Sobre la vigencia de la filosofía práctica de Kant

AutorJesús Vega
CargoUniversidad de Oviedo
Páginas359-385

Page 359

Las páginas que siguen tienen un doble designio nada novedoso. Su propósito es tanto corroborar un diagnóstico como contribuir a una crítica. Lo primero tiene como motivo inmediato la reciente conmemoración de la figura de Immanuel Kant en el bicentenario de su muerte, y su objeto es una nueva reevaluación, otra más, de la importancia de la doctrina kantiana en la historia de la filosofía práctica y de su innegable actualidad. Lo segundo responde al deseo de articular algunas intuiciones en torno al significado real que puede tener esa vigencia de la filosofía práctica de Kant, tampoco originales en absoluto pero probablemente sí muy necesarias, acaso hoy más que nunca, para acotar los límites e insuficiencias de un pensamiento filosófico idealista en materia de ´racionalidad prácticaª.

Digo ´intuicionesª porque no pretendo hablar, desde luego, con la autoridad de ningún ´especialistaª en Kant; si acaso, como un ´especialista en ideas generalesª, según aquella célebre definición que Comte daba del filósofo (a su vez ´en generalª). De modo que lo aquí voy a decir no serán otra cosa que generalidades que todo el mundo conoce sobre el pensamiento kantiano y sobre su presencia en la filosofía actual. En cuanto al propósito crítico que las anima, es solamente reflejo de la experiencia de un profesor que -como todos lo que tienen que vérselas ´de oficioª con los asuntos de la filosofía del Derecho, de la moral o de la política- ha tenido necesariamente que pensar en las tesis kantianas, desde ellas y muchas veces también -sin que tenga que ser aquella ´lucha cuerpo a cuerpoª de la que hablaba, un tanto dramáticamente, Ortega- contra ellas.

Comenzaré, pues, con un diagnóstico general. Kant es, sin resquicio alguno para la duda, el ´pensador de la épocaª, el filósofo por excelencia de nuestro tiempo, a una considerabilísima distancia de Page 360 otros grandes filósofos clásicos pertenecientes al ´ciclo del idealismo alemánª (señaladamente, Hegel) o impugnadores de él (señaladamente, Marx). Y desde luego, a mucha mayor distancia de la influencia de cualesquiera otros pensadores anteriores o posteriores. Esta valoración histórico-filosófica no es, como decía, nueva y vendría a expresar la idea comúnmente asentada de que la filosofía kantiana inaugura el pensamiento moderno, certificando el cierre del período de la filosofía medieval y abriendo el nuevo ciclo de la filosofía moderna y contemporánea. Sin embargo, sí sería necesario precisar que la presencia de Kant en nuestro mundo actual, en los comienzos del siglo XXi, es mucho más inmediata de lo que pudo serlo en los siglos XIX y XX. Algunas de las ideas básicas que el sistema kantiano convirtió en el centro de la reflexión filosófica moderna -ideas tales como las de ciencia, Estado, individuo, historia o progreso-, fueron desarrolladas inmediatamente por sistemas postkantianos que llenaron el siglo XIX, asociados a nombres como los de Comte, Hegel y Marx, sistemas a su vez cuya proyección práctica, política e ideológica se extendió a lo largo de todo el siglo XX. Una vez acaecidos hechos tales como la caída de los totalitarismos (el nazismo a mediados y el comunismo a finales del siglo XX), la consolidación de las democracias individualistas de raíz liberal y la crisis o al menos atemperación del positivismo cientificista, de la ´tecnocraciaª y de la idea ilustrada de progreso indefinido de las tecnologías (pongamos como referencia testimonial de esta crisis a Heidegger, la filosofía hermenéutica gadameriana y el ´postmodernismoª), no sería extraño que -como ha señalado recientemente G. Bueno- Kant haya ´recuperado su hegemoníaª. Su sistema filosófico representó, en efecto, ´el punto de cristalización de las ideologías de la época moderna, que revolucionan el orden antiguo: de la Ilustración, de la Democracia y de la Cienciaª1, y esas ideologías, después de los reajustes y convulsiones del pasado siglo, son las llamadas a constituir de nuevo el punto de referencia en el presente de la ´globalizaciónª.

Aquí se trata de hablar en concreto de la vigencia de la filosofía práctica de Kant. Y lo primero a decir es que si hay, ciertamente, algún campo de la reflexión filosófica en el que ese diagnóstico general anterior sea plenamente válido, ése es precisamente el de la filosofía práctica, esto es, la filosofía ética, moral, jurídica y política.

