La visión penal de la violencia filio-parental en España: un panorama desigual

AutorAlfredo Abadías Selma
Cargo del AutorDoctor en Derecho penal cum laude por unanimidad por la U.N.E.D.
Páginas121-186
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CAPÍTULO 7
LA VISIÓN PENAL DE LA VIOLENCIA
FILIO-PARENTAL EN ESPAÑA:
UN PANORAMA DESIGUAL
Alfredo Abadías Selma
Doctor en Derecho penal cum laude por unanimidad por la U.N.E.D.
Vocal de investigación, innovación y desarrollo de SEVIFIP
Profesor de Derecho Penal y Criminología y Coordinador del Máster en Derecho
Penal Económico de la Universidad Internacional de La Rioja UNIR
aabadiasselma@gmail.com
alfredo.abadias@unir.net
1. VIOLENCIA FILIO-PARENTAL:
CONCEPTO E INVESTIGACIONES
Entendemos que es preciso realizar una distinción entre la agresividad y la
violencia.
La agresividad pertenece al ser humano como una potencialidad para impo-
nerse en la vida en momentos en los que se necesita una fuerza que no se utiliza de
forma habitual.
La agresividad no ha de causar ningún daño, es una forma de actuar del ser
humano normal y que no tendrá porque entrar en el ámbito de lo ilegal, y en este
sentido también lo indican Alonso, y Castellanos (2006).
Un ejemplo de agresividad podría ser el momento en el que un nadador ha de
imponerse a sus competidores con un plus de fuerza realizando un esprint nal en
una competición de 100 metros libres.
LA VIOLENCIA FILIO-PARENTAL: UNA VISIÓN INTERDISCIPLINAR
ALFREDO ABADÍAS SELMA | ROBERTO PEREIRA TERCERO COORDINADORES
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Por su parte, (Roperti Páez-Bravo, 2006) distingue entre agresividad y violen-
cia enfatizando en el aprendizaje que existe en las conductas violentas, y realiza la
siguiente delimitación:
«Para entender el fenómeno hay que partir de una distinción: agresividad y violencia
no son lo mismo. Si bien la primera es un impulso normal que bulle dentro de cada
ser humano, la violencia, en cambio, es una pauta de comportamiento aprendida
e inadecuada, una forma de relación y de resolución de problemas que no es algo
natural» (pp. 23-24).
Sin embargo, no toda agresividad es positiva, y entendemos interesante la
distinción que hace Herrero Herrero (2007) entre agresividad positiva y nega-
tiva:
«Agresividad negativa es la representada en una conducta destinada a inigir, de for-
ma directa o vicaria, física o moralmente, daños a las personas (o instituciones), sin
que éstas provoquen aquélla de forma suciente..., y sigue en la distinción, –...la agre-
sividad positiva: La representada por una conducta dirigida a vencer los obstáculos
que se oponen a la consecución de los propios objetivos (o de terceros que afectan al
agente), en todo caso lícitos, sin intención alguna de causar daños al prójimo» (pp.
292-293).
Vemos como en esta distinción aparece la licitud como parámetro diferencia-
dor entre la agresividad positiva y negativa.
Según Gilinsky (2008), violencia es: «causar daño físico, vulnerar la inviola-
bilidad física. Por violencia se entiende también la actitud hostil hacia el objeto del
atentado, plasmada en acciones encaminadas a su destrucción, (daño o eliminación)»
(p. 70). Apreciamos aquí también la connotación negativa que tiene la violencia.
Cáceres (2012), por su parte, distingue la agresividad de la violencia, matizan-
do que esta última es un atributo negativo del hombre:
«La etología nos ha enseñado a diferenciar «agresividad» de «violencia». La primera es
una fuerza, una pulsión, un instinto, un dinamismo biológico que impulsa a los seres
vivos a subsistir, o supervivir, a «e-vo-lu-cio-nar». En otras palabras, la agresividad es
una construcción de la naturaleza, de la vida, para continuar avanzando, cerrando
círculos, formando cadenas, organizando un equilibrio noosférico imprescindible
para la supervivencia de los individuos, de la especie, de la vida misma. En cambio,
LA VISIÓN PENAL DE LA VIOLENCIA FILIO-PARENTAL EN ESPAÑA: UN PANORAMA DESIGUAL
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la violencia es una fuerza destructora, negativa, involutiva que ha creado la cultura
para imponer por la fuerza, para competir y vencer como objetivo único, dominante,
avasallador, para conquistar el poder, para aplastar, muchas veces inmotivada y gra-
tuitamente, con el solo propósito de dominar». (p. 127).
La Organización Mundial de la Salud (O.M.S., 2017) dene la violencia
como:
«el uso intencional de la fuerza física, amenazas contra uno mismo, otra persona, un gru-
po o una comunidad que tiene como consecuencia o es muy probable que tenga como
consecuencia un traumatismo, daños psicológicos, problemas de desarrollo o la muerte».
Si acudimos al diccionario de la Real Academia Española de la lengua (RAE,
2019), el término violencia aparece como «Acción violenta o contra el natural modo
de proceder» en su acepción 3ª.
Aquello que el hombre aprende depende de la sociedad y del código moral
de cada momento temporal, y si además nos encontramos en una «sociedad líquida»
(Bauman, 2007) impregnada de relativismo, el hecho de denir los límites de los
comportamientos violentos se convierte en una tarea ardua, pues existe una amplia
variedad de códigos morales que imperan en los distintos países, y ello hace de la
violencia una de las cuestiones más difíciles de abordar en un mundo globalizado.
Por otra parte, todo ello, se convierte en algo más complejo por el hecho de que la
noción de lo que son comportamientos aceptables, o de lo que constituye un daño,
viene inuido por el ambiente cultural sometido a continuos cambios.
Ya adentrándonos en el maltrato de hijos a padres, el fenómeno suscita el inte-
rés de la comunidad cientíca desde 1957 cuando (Sears, Maccoby, & Levin, 1957)
intentan denir este tipo de conductas denominándolas como «síndrome de los
padres maltratados». También son pioneros en el estudio de las agresiones de hijos a
padres (Robinson, Davidson & Drebot, 1958).
(Harbin & Madden) en 1979 nos hablan de: ataques físicos o amenazas
verbales y no verbales o daño físico. Por su parte, Straus (1979) concreta y amplía el
concepto a determinados comportamientos violentos como morder, golpear, arañar,
lanzar objetos, empujar, maltratar verbalmente y/o amenazar.
Años más tarde, una serie de investigadores empiezan a estudiar el fenóme-
no analizando las tasas de prevalencia del mismo, así (Agnew & Huguley, 1989),

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