Vagabundos de la miseria, migraciones y sindicalismo: 'Las uvas de la ira'.

AutorJosé Luis Monereo Pérez
CargoCatedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social en la Universidad de Granada. Presidente de la Asociación Española de Salud y Seguridad Social
Páginas191-218

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1. El contexto histórico-social y político de las uvas de la ira

La novela de John Ernst Steinbeck (27 de febrero de 1902-20 de diciembre de 1968)1, Las uvas de la ira (The Grapes of Wrath, 1939)2, es típicamente una novela realista y de compromiso crítico sociopolítico con su tiempo. John Steinbeck pertenece a una generación de novelistas de los Estados Unidos de Norteamé-rica que podrían ser calificados como integrantes de la corriente del "realismo crítico" pues la ficción novelística se realiza mayormente desde la perspectiva predominante social y desde un punto de vista acusadamente político. Esta corriente de pensamiento crítico, dentro de su pluralidad, no pretende maquillar la miseria y la explotación, ni ocultar las causas de los conflictos sociales3.

A diferencia de John Dos Passos o James T. Farrell -que se centraron en la crítica de la sociedad capitalista en la industria y en la mundo de las ciudades-, Steinbeck -desde un fuerte perspectiva religiosa (subyace en diversos pasajes de la obra el movimiento de emancipación evangélica)4- se interesó ante todo por los problemas sociales del mundo agrario, aunque también por otras aspectos críticos de la sociedad contemporánea (la guerra, el deterioro ambiental, el crecimiento de las ciudades, la política internacional, etcétera)5. Optó por los pobres, los desposeídos y, en definitiva, por las víctimas del orden establecido, lo

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que le llevó a denunciar las situaciones de injusticia social y la falsa moral de las clases poseedores (que siempre de alguna manera interiorizan los presupuestos del individualismo propietario). De ahí que cuando publicó Las uvas de la ira en 1939 fue considerado como un traidor a su clase social (Steinbeck era hijo del tesorero del condado de Monterrey, donde nació el 27 de febrero de 1902 y de la maestra, y creció en un ambiente de granjeros ricos).

La relación entre el escritor y la realidad de su tiempo es compleja y desde luego mediada por sus condiciones de existencia y la asunción de una concepción del mundo. En el caso de Steinbeck el realismo crítico está presidido por una toma de conciencia del intelectual y su tiempo (la época de la Gran Depresión) y la rebelión humanista contra unas situaciones de injusticia social que podrían ser superadas a través de una revisión profunda del orden establecido. Se expresa en la propia historicidad biográfica del autor, vinculado a los problemas sociales del mundo agrario, a la experiencia vivida en la sociedad de su tiempo, y a una época de crisis no sólo económica, sino social e ideológico-política. Lo que no deja de sorprender en nuestro autor -enmarcado en la literatura realista contemporánea- es la plasmación literaria de la realidad captada desde su propia concepción del mundo, la cual se filtra sigilosamente en el discurso narrativo. Una novela como Las uvas de la ira refleja lo fascinante de una condición humana socialmente mediatizada y la apertura propositiva hacia un nuevo orden de relaciones humanas. Pero en Steinbeck el afán intencional de desvelar el ser (revelar el mundo real), su materialidad, se realiza sin renunciar ni un ápice a la imaginación propia de la ficción literaria, esto es, del rigor técnico y estético pertinente. Un aspecto decisivo de esta novela es la captación específica de la realidad reflejada. Se podría decir de Steinbeck, con Sartre, que "cada ser humano y particularmente el creador, en el caso preciso que nos ocupa, es toda la humanidad... el escritor (Steinbeck, vale decir) se compromete cuando va al fondo de sí mismo con la intención, no de expresar su individuo, sino su persona dentro de la sociedad compleja que lo condiciona y lo sostiene. Comprometerse es esto y no producir obras de oportunidad..."6. Una obra de arte como lo es Las uvas de la ira presenta un ámbito de autonomía artística inherente a la ficción y lógica creativa literaria (su lenguaje, técnica narrativa, elementos formales..., etcétera), pero sin perjuicio de ello puede prestarse ella misma a remover la conciencia social de su tiempo y reflejar, consciente o inconscientemente para el propio autor, el clima social de una época. También, en este sentido, esta obra literaria puede ser objeto de objetivación desde distintos puntos de vista y, por tanto, desde la perspectiva de los distintos ámbitos del saber.