La suposición misma de que éste sea un ámbito autónomo (una ´parte definidaª) de la filosofía -la ´filosofía prácticaª- es inequívocamente de filiación kantiana, si bien sabemos que Kant ha sido aquí menos un creador que un receptor de la philosophia practica universalis de tradición aristotélico-escolástica que le llega a través de la escuela de Wolff (Achenwall, Baumgarten). Si hasta hace sólo unas Page 361 pocas décadas las expresiones ´prácticaª o ´praxisª eran monopolio del marxismo y del materialismo, y más o menos lo mismo sucedía con la noción de ´razón críticaª (Escuela de Frankfurt), la sola mención en nuestro tiempo del sintagma ´razón prácticaª está evocando casi exclusivamente el legado de Kant. En especial, bajo esta ´rehabilitación de la razón prácticaª (por usar una expresión que se puso en circulación hace veinte años en Alemania) se sobreentienden cuando menos las dos cosas siguientes: i) el mundo de la acción o praxis humana como territorio de operatividad de la ´razónª, pero una razón ya no teorética, científica o instrumental, sino ´normativaª, y ii) un esquema de unificación común y armónico, a partir de tal noción de racionalidad, de sus diversas subregiones (morales, éticas, políticas y jurídicas).

Que la esfera -o esferas- de la acción práctica se hallen sometida a pautas de racionalidad y que ello permita aventurar relaciones de unidad (no polémica) entre ellas son, efectivamente, ideas cuya presencia dominante en la filosofía práctica actual está, de un modo casi exclusivo, escrita en lenguaje kantiano y pensada con conceptos kantianos. Y podría decirse que si la verdadera ´vuelta a Kantª se ha producido más en el presente cambio de siglo que en el anterior, cuando aquel famoso lema de O. Liebmann -Zurück zu Kant!- abrió paso a los diversos neokantismos, ello es porque hoy éstos están en buena parte olvidados acaso precisamente por estar demasiado ligados a la filosofía teórica (la epistemología, la teoría del conocimiento) del pensador de Königsberg; especialmente el neokantismo logicista o marburguiano (Natorp y Cohen), más centrado en la ´razón puraª, mientras que sólo el neokantismo ´axiológicoª (Windelband y Rickert), es decir, el centrado en la ´razón prácticaª, tuvo una línea de continuidad que conduce directamente a la filosofía hermenéutica (Dilthey y Weber) y a la teoría de los valores (Lotze, Scheler y Hartmann). No es, pues, la filosofía teorética kantiana aquella que tiene presencia inmediata en el presente, probablemente debido a que los dualismos no menos clásicos que ella introduce en la reflexión moderna y contemporánea (analítico/dialéctico, a priori/a posteriori, empírico/ trascendental, etc.) sí que han sido desarrollados autónomamente, con libertad frente a Kant, por otras tradiciones filosóficas (marxista, analítica, fenomenológica, etc.) sin que su evolución posterior parezca permitir un retorno a los términos literales del criticismo kantiano. En cambio, la filosofía práctica -y sólo ésta- sí que es hoy mucho más kantiana que nunca, si es que alguna vez dejó de serlo.

Para corroborar lo anterior de un modo extensional o empírico bastaría la referencia al hecho de que la filosofía académica hoy practicada (aquella que, según el mismo Kant, sería ´artistaª de la razón) ha adoptado como ´paradigma normalª (en el sentido kuhniano) el sistema de ideas de dos filósofos que se reclaman hoy expresamente continuadores del proyecto kantiano de fundamentación de la razón práctica -J. Rawls, en Estados Unidos y J. Habermas, en Europa- cuyas Page 362 obras dominan abrumadoramente la bibliografía producida en los departamentos de filosofía moral, política y jurídica de las universidades a ambos lados del Atlántico2. Estos pensadores (y podrían ser mencionados otros muchos: Apel, Singer, Hare, Gauthier, Herman, O'Neill, Korsgaard, Nino, Arendt, Tugendhat, Nagel, Richards, etc.) rehabilitan a Kant más por el método, el constructivismo práctico, que por los supuestos ´metafísicosª o precisamente ´teoréticosª que aún envolverían el sistema de su filosofía práctica, supuestos que no se avendrían ya, ni serían necesarios, para la filosofía contemporánea, una vez producidos sus sucesivos giros ´lingüísticoª y ´pragmáticoª3. Tampoco resulta extraño en absoluto, a la luz de todo lo dicho, que la ´hegemonía kantianaª venga asociada fundamentalmente a la filosofía analítica de raigambre anglosajona4.

Pero el signum kantiano no ha dejado sólo su impronta en el discurso filosófico, sino que también se hace muy claramente visible en el discurso justificativo más o menos ´oficialª de las propias prácticas públicas, políticas, jurídicas y morales (aquellas que según Kant serían ´legisladorasª de la razón). Hablamos, claro está, de las prácticas públicas características de los Estados democráticos de Derecho occidentales, fundados sobre el sistema productivo de mercado tendente a una mundialización económica capitalista (el World-System de Wallerstein). Este escenario es propicio a la generalización de lógoi diversos caracterizados, entre otras cosas, por una tendencial convergencia entre: i) las justificaciones morales y las justificaciones jurídicas: así, p. ej., la creciente ´moralizaciónª del Derecho tras la segunda postguerra, en función de la apelación a ´valoresª o ´principiosª, que rigen las Constituciones y la práctica de los tribunales superiores, a su vez teorizada por doctrinas como las de Dworkin o Alexy; ii) las justificaciones morales y las justificaciones políticas: así el discurso reivindicativo de los ´derechos humanos universalesª, o la apelación Page 363 a los...

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