«Venid a la Escuela»: sor Juana y los santos en las aulas del conocimiento

AutorOswaldo Estrada
CargoUniversity of north carolina at chapel hill / UC-mexicanistas
Páginas85-96
243
«Venid a la Escuela»: sor Juana y los santos
en las aulas del conocimiento
OSWALDO ESTRADA
UNIVERSITY OF NORTH CAROLINA AT CHAPEL HILL / UC-MEXICANISTAS
¡Ea, niños cristianos, venid a la Escuela,
y aprended la Doctrina con muchas veras!
¡Ved, que espera el Maestro! ¡Apriesa, apriesa, apriesa!
¡Corred, llegad, mirad que os ganan la palmeta!
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ,
San Pedro Apóstol, 1677
Para el hispanista italiano Dario Puccini, los villancicos de sor Juana siempre fue-
ron una muestra tangible de «auténtico proselitismo y enseñanza evangélica en
tierras de indios» (189). Pensaba, además, que a través de estas canciones religio-
sas la Décima Musa no sólo se dirigía a una comunidad heterogénea sino que
podía vivir a fondo «su papel de monja y particularmente el de mujer, delicada y
vibrátil, pero orgullosa de su propio sexo» (189). No fue el único que trató de
encontrar la religiosidad de sor Juana a mediados y finales del siglo XX en sus
villancicos o letras sacras. En su libro Humanismo y religión en Sor Juana Inés de
la Cruz (1983), por ejemplo, Marie-Cécile Bénnassy-Berling retrata a una sor Juana
«catequista», genuinamente interesada «por el género del villancico desde el pun-
to de vista verdaderamente pastoral» (196). Y si Alfonso Méndez Plancarte, al
editar los villancicos sorjuaninos en los años cincuenta, señala que éstos revelan
la forma en que «Dios y la Virgen y Sus Santos» sabían «arrebatarla» y «enamo-
rarla» (X), medio siglo después también Georgina Sabat de Rivers confirma
—como lo había hecho en su edición de la Inundación castálida (1982)— que los
villancicos son «la mejor muestra de lo religioso de su poesía» («Introducción»,
LIV). Por su parte, Martha Lilia Tenorio observa que estas pequeñas composicio-
nes poético musicales le permitían a sor Juana dar su propia versión «del discurso
hagiográfico y del Oficio Divino, sin salirse ni de la hagiografía ni de la liturgia»
(57, mi énfasis).
¿Sería ese el caso? ¿Qué querría lograr sor Juana con estos villancicos que
mezclan lo popular y lo culto, la sencillez y la complejidad, los juegos de palabras
y el afán intelectual? Sabemos de sobra que sor Juana nunca dio puntada sin hilo,
que escribir para la Iglesia le convenía, en tanto que le otorgaba prestigio y poder
(Paz, 414), y que sus composiciones religiosas eran eso pero también, y sobre todo,
mucho más que eso... Además, gracias a diversos estudios críticos realizados en los
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