La vocacion y la mision de la familia en la iglesia y en el mundo contemporaneo

AutorMons. D. Carlos Osoro
Páginas357-363

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Muchas gracias doña Elena por su presentación, porque ésta me ayuda a tomar mayor conciencia de que lo único importante es creer en Jesucristo, todo lo demás al fin y al cabo es pasajero, me ayuda a centrar en mí vida la pregunta fundamental: Carlos, ¿crees esto?, ¿estuviste al lado de todos los hombres?

Si todos los hombres somos el ser que Dios quiso dar mayor importancia en la Creación, hasta tal punto que fue el motivo de su Encarnación, ¿cómo no nos va a importar a nosotros lo que está en el fondo del ser humano, todas sus tragedias y sus cosas bellas? Vosotros con vuestro trabajo y acompañamiento, en concreto en el matrimonio y en la familia, sois testigos privilegiados de ello.

Preparando mi intervención para estas jornadas sobre la vocación misionera de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo, profundizaba en las enseñanzas del Concilio Vaticano II, en concreto, en la constitución Gaudium et spes, en cuya segunda parte se exponen los problemas urgentes que tiene el mundo contemporáneo, y sitúa en el capítulo primero la urgencia de fomentar la dignidad del matrimonio y de la familia, la santidad en el matrimonio y la familia, el amor conyugal, la fecundidad del matrimonio, el respeto a la vida humana y la promoción del matrimonio y la familia, que es un deber de todos. Por otra parte, hay afirmaciones bellísimas en el Concilio Vaticano II que el magisterio posterior de los papas han reafirmado y que se ha puesto de nuevo de manifiesto en los dos últimos sínodos a los que nos ha convocado el Papa Francisco, cómo la salva guarda de la persona y de la sociedad, está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar. El reto para la Iglesia en su deseo de buscar el bien personal y social sigue siendo apasionante; la familia cristiana, al tener su origen en el matrimonio, que es imagen y participación de la alianza del amor de Cristo y de la Iglesia, está llamada a manifestar a todos la presencia viva del Salvador en el mundo y la naturaleza auténtica de la Iglesia por los caminos del amor, la generosa

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fecundidad, la unidad, y la fidelidad de los esposos. La familia nos decía el Concilio, es una escuela del más rico humanismo.

Os confío, como lo hice a un grupo de periodistas en el Sínodo de la Familia, que cuando me piden una reflexión sobre la familia siempre me retrotraigo a mi propia familia; lo más importante y decisivo de mi vida se ha fraguado en mi familia, aprender a amar, a respetar, a querer, a ayudar al otro, a servir, a entregarme a los demás, a valorar lo pequeño y lo grande, a creer y a crecer creyendo, a abrirme a la dimensión transcendente de la vida … todo ello lo he aprendido en casa, en mi familia, con mis padres y mis hermanos. Por tanto yo creo en esto, en que la familia es la escuela del más rico humanismo. Los cambios sociales que el moderno mundo provocan en nuestra vida, no han modificado la estructura fundamental de la familia ni la responsabilidad paterno-maternal, ni la decisiva convivencia de los progenitores con sus hijos, sobre todo en lo que concierne a las fundamentales experiencias existenciales que tanto los hijos como los padres viven en la fase de convivencia. Por eso no se vislumbran en nuestra sociedad formas alternativas que sean capaces de reemplazar a la familia como lugar de aprendizaje social y de experiencia existencial, ni siquiera en las alternativas que se intentan promover como homólogas a la familia. La convivencia de los hijos con los padres ofrece una insustituible oportunidad de aprendizaje social a través de la cual se ejerce, de forma no deliberada pero sí duradera y eficaz, la confianza radical en la vida, necesaria para el desarrollo de la persona y la fiabilidad de las relaciones humanas.

El Estado, en su propuesta, debería poner su propio futuro en la familia, formulando el resurgimiento de virtudes democráticas, de responsabilidad, de solidaridad, de orgullo ciudadano, de civismo, respetando el matrimonio y la familia, comunidades sociales básicas de la sociedad y posibilitando el cumplimiento de su encargo educativo, cuya responsabilidad es exclusivamente de los padres mediante el establecimiento de las adecuadas condiciones; por eso la protección...

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