Estamos ante una obra maestra que mereció el Premio Pulitzer de 1940 y su fama e impacto fue tal que sería llevada al cine por John Ford en 1940 (con el mismo

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título, Las uvas de la ira, nominada para siete Oscars y premiada finalmente con dos)7. Su película -evidenciando visiblemente un contenido social subyacente- no es completamente fiel al espíritu de la novela original de John Steinbeck, más amarga y desgarrada, entre otras cosas porque Steinbeck hace referencia a las causas y a los efectos sociales de la crisis agraria y social, mientras que John Ford se preocupa más de los efectos que de dichas causas determinantes, aparte de Steinbeck apunta -aunque más tímidamente, o menos explícitamente- a sus soluciones (de compromiso individual, sindical y de tipo jurídico-institucional en la dirección que imprimía ya la New Deal). Pero en la película concurre al propio tiempo lo individual y lo colectivo del grupo y el inevitable contexto de la Gran Depresión de 1929 con sus consecuencias económicas y sociales. Por ello, pese a todo, puede considerarse como una de las manifestaciones más relevantes del cine social americano.

Más allá de la ficción de sus personajes, Las uvas de la ira se inspira en unos hechos históricos bien datados que el propio autor pudo conocer directamente en el marco de una actividad periodística -de periodismo de investigación-. Trata de representar -hacer presente- una realidad histórica a través de la ficción narrativa, de manera que los personajes y situaciones descritas magistralmente en la narración -lejos de pretender evadirse de ella- encuentran una deliberada base de realidad social histórica, situándose en el realismo crítico literario y de denuncia social; y lo hace sin perder en absoluto sus cualidades literarias en sentido estético, de ficción y emotividad. Narra la experiencia trágica de una familia en el contexto del Crack de 1929 (la "Gran Depresión") y de la crisis agraria del periodo, poniendo de relieve su incidencia en las condiciones de vida y de trabajo de las personas que la integran. Se enmarca en una situación de crisis radical del orden existente en el último tercio del siglo veinte: una crisis del capitalismo hasta entonces de magnitudes desconocidas (el crack de 1929), la crisis agraria producida por tierras baldías y de utilización intensa y la sobreproducción posterior a la expansión productiva que había supuesto la Primera Guerra Mundial (la sobreproducción se corresponde con la otra cara consistente en la insuficiencia estructural de la demanda agregada), la inicial respuesta a la crisis por parte del Estado, los bancos y las oligarquías agrarias (y al correr el tiempo las tierras las poseyeron los hombres de negocios, y también las haciendas, de manera que la tierra no es para el que la trabaja), etcétera. Es decir, se trata de una coyuntura de hundimiento de las bases económicas, jurídicas y "éticas" del modelo de sociedad, que crearon una nueva cuestión social de consecuencias negativas extraordinarias para la inmensa mayoría de la población trabajadora.

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La novela nace en un contexto en el que ejerció una gran influencia8y que, llámese la atención, ejerce actualmente un innegable impacto cultural, aunque presenta la autonomía y las mediatizaciones propias de una ficción literaria de una época determina (pero aunque la historia no se repite si hay circunstancias análogas que actualizan una obra literaria, como, por ejemplo, las oleadas actuales de inmigrantes y refugiados en el Mediterráneo y el trato que se les dispensa). Si ponemos en relación Los vagabundos de la cosecha y el mismo contenido de Las uvas de la ira, se aprecia que Steinbeck no se limitaba a realizar una representación del mundo real tamizada por la ficción literaria (la evasión), sino que pretendía ir más lejos, pues en la novela se desea que la narración sea un estímulo para la acción transformadora de la realidad que se expone.

Una coyuntura histórica que se percibió contemporáneamente en términos de apocalipsis. De hecho el propio título de la novela de Steinbeck lleva en sí mismo esas connotaciones de apocalipsis bíblica. Pero también en sus consecuencias sociales se percibió como el advenimiento de la miseria y pauperismo que iluminaría la conciencia de clase y el movimiento sindical, y asimismo el replanteamiento del papel del Estado en la organización del sistema económico y social. Se tenía la impresión de que lejos del progreso emergerían nuevas formas de barbarie en dimensiones y proporciones aun superiores a la Gran Guerra. El elemento del conflicto social provocaría un replanteamiento aún mayor que al final de la primera Guerra Mundial con el Tratado de Versalles de 1919 del intervencionismo público en materia económica y social, con el triunfo del pensamiento keynesiano9y su transposición al ámbito de la reforma social personificada paradigmáticamente en William Beveridge y sus dos conocidos Informes10. Ese cambio de rumbo o giro sociopolítico tendría su plasmación en las políticas impulsadas por el Gobierno de Roosevelt, con la New Deal, y la instauración de formas de planificación indicativa y de intervencionismo en el sistema económico y la regulación del mercado de trabajo y la organización de sistemas de protección social pública (señaladamente, de Seguridad Social). El mercado no podía resolver los problemas del desajuste...

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