alternadas de dinamismo y retroceso en las economías cívicas
que hacen descartar la hipótesis del declive general, si no superada,
al menos sí redefinida en base a nuevos términos. Siendo así, hemos
creído oportuno traer a colación algunas reflexiones sobre la especi-
ficidad de la época histórica a que nos hemos referido, dado que en
ella se enmarca el posible “desgarro” del tejido urbano y sus causas
constatadas, así como su nuevo rumbo hacia esquemas propios de la
Alta Edad Media.
1. UNA APROXIMACIÓN A LA CUESTIÓN
HISTORIOGRÁFICA: RUPTURA Y CONTINUIDAD
Todo el relato sobre la época histórica comprendida entre los si-
glos III y V, cuya misma denominación se ha discutido, se ha centra-
CIUDAD TARDORROMANA, ÉLITES LOCALES Y PATRIMONIO... 33
do básicamente en dos hipótesis opuestas, al menos en apariencia,
que se enmarcan en un estudio más amplio sobre el tránsito de la
Antigüedad a la Edad Media. En efecto, el llamado Bajo Imperio
romano -como preferimos nosotros- o Antigüedad tardorromana 8 o
algunas otras designaciones que, de la misma forma, podrían ser vá-
lidas 9, estuvo dominado, en la Historiografía del siglo XVIII en ade-
lante, por la idea de crisis o declive -siempre peyorativa- o la idea de
la transformación, dentro de una línea continuista. Es decir, parece
que todo se consumía en una disyuntiva entre la ruptura como hecho
puntual pero a la vez definitivo que marca el final de una época y el
inicio de otra y, por otro lado, los cambios operados en el Imperio
que conducen a su transformación, pero sin acontecimientos que im-
pliquen su abrupta desaparición, sino más bien su continuidad en el
tiempo, eso sí, como realidad transfigurada. Por decirlo de otra for-
ma, habría existido una transición, al parecer, no traumática hacia la
sociedad feudal. Es obvio que estas dos tesis han debatido sobre va-
rios extremos posibles: por lo que respecta al elemento espacial, so-
bre globalidad del fenómeno o regionalidad del mismo. En cuanto al
eje temporal, sobre cuándo empieza y termina la época bajoimperial
concretamente. Y finalmente, en relación al ámbito material, cuáles
son específicamente las áreas involucradas: política, administración,
sociedad, economía, fiscalidad, cultura, religión, etc. Lo cierto es
que todo empieza por E. Gibbon a finales del siglo XVIII, con la te-
sis de la decadencia, bien plasmada en el propio título de su magis-
tral obra 10 y desde entonces, se han seguido sucediendo los estudios
sobre el tema, a decir verdad, bastante recrudecidos en los últimos
8 En origen, el adjetivo “spätrömisch” fue acuñado por el austríaco, historia-
dor del arte, RIEGL,A., en 
Österreich-Ungarn. 
comprendido entre el Edicto de Milán y el reinado de Carlomagno gozaba de ca-
racterísticas propias que se hallaban lejos de la decadencia y degeneración de lo
clásico y que, sencillamente era producto de un cambio. Para él, el arte de este
largo período era esencialmente romano y de ahí el apelativo “tardorromano”.
9 Como por ejemplo, “spätantik”, es decir, tardoantiguo, utilizado entre
otros, por BURCKHARDT, J. en sus contribuciones.
10 GIBBON, E., , publicada entre
los años 1776 y 1787. Trad. esp.:  
romano, 5 vols. Madrid 1984.

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