Violencias múltiples contra las mujeres en la sociedad de la tecnología

AutorIsabel Tajahuerce Ángel
Páginas21-44
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VIOLENCIAS MÚLTIPLES CONTRA LAS
MUJERES EN LA SOCIEDAD DE LA
TECNOLOGÍA
ISABEL TAJAHUERCE ÁNGEL
Profesora del Departamento de Periodismo y Comunicación Global
de la Universidad Complutense de Madrid
La pandemia por la Covid-19 ha puesto de manifiesto que
las mujeres continúan sin ser iguales a los hombres, pese a las
convenciones internacionales o las políticas de género en di-
versos países, además de los avances en las leyes, movimientos
sociales y políticos, toma de conciencia de algunas personas
y declaraciones institucionales. La realidad del confinamien-
to por Covid-19 ha visibilizado la situación de las mujeres
en el ámbito familiar y doméstico, donde siguen haciéndose
cargo de las tareas que más tiempo de dedicación exigen, de
los cuidados y del sostenimiento de la salud, además de la
alimentación, la higiene de toda la familia, etc. y siempre sin
apenas reconocimiento y teniendo que compatibilizar, en el
caso del confinamiento, con teletrabajo o trabajos esenciales,
llegando muchas veces a la extenuación por la complejidad y
exceso de las actividades que deben realizar. El teletrabajo de
las mujeres ha estado en ocasiones relegado y adaptado a las
tareas escolares y recepción de clases a través de internet de
las hijas o hijos, o del teletrabajo del varón, porque no siempre
existía suficiente material informático en el hogar para cubrir
las amplias necesidades de un momento tan crítico en el que
la tecnología ha pasado a ser imprescindible.
Isabel Tajahuerce Ángel
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Los procesos de socialización consideran siempre priori-
tarias las actividades de cualquier miembro de la familia que
no sea la madre, más si se tiene en cuenta que aún hoy en día
el salario de las mujeres suele considerarse complementario
al del varón, independiente de la cuantía del salario, y porque
en la mayoría de los casos las mujeres eligen reducciones de
jornada para el cuidado de mayores y menores, o renuncian a
ascensos profesionales por temas diversos. Los imaginarios se
mantienen, haciendo parecer que determinadas decisiones son
por libre elección cuando es el entorno el que sigue hablando en
su nombre, el que considera “malas madres” o “malas hijas” a
las mujeres, o las acusa de “desatender a sus maridos” o de “no
cuidarse para ellos”, hasta llevarlas a niveles de ansiedad muy
complejos por no tener tiempo real para cumplir el mandato
de género, lo que provoca sentimiento de culpa y un malestar
perpetuo. Estas realidades se han hecho más visibles con la
multiplicación de las cargas de las mujeres durante el confina-
miento, porque no han tenido, además, los apoyos familiares o
profesionales con los que contaban antes de la pandemia, pero
estaban ahí, ocultas tras una apariencia de cambios en las rela-
ciones de pareja, en la corresponsabilidad y en el compromiso
de las empresas con la conciliación. Las violencias contra las
mujeres son múltiples y complejas, interaccionan y se entrela-
zan en una sociedad de avances tecnológicos imparables que
no están introduciendo la perspectiva de género, por lo que
perpetúan las violencias y generan otras nuevas.
Una de las violencias más extremas es la prostitución.
La pandemia ha visibilizado la realidad de la esclavitud del
siglo XXI, aunque en la mayoría de los casos ni hombres ni
mujeres la quieren ver, porque los procesos de socialización
crean y generan modelos de mujeres de primera, de segunda
y de desecho. Las últimas muy poco importan, es mejor no
mirarlas, ni siquiera verlas, aun cuando se sabe que están ahí.
La prostitución es una lacra en las sociedades democráticas,

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